Ataque yihadista en Francia
Molenbeek, el califato de la familia Adbeslam
En este barrio, a seis kilómetros de la sede de la UE, empezó todo. En sus calles se explica por qué prendió la semilla del odio.. Tiene más de 20 mezquitas, una de ellas la más grande del país, para una población de 90.000 personas
En el barrio de Molenbeek empiezan o culminan muchas de las pesquisas de los ataques simultáneos de la noche del viernes en París. Uno de los coches utilizados en los atentados tenía tickets de parking de Molenbeek. El ideológo de tan macabro plan terrorista, Abdelhamid Abaaoud, nació aquí. E Ibrahim Abdelslam, que se detonó con un cinturón explosivo en un bar de Rue Voltaire, también era un vecino del barrio belga. No es la primera vez que este distrito multicultural de Bruselas, a tres kilómetros de la Estación Central, ocupa los titulares. Molenbeek se ha hecho tristemente famoso por todos los casos de yihadistas europeos que han salido de sus calles en los últimos años.
En los años 70, en este barrio bruselense, se hablaba italiano y español, pero en los 80 vinieron una gran cantidad de parejas y familias marroquíes y argelinas para establecerse aquí. Poco a poco, se fue convirtiendo en un distrito en el que la mayoría de los habitantes son musulmanes. Con alrededor de 95.000 ciudadanos, Molenbeek tiene más de 20 mezquitas, una de ellas la más grande de Bélgica. «Uno de los problemas por los que hay tanta radicalización en nuestro distrito es porque en Bélgica, las mezquitas se organizan por países. Es decir, los imanes vienen directamente desde Marruecos, Pakistán... y muchas veces no han vivido en una ciudad como Bruselas, tienen un discurso más bien anquilosado», explica a LA RAZÓN Sarah Turine, concejal de Molenbeek de Juventud, Cohesión Social y Diálgo Intercultural. La otra clave para Turine es que «al ser hijos o nietos de inmigrantes, pero ya nacidos en Bélgica, tienen una crisis de identidad. Cuando viajan a Argelia no se sienten de allí, pero tampoco llegan a sentirse de Bélgica. Para ellos es un estigma, ¿soy belga pero al llamarme Mohamed se me estigmatiza?». En tercer lugar, para que sea más fácil a los reclutadores radicalizar a los jóvenes de Molenbeek «se añade el hecho de que éste es un distrito muy pobre, mucho más que la media en Bélgica donde el desempleo ronda el 30%, y asciende al 40% entre los menores de 25 y hay mucho fracaso escolar». Por último, Turine explica que «con este caldo de cultivo y gracias a internet la radicalización es más fácil». Tanto veicnos como comerciantes no quieren hablar de unos u otros ni de su relación con el extremismo. «Es mejor que por mi bien me calle», asegura un comerciante en una tienda de ultramarinos. «La vida es buena aquí», confiesa en árabe una vendedora de ropa de corte recatado.
En la «alcaldía» de Molenbeek conocen perfectamente a los hermanos Abdelslam. Hoy, uno de ellos es «el octavo terrorista», el único yihadista de los atentados simultáneos de París que no se quitó la vida ni fue abatido por las autoridades francesas. Se cree que pudo darse a la fuga tras el ataque en la sala Bataclan, donde mataron a al menos 89 personas. Salah, de 26 años, logró huir de Francia en coche y cruzar la frontera belga junto a otros dos cómplices que no participaron directamente en los ataques. Según «Le Nouvel Observateur», Salah no tenía un plan de huida, iba a detonarse, por lo que llamó a dos amigos del barrio para que fueran a buscarlo. A pesar de ser parado en la frontera por un control pudo llegar hasta Bruselas, pues sus dos compinches fueron detenidos el sábado en Molenbeek. Ahora a Salah le buscan todos los cuerpos policiales europeos y advierten de que «es un individuo peligroso, sobre todo no hay que mediar con él». Sus compañeros de trabajo en la cochera de tranvías STIP del barrio de Ixelles, a 20 minutos en metro de Molenbeek, reconocen que «era normal. Siempre sonreía y era muy de hacer bromas». Ayer, la Policía belga llevó a cabo un registro en el vecindario del hermano de Salah, Ibrahim de 31 años, uno de los terroristas suicidas de París. A primera hora de la mañana se pensaba que «el octavo» yihadista se encontraba ahí. Los agentes tuvieron problemas para entrar en un edificio, pues muchísimas personas se agolparon en la puerta y la Policía tuvo que usar explosivos «pero sólo para dispersar». Tras más de seis horas de cordón policial, la operación terminó sin el arresto de Salah, aunque ventanas rotas en la parte trasera de una casa indicaban que algo más pudo ocurrir en dicho domicilio. Según pudo saber este periódico, gracias a una fuente anónima, Ibrahim regentaba un café en la calle que ayer estuvo cortada, hasta que en 2014 la Policía se lo cerró por tráfico de drogas.
Un tercer Abdelslam, Mohamed, que el sábado fue detenido y fue puesto en libertad, vive también en Molenbeek, a escasos metros de la sede del distrito. «Estuvo trabajando oficialmente de 2006 a 2012 con el alcalde anterior, que era socialista. Lo cierto es que tenían una relación de clientelismo. A cambio de mirar para otro lado en ciertos asuntos conflictivos, las comunidades árabes estaban así contentas con él y Abdelslam era su vínculo. Al saber árabe, era al que la gente le contaba sus problemas y él te encaminaba», asegura la misma fuente, dejando caer que podría haber sido una buena forma de reclutar. Ayer Abdelslam salió a defenderse. Manifestó a los medios en la puerta de su hogar que «era inocente y que no tenía nada que ver con los atentados. Tengo coartada, estaba aquí». Mohamed reconoce que sus padres están rotos y que no sabe dónde se encuentra su hermano Salah.
En la sede del distrito, la nueva «alcaldesa» conservadora reconoce que cuando asumió el cargo en 2012 echó a Mohamed. También recuerdan dentro del edificio cómo Salah fue a pedir trabajo en 2014, después de que hubieran cerrado el café de su hermano Ibrahim. «Por supuesto que no se lo dimos», admite a LA RAZÓN el portavoz de la alcaldesa.
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