Buenos Aires

«No consigo borrar de mi mente la imagen de mis compañeros con la mano tendida pidiendo ayuda»

Carlos Loza estuvo 21 días preso en la ESMA, en un sótano sin luz donde fue maltratado a diario. Además, fue obligado a mirar cómo asesinaban a sus amigos

Carlos Loza trabaja ahora como controlador en Puerto Madero
Carlos Loza trabaja ahora como controlador en Puerto Maderolarazon

Carlos Loza estuvo 21 días preso en la ESMA, en un sótano sin luz donde fue maltratado a diario. Además, fue obligado a mirar cómo asesinaban a sus amigos

En la Dársena Norte de Puerto Madero –Buenos Aires-, llega un buque de Montevideo, los pasajeros bajan con sus compras y maletas. Allí controlando el Rio de la Plata se encuentra Carlos Loza, trabajador portuario y sobreviviente de Escuela de Mecánica de la Armada, mejor conocida por sus siglas como ESMA, el mayor centro de detención y torturas durante la dictadura. Es también integrante de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos (AEDD), una de las entidades querellantes en la megacausa conocida como los “vuelos de la muerte”, que esta semana acabó con 29 militares condenados a cadena perpetua. La mayoría morirá en la cárcel. Es difícil no recordar cuando se mira al mar.

El fondo de La Plata yacen cientos de militantes, no se sabe cuantos exactamente, arrojados desde aviones, drogados. Por ellos, por los desaparecidos y por los que quedaron en el camino, Loza emprendió esta lucha. Fue de a poco, organizando todas las casos por orden cronológico, conectando todos los hechos para hacer un frente común: una causa por genocidio. Luego vino otro trabajo: convencer a los testigos, víctimas y familiares, de que testificasen.

“Al final el testimonio fue reparador, creo ansiedad al principio pero fue reparador, no teníamos porque llevar esa carga toda la vida. Han sido muchos años de lucha y si llegamos hasta aquí, es porque tenemos la responsabilidad de conseguir Justicia para nuestros compañeros, los que no pudieron sobrevivir", comenta Carlos Loza a LA RAZÓN.

"Cuando me senté a escuchar el veredicto, tuve muy presente a mi compañero Rodolfo Picheni, que estuvo conmigo en la ESMA y trabajó para lograr condenas contra los genocidas. Lamentablemente, se suicidó en 2012, una semana antes de que comenzase el juicio porque no pudo más, de tristeza. Pero al final se hizo justicia y lo recordé con mucha alegría", puntualiza.

“Sin embargo, no puedo borrar esa imagen los compañeros con la mando tendida, pidiendo ayuda. Por ellos hay que seguir. Todavía nos quedan extradiciones y causas que llevar en países como Francia, donde por ejemplo, se encuentra el subinspector Alfredo Sandoval. Tampoco estamos de acuerdo con las sentencias menores de ocho años para algunos culpables. La tortura es un delito de lesa humanidad, no solo el homicidio, y vamos a recurrir”.

“El 16 de diciembre de 1976, fuimos a un local del partido comunista en el barrio de Barracas y de ahí junto con otros cuatro compañeros, nos detuvieron en un patrullero para posteriormente, trasladarnos a la ESMA. Al principio no sabíamos donde estábamos. En una especie de sótano sin luz. Ellos utilizan la falta de espacio para descolocarte. Tras las primeras torturas quedas en el suelo tendido, desfallecido y es cuando pierdes la noción del tiempo. Si que escuchábamos trenes y aviones. Los oídos se convierten en tus ojos”.

“Luego nos cambiaron de lugar, al altillo de la ESMA , conocido como Capuchita. Ya había luz. Fueron 21 días en total, hasta que me soltaron. Mis compañeros Bibiana Martini, Claudio Adur y Hernán Abriata, continúan desaparecidos. A Jorge Mendé lo mataron a patadas allí mismo, delante nuestro”.

En el nombre de la Madre

Ana María Careaga nos muestra orgullosa una foto de su madre Ester Ballestrino de Careaga, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo. Fue además empleada del papa Francisco, en un laboratorio durante la década de 1950. En aquel entonces un “jovencísimo” Jorge Bergoglio, era técnico.

Ballestrino forjó su militancia en Paraguay, como miembro del Partido Revolucionario Febrerista. Pero la vida en Asunción se tornó peligrosa cuando tomó el poder el dictador Alfredo Stroessner, así que emigró hacia Argentina durante los primeros años de la década del 50, donde se casó y tuvo a Ana María y su hermana.

Sin embargo Buenos Aires se convirtió en una trampa mortal: Ana María tenía 16 años y estaba embarazada cuando fue secuestrada en 1977, durante cuatro meses. Fue por ella que Ballestrino, comenzó una búsqueda que la convirtió en una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo.

Pero incluso una vez que encontró a su hija y la puso a salvo en Suiza, volvió. “Mi mama no se exilió, solo me acompañó a salir del país y después regresó, de hecho la ofrecieron en la embajada asilo y ella lo rechazó. Cuando apareció de nuevo en la Plaza, las otras madres le preguntaron por qué regresaba, si ya me había encontrado, y ella respondió: todos los desaparecidos son mis hijos”

En 1977, durante los primeros pasos de la que es la organización de derechos humanos más importante en la historia argentina, Ballestrino fue secuestrada junto a las otras madres fundadoras Azucena Villaflor y María Ponce, y a las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet. Conformaban el Grupo de la Santa Cruz. Todo el grupo fue arrojado desde aviones.

En el 2015 el Papa Francisco recibió a dos de las tres hijas de Ballestrino de Careaga en Asunción durante una de las visitas. “Nos dijo que nuestra madre le había enseñado a pensar. A entender de política. Eso es muy fuerte. Es una mujer que marcó su vida” añade.

Los vuelos de la muerte

Miriam Lewin es una de las periódicas más reconocidas de Argentina. Esta semana presenta su nuevo libro “Skyvan. Aviones, pilotos y archivos secretos” un acto que tendrá lugar en el ex Casino de los oficiales, donde partían los camiones cargados de victimas drogadas hacia el aeropuerto. Lewin también estuvo secuestrada durante dos años, primero en un centro clandestino y luego a la ESMA.

Ella emprendió una búsqueda: Los aviones de la muerte, para de esta manera, encontrar a los pilotos. “Hayamos algunos como un Electra L 188 que estaba en el país y tres Skyvan, de los cinco que habían prestado servicio. A través las carpetas y documentos que conseguimos en uno de los portaviones, se llegó a individualizar los casos, y que pilotos habían participado en el vuelo que eliminó al Grupo de la Santa Cruz” aclara.

“Los cadáveres de cinco de estas mujeres aparecieron días después en las costas del balneario de Santa Teresita. Los cuerpos aparecieron por error. Aunque los aviones se internaban mucho en le mar, hubo una sudestada. Cuando se hizo la autopsia, un forense dio cuenta de que los cuerpos tenían fracturas de caída, pero no fueron identificados hasta el 2005” narra.

“¿Pero sabíais de la existencia de estos vuelos en la ESMA?” le preguntamos. Y responde: “A nosotros nos decían que cuando se llevaban gente, eran trasladados a unas granjas de rehabilitación. Sin embargo en una ocasión se llevaron a un prisionero por error, lo drogaron pero no lo llegaron a arrojar al mar. El pudo ver algo y nos contó, pero preferíamos pensar que acabaríamos vivos. Si no te aferras a la vida te vuelves loco”.