Elecciones

Maduro utiliza la «guerra de los retratos» para apelar al patriotismo chavista

La oposición acusa al Gobierno de «buscar la confrontación política» mientras continúa el pulso de poder contra el Tribunal Supremo.

El presidente venezolano, Nicolás Maduro, junto al nuevo ministro de Defensa, Vladimir Padrino, a su derecha, y su esposa, Cilia Flores, a su izquierda
El presidente venezolano, Nicolás Maduro, junto al nuevo ministro de Defensa, Vladimir Padrino, a su derecha, y su esposa, Cilia Flores, a su izquierdalarazon

La oposición acusa al Gobierno de «buscar la confrontación política» mientras continúa el pulso de poder contra el Tribunal Supremo.

La céntrica plaza Bolívar se ha convertido en un museo al aire libre en la capital venezolana. En sus aceras se erigen ahora las gigantes imágenes de Hugo Chávez y del propio «Libertador» que el nuevo presidente de la Asamblea Nacional (AN), Henry Ramos Allup, ordenó con arrogancia retirar del edificio parlamentario y el alcalde chavista de Caracas decidió colocar en ese lugar neurálgico. Los transeúntes esquivan los afiches sin prestar atención. «A mí no me importa esta vaina, yo quiero que resuelvan la crisis del país. Pero es cierto que la oposición podría haber sido más delicada», apunta Eric, un joven que se declara opositor. Otros, en cambio, muestran su enfado. «Es una falta de respeto. Estos (los opositores) quieren guerra y nos encontrarán», señala Miguel, un hombre mayor frente a uno de los rostros del «Comandante».

El Gobierno ha utilizado el episodio como motivo de «agravio nacional» y para ensalzar así el patriotismo que dice abanderar. La Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) calificó el gesto de «ultraje» y expresó su «profunda indignación por la forma irrespetuosa en que se ha ordenado retirar las imágenes», leyó el recién ratificado ministro de Defensa, Vladimir Padrino, en un acto de homenaje en el cuartel de la montaña, donde Chávez emprendió el intento de golpe de Estado del 4 de febrero de 1992. La carga simbólica del acto puso en escena el estrechamiento de lazos entre los brazos civil y militar del Gobierno tras los roces post-electorales. El evento también sirvió para cerrar filas –aparentemente– entorno a la figura del presidente Nicolás Maduro, quien aprovechó para acusar a la oposición de «alimentar el odio» y levantar viejos fantasmas como la intervención estadounidense en el país.

La llamada «guerra de los retratos» ha copado el debate en el país durante esta semana, aunque para la oposición «sólo pretende desviar la atención de los problemas reales de la sociedad». Así lo indicó el portavoz de la opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD), Jesús Torrealba, quien trató de zanjar el asunto pidiendo disculpas «si se han herido sensibilidades». También recordó que fue el propio Chávez quien prohibió en 2010 la utilización del nombre, imagen y figura del primer mandatario, entonces él mismo, en edificios públicos. Aunque los opositores reiteran que no entrarán en un juego que «busca la confrontación política para tapar el desastre económico», lo cierto es que ambos poderes se han enzarzado en una pelea sin salida aparente.

La última escaramuza se centra en la consideración constitucional del concepto «desacato». Los oficialistas pidieron al Supremo la «nulidad» de los actos de la nueva Asamblea por desacato debido a que tres diputados bajo medida cautelar por el proceso de impugnación, juraron su cargo. El primer vicepresidente de la Cámara, el opositor Enrique Márquez, aseguró ayer que la «decisión cautelar de la Sala Electoral (del TSJ) no la podemos acatar, porque estaríamos nosotros entrando en desacato a la voluntad popular y a nuestra Constitución». Es decir, insisten en que el sufragio popular está por encima de cualquier consideración y los diputados gozan de inmunidad parlamentaria una vez proclamados. En medio del entramado legal, ambas partes se han dado un respiro de cara al primer debate parlamentario previsto para este martes, cuando el chavismo presentará su decreto de «emergencia económica» para atajar la crisis del país.

«Allí vamos a ver la voluntad de la oposición en contribuir con el país. Esperamos que podamos entrar en una relación cordial, si mantenemos todos como principio los grandes intereses nacionales», señaló el nuevo viceministro económico del Gobierno, Luis Salas, a quien la oposición volvió a desacreditar por defender la teoría de la «guerra económica». A pesar de las reticencias, hoy por hoy, esa pizca de cordialidad al menos para escucharse es el único motivo de alegría en el país.