Alemania

Merkel acalla las críticas al anunciar un recorte «drástico» de refugiados

Angela Merkel junto a las siglas de su partido, ayer antes de su discurso
Angela Merkel junto a las siglas de su partido, ayer antes de su discursolarazon

La canciller alemana frena la división generada en su propio partido por la política de puertas abiertas.

El compromiso de llevar a cabo una «drástica disminución del número de refugiados» que ingresan en Alemania es el arma de la que se ha valido la canciller Angela Merkel para apaciguar las protestas en el seno de su propio partido. Ayer, durante la apertura del 28º congreso de la Unión Cristianodemócrata (CDU) en Karlsruhe, al suroeste del país, Merkel anunció que pondría en marcha una serie de medidas para frenar el flujo migratorio en un país que prevé acoger a más de un millón de refugiados en 2015, todo un récord histórico. No cambiará, no obstante, la base de una política que le ha costado un significativo recorte en su cota de popularidad.

«El desafío es enorme», admitió la canciller ante 1.001 delegados de la CDU, partido que lidera desde hace quince años, aludiendo a la crisis migratoria. Ya en las sesiones preparatorias del domingo, se había comprometido en la misma línea. «Ni siquiera un país como Alemania puede soportar permanentemente los flujos actuales», reconocía en un comunicado que fue firmado con un consenso inesperado dentro de la formación conservadora del Gobierno. Sin embargo, no se cerrarán las puertas alemanas, quiso dejar claro la canciller, sin resistirse a echar mano de la frase que repite con convencimiento desde el inicio de la crisis: «Lo lograremos». Dibujando paralelos históricos con sus predecesores, los cancilleres Adenauer, Erhard y Kohl, volvió a aludir a los valores de Alemania y aseguró que en ningún caso se violarán los principios de Schengen. «Cerrar las fronteras no es una opción racional en el siglo XXI», recalcó. Además, aprovechó su comparecencia para justificar una de sus decisiones políticas más criticadas en sus diez años al frente del Gobierno: la multitudinaria acogida de septiembre para dar respuesta a los cientos de personas amontonadas en estaciones ferroviarias de Budapest. «Fue un imperativo humanitario, ni más ni menos», explicó en el discurso de 75 minutos en el que no faltaron calurosos y prolongados aplausos.

«Esta crisis es una prueba para Europa. Lo que habíamos visto en la televisión aparece ahora literalmente frente a nuestra puerta», aseguró la líder del CDU, quien no obvió la necesidad de controlar la afluencia de asilados «no sólo por los problemas de logística y jurídicos», sino también por una cuestión de identidad.

Uno de los efectos inmediatos que ha tenido la solución esbozada por Merkel es que ha logrado contentar, al menos de momento, a las fuerzas más críticas, como las Juventudes de la Unión Cristianodemócrata (JU) o la Asociación de Pequeñas Empresas (MIT). Ambas asociaciones políticas llevan tiempo exigiendo la fijación de un número máximo de asilados a cobijar, algo que Merkel rechaza por una cuestión de «principios». Satisfechos por la enmienda presentada por la CDU el domingo, decidieron retirar su moción, aunque seguirán exigiendo una estrategia nueva si los Estados miembros no se reparten los recién llegados a la Unión Europea de forma equitativa.

Las medidas que se propondrán para contener el flujo –sumadas a otras ya adoptadas, como la ampliación de la lista de países considerados «seguros»– tendrán lugar a escala tanto nacional como europea y están aún por cuantificar y sin detallar. Estarán encaminadas a desincentivar el flujo migratorio desde los países de origen, para lo que Turquía juega un papel esencial. A pesar de que las relaciones con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, han estado lejos de ser apacibles, Berlín intenta un acercamiento con Ankara, que recibiría tres millones de euros de la Unión Europea (UE) para que los refugiados permanezcan en Turquía en buenas condiciones.

Aunque Merkel reconoció que todavía no se había encontrado una respuesta a la crisis de refugiados, las ovaciones y aplausos recibidos ayer por los delegados de su partido son muy elocuentes y hacen pensar que aprobó con nota uno de los congresos más críticos de toda su carrera política, sólo unos meses antes de la cita electoral en tres Estados federados fundamentales para Alemania. Hace sólo un año, era reelegida como presidenta de la CDU con el 96,7% de los votos, pero su gestión de la crisis migratoria se ha traducido en varios varapalos políticos, especialmente procedentes de Baviera, donde hace algunas semanas tuvo que enfrentarse a un baño de acusaciones en el congreso de la CSU.

Si en el exterior es nombrada «persona del año» por la revista «Time», en casa se ha visto obligada a gestionar esta crisis con escasos apoyos, algo poco habitual. Aunque la Prensa alemana ya habla de su inminente ocaso político, sigue sin haber en su partido un líder que pueda hacerle frente. Hoy tendrá lugar la clausura del congreso y será una jornada clave para las decisiones futuras en materia migratoria, pues se espera la visita del líder de la CSU, Horst Seehofer, uno de los políticos que más abogan por alejarse de la política de «puertas abiertas» con los refugiados.