Muere Thatcher

No sin mis perlas

Durante su metamorfosis, Thatcher aceptó todos los consejos de sus asesores de imagen excepto renunciar al collar que le regaló su marido

La actriz Meryl Streep encarnó a Margaret Thatcher en la película biográfica «La dama de Hierro». Su magistral interpretación y su gran semejanza a la ex primera ministra británica le valieron su tercer Oscar en 2012
La actriz Meryl Streep encarnó a Margaret Thatcher en la película biográfica «La dama de Hierro». Su magistral interpretación y su gran semejanza a la ex primera ministra británica le valieron su tercer Oscar en 2012larazon

«Estoy dispuesta a quitarme el sombrero y a corregir la voz, pero las perlas no son negociables. Las perlas no me las quito». Margaret Thatcher tuvo que renunciar a muchas cosas en su vida y hacer varios sacrificios para conseguir su sueño, entre ellos, controlar su temperamento y seguir las instrucciones del equipo de expertos que llevó a cabo su gran metamorfosis. Cambiar el aspecto de la hija de un comerciante en una política con intenciones de mudarse a Downing Street no fue tarea fácil.

Gordon Reece, un excéntrico personaje que vivía a base de champán y puros, fue uno de sus primeros asesores de imagen. Le aconsejó un peinado más suave, le obligó a deshacerse de su ropa de chica de provincias para ponerle trajes con algo de escote y tonos pastel, le ordenó quitarse el sombrero y su collar. Y ella aceptó todo menos lo de las perlas. Era un regalo que su marido, Denis, le hizo cuando nacieron su mellizos y no estaba dispuesta a deshacerse de ellas. Es más, en prácticamente todas las fotografías oficiales de la «Dama de Hierro», las perlas están presentes.

Por su parte, Margaret King fue la que se convirtió en la responsable de su armario. Fue ella quien se encargó de sus «looks» poco antes de su histórico viaje a Moscú en 1987, donde se reunión con Mijail Gorbachov. «El gran sombrero de piel de zorro tuvo una acogida tremenda. Ella me llamó a las dos horas de haber regresado a Londres para decir que la ropa era sensacional. Estaba en un mundo de hombres. No podía vestirse de una manera frívola. Tenía que parecer femenina, pero hacerse respetar», recalcó.

Cuando se convirtió en primera ministra, Cynthia Crawford fue la modista que apuntaba detalladamente todo lo que llevaba, cuándo lo llevaba y cuántas veces lo había sacado en televisión. Durante la década de los ochenta, Thatcher se convirtió en sinónimo de elegancia y de buen gusto.

La ropa fue fundamental, pero su pelo también se convirtió en icono. El responsable de ese peinado meticulosamente estudiado era un «set de rulos calientes Carmen» que Thatcher llevaba a todas partes. Tan sólo varió el color. En los salones de belleza Mayfair Leonard Lewis, Daniel Galvin le dio un rubio más sutil. En alguna ocasión, el estilista confesó que ella entendió rápidamente que no podía ir por ahí con el mismo tono que Marilyn Monroe o Jayne Mansfield si quería mudarse al número 10.Una vez resuelto su aspecto, quedaba el problema de su voz. Un especialista del Teatro Nacional le enseñó a respirar correctamente y hablar más despacio y Laurence Olivier le recalcó la importancia de proyectar su propia personalidad en sus discursos en vez de repetir como un loro el guión escrito por otros. El gurú de la publicidad Lord Bell, quien trabajaba en Saatchi y Saatchi –la firma de relaciones públicas que llevó a la gloria al Partido Conservador en 1979– fue también un agente clave. Descubrió que si le daban un vaso de agua caliente con limón y miel antes de sus apariciones públicas el tono de su voz se convertía más grave y se relajaba la tensión de sus cuerdas vocales. Thatcher aceptó su propia metamorfosis, pero jamás, jamás, renunció a sus perlas.