La amenaza yihadista

«Mosulistán»: la ciudad del miedo

Los yihadistas castigan y ejecutan a diario en nombre de Alá
Los yihadistas castigan y ejecutan a diario en nombre de Alálarazon

Un año después de ser tomada por el Estado Islámico, Mosul es hoy el epicentro del terror yihadista. Mujeres y minorías sufren a diario el odio de los radicales

La noche del 9 de junio de 2014, los terroristas del Estado Islámico (EI) izaron sus banderas negras sobre la ciudad de Mosul, en el norte de Irak. En apenas unas horas, los yihadistas lograron apoderarse de la provincia de Nínive tras un ataque relámpago que obligó a las débiles fuerzas del Ejército iraquí a emprender una bochornosa retirada. La operación les permitió entonces avanzar hacia el sur, hasta Tikrit, la ciudad que vio nacer al dictador caído en desgracia, Sadam Husein, a tan sólo 200 kilómetros de la capital, Bagdad.

Cuando se cumple el primer aniversario de la toma de Mosul a manos del EI, la BBC ha hecho pública una serie de vídeos que fueron grabados por su reportero Gadi Sary y sacados con éxito del país. Si el EI ya se hizo tristemente célebre mediante las imágenes difundidas por sus militantes a través de internet, las grabaciones de Sary ofrecen una escalofriante visión de la vida cotidiana de los habitantes de Mosul.

REGRESO DEL BURKA

La versión radical de la ley islámica impuesta por los yihadistas les permite ejercer un férreo control sobre la existencia de aquellos a quienes les ha tocado vivir en tierras del autoproclamado califato. El primero de los cinco bloques grabados por el reportero de la BBC muestra cómo las mujeres, que son usadas como moneda de cambio y forzadas a casarse, se ven obligadas a cubrir cada centímetro de sus cuerpos y de sus rostros. El testimonio de una de ellas revela que el castigo por incumplir los dictámenes impuestos no recae únicamente sobre las incumplidoras: «Hemos oído historias sobre hombres que han sido flagelados porque sus esposas no se habían puesto guantes. A los padres de otra mujer se les prohibió conducir su coche. Quienes muestran objeciones son golpeados y humillados». Los varones también deben seguir un patrón de vestimenta y dejar crecerse la barba. Si no lo hacen, son castigados con latigazos e incluso se les amenaza con ser ejecutados.

CRISTIANOS SEÑALADOS

Como es bien sabido, las minorías étnicas y religiosas no tienen cabida en los dominios del líder del califato, Abu al Bagdadi. Las imágenes, que fueron tomadas a lo largo de varios meses durante el pasado año, ponen de manifiesto la desolación de los barrios anteriormente poblados por dichas minorías. Ante la elección de quedarse en la ciudad y perecer o huir, miles de personas abandonaron sus casas, las cuales fueron confiscadas por los terroristas. La letra «N», que hace referencia a la palabra Nasrani (nazareno), empleada por el EI para denominar a los cristianos, aparece impresa en la fachada de los hogares abandonados, como signo del terror infligido por los yihadistas.

BOMBAS EN MEZQUITAS

Convencidos de que su interpretación fundamentalista del islam constituye la única doctrina verdadera, no les ha temblado el pulso a la hora de reducir a escombros mezquitas y otros lugares de culto. Las penas que se aplican arbitrariamente entre la población se enmarcan asimismo en esta versión radical de las creencias musulmanas: «El robo se castiga con la amputación de una mano, el adulterio cometido por un hombre se castiga lanzándole desde lo alto de un edificio y el adulterio cometido por una mujer, lapidándola hasta la muerte», relataba uno de los sufridos habitantes de la ciudad iraquí.

EJECUCIONES PÚBLICAS

El objetivo de los militantes del EI es en primer lugar dominar a sus súbditos. Se suceden las ejecuciones en las plazas públicas, se han subido los impuestos y apenas puede salir nadie de la ciudad. «Han convertido Mosul en una gran prisión. Llevamos una vida de esclavos», dice a Efe el escritor Rabie al Yauari. Además, pretenden adoctrinar a la población en la bondad de sus tesis. El vídeo difundido por la cadena británica muestra además la existencia de «puntos de comunicación» diseminados por toda la ciudad en los que difunden sus mensajes. Las escuelas se han convertido en lugar preferente de adiestramiento de los más jóvenes: «Un día, volví a casa y me encontré a mi hermano pequeño ondeando la bandera del Estado Islámico y entonando una de sus canciones más famosas. Enloquecí y comencé a chillarle», explica uno de los afectados por el denominado califato del terror.