Bandas criminales
Más de 500 personas han sido secuestradas en Nigeria este mes de marzo
Las bandas criminales y los yihadistas apuestan por los secuestros masivos de personas vulnerables, ya sea para pedir un rescate o para desposar a las mujeres capturadas
Una oleada de secuestros golpea desde hace escasas semanas al estado de Kaduna (Nigeria), mientras las autoridades se hallan desbordadas y sin opciones a frenar este desorden. Menos de dos semanas después de que alrededor de 300 niños fueran secuestrados por una banda armada, este lunes se dio a conocer a la opinión pública que otros 100 aldeanos habían sido secuestrados el pasado fin de semana en el mismo estado. Los secuestradores, pertenecientes a una de las muchas bandas armadas que afectan a la zona, atacaron la comunidad Dogon Noma en la madrugada del sábado y secuestraron a 14 mujeres. El domingo por la noche secuestraron a 87 personas en la localidad de Kajuru Station.
Aunque no es seguro que ambas incursiones corran a cargo del mismo grupo, la proximidad geográfica entre ambas localidades hace considerar que sea así. Este último suceso sigue la oleada de secuestros masivos que lleva experimentando Nigeria desde hace décadas, pero que parecen haber cobrado una mayor intensidad desde comienzos de 2024. A principios de marzo fueron secuestradas entre 100 y 200 mujeres en el campamento de desplazados de Gamboru Ngala (las autoridades no han dado cifras oficiales), en el estado de Borno, y donde malviven miles de familias que fueron previamente expulsadas por Boko Haram de sus hogares. Otros 15 niños fueron secuestrados la semana pasada en el estado de Sokoto, al noreste del país, cuando hombres armados invadieron la aldea de Gidan Bakuso alrededor de la una de la madrugada, y sacaron por la fuerza a los niños de la escuela coránica donde dormían.
Los secuestros en el estado de Kaduna, como también en otros estados al sur y al noreste de Nigeria, son un mal habitual desde hace décadas. Kaduna vive afectada por la violencia generada a partir del conflicto entre pastores fulani y agricultores locales, que ha derivado con el curso de los años en nuevas dinámicas violentas que se vinculan a la proliferación de bandas criminales. Éstas se dedican al asalto de carreteras y caminos, al tráfico de drogas y al secuestro de ciudadanos por los que pedir un rescate. En estados sureños como Delta, por otro lado, los criminales centran sus ataques en las empresas petroleras que operan a las orillas del río Níger, secuestrando a trabajadores y directivos, mientras el noreste del país se desarrolla infectado por el virus yihadista y su anhelo permanente de desposar con “bush-wives” (esposas del bosque) que consiguen gracias a los secuestros de niñas y mujeres jóvenes.
Los más de 200 niños secuestrados en Kaduna son hoy el caso más determinante para mostrar la crisis a la que se enfrenta el presidente Bola Tinubu. Los captores pidieron un rescate de mil millones de nairas (621.800 dólares) para garantizar su retorno, a lo que el mandatario nigeriano ha contestado de forma negativa. En Nigeria es habitual negociar con los secuestradores y pagar los rescates, al contrario que en otros países, pero la gravedad de la situación, que podría describirse como una epidemia, ha obligado a Tinubu a buscar nuevas estrategias que eviten el beneficio económico de los criminales. Sin embargo, la policía nigeriana todavía no ha ofrecido ninguna información que permita conocer la localización actual de los niños, ni se conocen avances en la investigación.
La cifra que se exige para devolver a los niños es histórica, desde que los rescates suelen rondar entre los 70 euros y los 10.000 euros en los casos más extremos. Por otro lado, la corrupción inherente a las autoridades nigerianas, unida a la falta de medios disponibles para dar caza a los bandidos, vuelve sumamente difícil rescatar a los escolares por otro medio que no sea el pago exigido. Los criminales aprovechan las extensas zonas boscosas que delimitan Kaduna con otros estados limítrofes para esconder a sus víctimas y dificultar en la medida de lo posible el acceso de las fuerzas de seguridad (muchos caminos sólo permiten el tránsito de motocicletas y el despliegue de un equipo de busca y captura es extremadamente difícil).
Los lugareños de todas las localidades afectadas repiten como un mantra la escasa presencia policial en las zonas rurales y denuncian la degradación de la situación de seguridad con motivo de esta ausencia del Estado. Este periodista, que ha estado en las zonas rurales de Kaduna, comprobó de primera mano cómo las zonas urbanas y las principales vías de comunicación se encuentran fuertemente protegidas por el ejército nigeriano, mientras no se aprecia ninguna presencia policial en estos “caminos de cabras”, como tampoco se encuentran en las poblaciones rurales de menor tamaño.
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