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«No sabía si estaba viva hasta que un soldado me habló»

La periodista georgiana Ketevan Kardavan, superviviente del atentado en el aeropuerto de Zaventem, captó con su móvil el horror de la matanza con 14 instantáneas que han dado la vuelta al mundo

«No sabía si estaba viva hasta que un soldado me habló»
«No sabía si estaba viva hasta que un soldado me habló»larazon

La periodista georgiana Ketevan Kardavan, superviviente del atentado en el aeropuerto de Zaventem, captó con su móvil el horror de la matanza con 14 instantáneas que han dado la vuelta al mundo

Eran las 7:58. Llegaba con prisa. No había comprado los billetes y tenía que estar lo antes posible en Ginebra para acudir a un encuentro político entre representantes rusos y georgianos. No era consciente de que la noticia del día 22 de marzo estaría a 200 metros de donde se encontraba comprando el «ticket» para volar a Suiza. Ketevan Kardavan, 36 años, es una periodista georgiana, pero allí se encontraba como una viajera más. A las ocho, una fuerte explosión enmudeció la terminal de salidas del aeropuerto internacional belga de Zaventem. El mostrador de Brussels Airlines, donde ella se encontraba, se deshizo en cuestión de segundos, los oídos de Kardavan ensordecieron y en estado catatónico, como si fuera una autómata, comenzó a disparar fotos a discreción. Sus instantáneas, las únicas que captaron la carnicería que había en el interior del aeródromo, dieron la vuelta al mundo. Kardavan recibe ahora en su casa a LA RAZÓN para analizar esos minutos.

Aún no ha ido al médico, aunque no se encuentra bien físicamente. Desde el martes tiene fiebre y los dolores de cabeza son intensos, pero lo achaca al cansancio, no así su pareja, que la observa preocupado. ¿Cómo puede ser que estando tan cerca de la primera explosión resultara ilesa? «Es un milagro. Creo que me salvó la multitud que había en el Starbucks. Ellos amortiguaron la onda expansiva. Fue un milagro», recuerda con los ojos llorosos. Lo que vino después de la primera explosión lo ha ido recordando con el paso de los días y ahora cree verlo con claridad. «El instinto me hizo buscar algún lugar en el que protegerme, vi un fotomatón y me metí corriendo. Entonces llegó la segunda bomba, ésta fue más fuerte. El techo se caía a pedazos encima de la gente, los aplastaba. Corrí la cortina del fotomatón pensando que así me protegería», explica. Sin embargo, no aguantó demasiado con ella echada. La abrió y vio enfrente a una mujer que la miraba sin expresión facial. «Le dije: ‘‘Corra, métase aquí conmigo’’, pero no me hacía caso, estaba como muerta en vida. Entonces la agarré y la metí en mi refugio», dice. A continuación sacó su iPhone 6 y comenzó a disparar desde el fotomatón. La primera imagen fue la de la azafata india con una chaqueta amarilla, después vino la del jugador de fútbol estadounidense, ambas, convertidas en icono del ataque. «En el fondo no veía dónde estaba enfocando, no era consciente de lo que hacía», reflexiona.

Eran las 8:03 de la mañana. Apretó 14 veces el botón de la cámara de su móvil y un minutó después llegó la ayuda. 8:04. Fin de la secuencia fotográfica que pocos minutos después estaría en los medios de comunicación de todo el mundo. Nunca fue consciente del material que tenía entre sus manos. Sí, era una de las víctimas, pero también quien retrató la masacre.

«Cuando los soldados nos rescataron empecé a darme cuenta de la dimensión del ataque. A mi alrededor había de todo lo que uno se puede imaginar en estas situaciones. Ahora que veo las fotos con tranquilidad, hay cosas que prefiero no pensar lo que son», en alusión a cuerpos descompuestos y quebrados por la explosión. «Tuve un dilema cuando disparaba las fotos; por una parte es algo que me salía de manera mecánica, por otro quería ayudar, pero tenía miedo. Tampoco sabía si yo estaba bien realmente. Me di cuenta de que estaba viva cuando me hablaron los soldados», asegura, para matizar que «nunca hizo negocio de esta tragedia» y donó gratuitamente a dos agencias las fotos.

«De lo que más orgullosa me siento es de que, a través de esas 14 fotografías que hice, la gente pudo saber que sus familiares estaban bien. El jueves, un señor me paró por la calle y me dijo: ‘‘¿Tú eres quien hizo las fotos?’’ Mi mejor amigo se enteró de que su hijo, que estaba en el aeropuerto para ir a ver a su novia en Suecia, estaba vivo. Gracias», dice con orgullo. Aunque sin duda la foto que más dio de qué hablar es la de Nidhi, la azafata india con el torso descubierto y la chaqueta amarilla hecha jirones. «Me encantaría reencontrarme con ella, verla y hablar en persona, nos une algo que no olvidaremos nunca», afirma. Sin embargo, para este momento tendrá que esperar. Esta mujer india de 38 años estuvo en coma inducido hasta los primeros días. Ahora se encuentra con ventilación asistida en el hospital de Charleroi, a unos 55 kilómetros de Bruselas. «Tiene varios huesos rotos, no puede hablar, se recupera de manera lenta, pero damos gracias de que está viva», explica a este diario Kumar Gara desde la Embajada india en la capital europea, donde se aloja el esposo y el marido de Nidhi. Sus dos hijos siguen en India. «Está sedada, tiene fuertes dolores. No pude hablar», insiste. Su familia espera poder llevársela de vuelta a Bombay, de donde salió con destino a Newark (EE UU), previa escala en Bruselas, como miembro de la tripulación de Jet Airways, para la que trabaja.

Mientras Nidhi era hospitalizada, en la pista de aterrizaje de Zaventem, donde fueron recluidos los supervivientes, Ketevan hacía su primer directo vía Skype para la televisión pública de Georgia, de donde es corresponsal en Bruselas desde 2009. Eran la 13:00. «Estoy viva», fueron sus primeras palabras.