Política

La amenaza yihadista

«No entiendo por qué mi hijo ha hecho esto»

Los tunecinos volvieron a salir a la calle para protestar contra los ataques yihadistas
Los tunecinos volvieron a salir a la calle para protestar contra los ataques yihadistaslarazon

Los familiares deYasin Laabidi, uno de los terroristas del atentado de Túnez, se confiesan con LA RAZÓN.

En las calles de la capital tunecina, a día de hoy nadie se explica todavía cómo pudo llegar a tener lugar el brutal atentado que el miércoles pasado acabo con la vida de 21 personas tiroteadas por dos jóvenes terroristas y reivindicado posteriormente por el grupo radical Estado Islámico. La propia familia de uno de los asaltantes, Yasin Laabidi, todavía busca respuestas en medio del duelo. El joven, de 27 años de edad y soltero, tomó un fusil kalashnikov y acribilló a un grupo de turistas extranjeros, en el Museo de Bardo, antes de ser abatido por las Fuerzas de Seguridad. Su primo Walid asegura a LA RAZÓN que Yasin era un chico normal, que rezaba cinco veces al día como todo buen musulmán, pero que no era ni un extremista ni se relacionaba con ellos: «No entendemos lo que ha pasado», dice Walid, con impotencia y sin palabras para poder expresar el dolor por el que está pasando esta familia humilde. «No podemos ni queremos hablar aún no hemos celebrado el funeral», explica Walid. Frente a la casa familiar, la radio emite ininterrumpidamente oraciones del Corán, y desde fuera se pueden escuchar los llantos y lamentos de la madre del joven terrorista. La familia está esperando que le sea entregado el cadáver de Yasin para poder enterrarlo, lo cual debe hacerse a la mayor brevedad posible tras el fallecimiento, tal y como establece la tradición musulmana. «El cadáver aún está en manos de las autoridades y no sabemos cuándo lo recibiremos», detalla Walid.

Mientras siguen las investigaciones, las Fuerzas de Seguridad monitorean de cerca el barrio de Ibn Jaldun, donde Yasin residía con su madre y dos hermanos. Ayer por la mañana, agentes especiales antiterroristas llevaron a cabo una redada muy cerca de la casa del joven, arrestando a un supuesto sospechoso, tal y como fue testigo este periódico. Armados con fusiles de asalto, los policías rodearon una vivienda: mientras algunos cubrían las espaldas de sus compañeros, apuntando sus rifles hacia la casa, otros procedieron a arrestar a un hombre, que no opuso resistencia. La madre del sospechoso observó cómo se llevaron a su hijo esposado, sin poder mediar palabra. El oficial a cargo de la redada sólo desveló que se trataba de una operación antiterrorista, pero no ofreció mas detalles sobre el detenido ni su posible relación con el terrorista Yasin o el atentado del Museo Bardo.

Los vecinos aseguran que tenía el teléfono pinchado y que, tras recibir una llamada sospechosa, la Policía llegó al barrio e irrumpió en su casa. Cuentan que se llama Zuhair, tiene una treintena de años y trabajaba en una tienda de telefonía móvil.

Ayer, el Ministerio del Interior tunecino informó de que ha arrestado a 20 personas desde el pasado miércoles, 10 de las cuales se cree que están directamente involucradas en el ataque. Las autoridades están llevando a cabo una amplia campaña en todo el país, especialmente atentas a otros jóvenes radicalizados, los denominados «lobos solitarios», que pudieran actuar como Yasin y su complice, Hatem Hashnawy, inspirados y animados por la acción terrorista exitosa de estos últimos. «Es muy difícil monitorear y detener a estos individuos», explica a LA RAZON un miembro de la ejecutiva del partido gobernante, Nida Tunis. Mehdy Zaoui admite que hubo algunos fallos de seguridad que permitieron que los asaltantes llegaran hasta el Parlamento de Túnez y, al no poder penetrar en el, se dirigieron al Museo Bardo. «Tenemos que identificar y corregir estos fallos, pero las Fuerzas de Seguridad actuaron de forma muy rápida evitando que hubiera mas víctimas, el saldo de muertos podría haber sido mucho mas elevado», asegura. Zaoui detalla a este periódico las medidas de seguridad y de otra índole que el Gobierno esta poniendo y pondrá en practica para prevenir y evitar que ocurran otras tragedias en el futuro. Controlar las porosas fronteras es una de las prioridades, sobre todo la de Libia, desde donde han llegado ingentes cantidades de armas y adonde jóvenes tunecinos han ido a luchar y han recibido adiestramiento – como en el caso de los dos autores del atentado.

El dirigente de Nada Tunis reconoce que la situación es compleja porque en Libia no hay un Gobierno propiamente dicho ni unas Fuerzas de Seguridad con las que poder cooperar en materia de seguridad, pero asegura que están en contacto con los actores sobre el terreno para recibir al menos información de lo que ocurre al otro lado de la frontera.

Asimismo, las autoridades quieren monitorear a los jóvenes que han viajado a Siria para unirse a los grupos rebeldes radicales y que están volviendo a casa tras adquirir las tácticas yihadista. Por otra parte, Túnez también cuenta con áreas montañosas o desérticas, donde tienen su escondite células radicales y donde han llevado a cabo ataques contra las Fuerzas de Seguridad. «Tenemos los hombres y la experiencia, pero necesitamos más material militar para poder controlar todo el territorio, por ejemplo, helicópteros y visores nocturnos», dice Zaoui.

Después de que la violencia haya alcanzado la capital tunecina, el Gobierno ha ordenado reforzar la coordinación entre el Ejército y las Fuerzas de Seguridad, y también con los países vecinos, incluidos los del otro lado del Mediterráneo. Pero Zaoui asegura que la solución no es sólo la Seguridad: «Tenemos una estrategia más amplia a medio y largo plazo», que pasa por el desarrollo de las áreas y comunidades más desfavorecidas, y la educación de los jóvenes para que no sean seducidos por las ideas radicales. Los ciudadanos están divididos sobre si el Gobierno está enfrentándose al reto del extremismo de forma adecuada, y si tiene algo de responsabilidad en el ataque del Museo Bardo, el más grave desde el año 2002. El Ejecutivo de coalición, encabezado por Nida Tunis, se escuda en que accedió el poder hace tan sólo dos meses y se defiende asegurando que en este tiempo ha arrestado a células terroristas, ha abortado varios atentados y ha requisado una gran cantidad de armas. «Nuestro Gobierno no tiene la culpa, los atentados ocurren en todos los países del mundo, incluida Francia», asegura un anciano de nombre Abu Ghalmi, mientras toma un café en uno de los muchos bares de la capital tunecina, repletas de jóvenes desempleados, potenciales soldados del EI.