Nicolás Maduro

Maduro asienta su dictadura «constitucional»

Aislado por la comunidad internacional y golpeado por la hiperinflación y la falta de comida, ha fabricado unas presidenciales a su medida en las que no tendrá oposición y magnifica a España como enemigo exterior

Maduro será el candidato del oficialismo y no tendrá rivales
Maduro será el candidato del oficialismo y no tendrá rivaleslarazon

Aislado por la comunidad internacional y golpeado por la hiperinflación y la falta de comida, ha fabricado unas presidenciales a su medida en las que no tendrá oposición y magnifica a España como enemigo exterior.

Si el fallecido Hugo Chávez levantase la cabeza y viera en lo que se ha convertido el sueño bolivariano, seguramente él mismo comandaría un nuevo golpe de Estado para derrocar al régimen de Nicolás Maduro. El Comandante se revuelve en su tumba, en el Cuartel de la Montaña, mientras su pupilo se prueba el traje de emperador, cada vez más ajustado a su cuerpo. Con más medallas en la solapa. Su último tanto ha sido eliminar al principal partido de la oposición, la coalición Mesa Unidad Democrática (MUD). Y lo ha hecho de un plumazo, a través de sus lacayos del Tribunal Supremo, que obedecen sin rechistar sus designios. Poco a poco, el régimen fue carcomiendo la médula del sistema y hoy controla todo: el Tribunal Supremo, la Asamblea, el Ejército y el Consejo Nacional Electoral. Además, las calles parecen adormecidas. Atrás quedaron las masivas protestas mientras la resistencia y la oposición parecen reducidas.

Con la reciente decisión de la Asamblea Nacional Constituyente –oficialista y creada de forma fraudulenta– de celebrar antes del 1 de mayo los comicios presidenciales, el Gobierno sacudió las conversaciones con la oposición en República Dominicana, con la mediación internacional, donde se negocian garantías electorales. Maduro adelantó las elecciones aprovechando el desconcierto dentro de la disidencia. Ya tiene la hoja de ruta marcada, la misma fórmula que utilizó en las pasadas regionales y municipales: inhabilitar a candidatos y partidos, y obstaculizar el proceso de votación en los bastiones opositores. Un fraude maquillado que le dio buenos resultados en anteriores comicios. Por supuesto tampoco habrá observadores internacionales que no sean del agrado del régimen.

La decisión de eliminar al grueso de la oposición para las elecciones ha agravado la deriva autoritaria. «Si sacas del juego a la MUD estás eliminando una tarjeta electoral amplia y unitaria por la que podía votar todo el mundo, tanto gente de partidos como independientes», asegura el politólogo Luis Salamanca, quien señala que a estas alturas ya no es posible crear otra organización común, por lo que para participar en las presidenciales la oposición deberá usar la tarjeta de alguno de los partidos de la coalición, lo que puede generar dificultades y divisiones.

Antes de la sentencia del TSJ, varios partidos opositores habían anunciado que no se validarían sino que trabajarían para hacerlo con la tarjeta unitaria. Sin embargo, Primero Justicia acudió a renovarse este fin de semana –el proceso «exprés» de validación termina hoy–, al igual que Acción Democrática. Otros como Voluntad Popular o Vente Venezuela se han negado a participar en este proceso. La grieta se agranda. El panorama parece desolador.

Con Henrique Capriles inhabilitado y Leopoldo López en arresto domiciliario, tan sólo quedan algunos contendientes con apenas un 3% ó 4% de los votos, según las encuestas, las cuales otorgan un 20% a Maduro en un país donde no hay segunda vuelta. El presidente ya comenzó su campaña mientras que la disidencia todavía no se ha organizado. Henri Falcón, el ex gobernador del estado de Lara, que abandonó las filas del oficialismo en 2010 para unirse a la oposición, fue de los primeros en anunciar su intención de competir por la presidencia. Su salida del oficialismo llevó a que Chávez lo calificara de traidor, mientras en la otra orilla, algunos opositores sospechan de él precisamente por esos antecedentes. Henry Ramos Allup es otro de los contendientes. El locuaz abogado y líder del partido político más antiguo de Venezuela, Acción Democrática, ha expresado que quiere postularse. Sabiendo que Ramos, de 74 años, es impopular entre los jóvenes partidarios de la oposición, Maduro siempre lo ha instado a que se midan en las urnas. Ramos, un astuto y mordaz político, dirige la maquinaria de su partido, que obtuvo la mayor cantidad de escaños en las elecciones del Congreso de 2015.

Para el analista Aníbal Sánchez, «la oposición debe lograr un consenso para presentar una sola opción con el mayor número de partidos acompañado por un programa que busque la reconstrucción e integración nacional». De momento, ayer, la MUD anunció que retomará el lunes en República Dominicana el proceso de diálogo con el Gobierno con la mirada puesta en las elecciones. Voluntad Popular, el partido de Leopoldo López, informó de que no acudirá a la cita.

No es casualidad que en mitad de esta embestida, el presidente Nicolás Maduro oculte sus tropelías mediante una cortina de humo. La estrategia del enemigo externo se ha convertido en un recurso recurrente en el Palacio de Miraflores. Por ello esta semana, el dirigente bolivariano expulsó al embajador español en Caracas, acusando a España de comandar las sanciones interpuestas por la Unión Europea a funcionarios chavistas.

A todo esto hay que sumar la situación económica. La actividad de Venezuela sufrirá un desplome del 15% en 2018, según la última proyección del Fondo Monetario Internacional (FMI). La inflación rondaría el 13.000% en el ejercicio entrante por el déficit y la pérdida de confianza.

Además, el desabastecimiento se ha vuelto insostenible, con sueldos que rondan los 15 dólares al mes, teniendo en cuenta el cambio obtenido en el mercado paralelo. Las protestas por falta de comida han comenzado y no se descartan guerras del hambre, una revolución de hambrientos capaz de tumbar al Gobierno de Maduro. Con el estómago no se juega. Pero por ahora todo indica que el chavismo seguirá en el poder, asentando los cimientos de la «dictadura constitucional».

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