Tribuna

Una nueva arma contra los mulás

Occidente debe promover una estructura de cooperación militar y económica regional entre los Estados árabes suníes e Israel para contener el ascenso de Irán

U.S. Secretary of State Antony Blinken leaves after meeting the journalists in a press conference at the G7 Foreign Ministers meeting on Capri Island, Italy, Friday, April 19, 2024. (AP Photo/Gregorio Borgia)
El secretario de Estado de EE UU en CapriASSOCIATED PRESSAgencia AP

El 7 de octubre fue el día más mortífero en la historia de Israel. Hamás asesinó a 1.200 israelíes y ciudadanos de otros países, además de secuestrar a otros 240. La guerra de las fuerzas armadas de Israel (FDI) en febrero ya había destruido dieciocho de los veinticuatro batallones de Hamás y acabado con la vida de más de 10.000 de sus miembros.

Irán disparó el 14 de abril más de trescientos drones, cohetes y misiles contra territorio israelí. EE UU, Israel, Reino Unido, Francia y Jordania pudieron desplegar recursos aéreos, marítimos y sistemas antiaéreos que abatieron el 99% del arsenal empleado por Teherán. La aplastante superioridad tecnológica y militar de EE UU, Israel y sus aliados, además de su coordinación, convirtió la agresión iraní en un fracaso en toda regla.

La teocracia islámica de Irán desde 1979 financia el terrorismo y arma a Hamás, Hezbolá, los hutíes en Yemen y las milicias chiíes en Irak. Aspira a ser la potencia hegemónica en Oriente Medio, desplazando a la actual coalición informal que Estados Unidos ha forjado durante décadas con las potencias suníes de Egipto, Arabia Saudí, Jordania, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Bahréin. La Administración de Joe Biden y la mayoría de las democracias occidentales apoyaron incondicionalmente a Israel después del 7-O. Desde hace décadas, Estados Unidos otorga a Israel asistencia financiera, armamento y tecnología avanzadas. Pero Washington y otras capitales occidentales advierten de las consecuencias de la muerte de más de 33.000 civiles en Gaza y la reducción de la mayor parte del enclave a escombros. Hamás utiliza a la población como escudos humanos. Pero Israel, la única democracia de la región, debe retener una superior autoridad moral.

La Casa Blanca había dado luz verde a Israel para que atacara Rafah después del lanzamiento de más de 300 proyectiles contra Israel. Pero, junto a sus aliados occidentales, instaba a Israel a no atacar territorio iraní. El bombardeo Israelí de una base militar cerca de Isfahán no se ha cobrado ninguna vida y causado escasos daños. Pero acrecienta la probabilidad de que Teherán decida enriquecer suficiente uranio para poder contar en pocos meses con sus primeros misiles nucleares.

Las milicias chiíes en Irak y Siria desde el 7-O han atacado repetidamente bases estadounidenses, cobrándose la vida cuatro soldados. La respuesta más quirúrgica de Estados Unidos ocasionó 114 bajas en las fuerzas enemigas y ha paralizado desde febrero las agresiones. Los éxitos tácticos de Israel en Gaza y en su operación contra Irán ponen de manifiesto que carece de una estrategia a medio plazo: quién gobernará Gaza y cómo se contiene a Irán sin una guerra abierta. Sube el precio del petróleo y se reavivará la inflación.

Washington y Riad habían progresado mucho en la conclusión de un acuerdo mediante el cual EE UU ofrecería una garantía de seguridad a Arabia Saudí a cambio de que estableciera relaciones diplomáticas con Israel. Se hubiera sumado a los Acuerdos de Abraham de 2020 mediante los cuales los EUA, Bahréin, Marruecos y Sudán otorgaron reconocimiento diplomático o normalización a Israel. Egipto en 1979 y Jordania en 1994 firmaron acuerdos de paz con Israel. Normalizadas las relaciones entre Arabia Saudí e Israel, Kuwait y Qatar seguirían el mismo camino. En dicho escenario nueve países árabes con una población conjunta de 250 millones de habitantes tendrían relaciones políticas plenas con Israel, una plataforma para fomentar el comercio, inversiones y turismo en la región. Un acuerdo entre Estados Unidos y Arabia Saudí asimismo acercaría a Riad a la coalición occidental que apoya a Ucrania. Los saudíes han permitido la incorporación de Rusia a OPEP + y recortado su producción de petróleo.

Estados Unidos, el G7 y la UE anunciaron más sanciones contra Irán. Pero Netanyahu descartó ciberataques u operaciones fuera de Irán porque desea proyectar el restablecimiento de su capacidad de disuasión. Las instalaciones militares iraníes están desperdigadas por todo su territorio, y las subterráneas sólo pueden ser destruidas por las bombas GBU-57 que solamente posee Estados Unidos.

El poderío militar conjunto de EE UU, Reino Unido y Francia y de tecnologías como la «cúpula de hierro» y la baterías Patriot protege una profundización de relaciones económicas entre Israel y sus vecinos árabes. Arabia Saudí es la decimonovena economía mundial por tamaño de PIB. Israel ocupa la plaza 28, EAU la 30, Egipto 37, Qatar 54, Kuwait 58, Marruecos 60, Jordania 90 y Bahréín 94. El PIB de los mencionados Estados asciende a 3,1 billones de dólares, casi diez veces más que el de Irán, de 366.438 millones.

Resolver el conflicto de Oriente Medio exige estadistas y pragmatismo. El republicano James Baker forjó una coalición militar con países árabes y europeos que liberó Kuwait. George Bush y Baker aprovecharon la victoria aliada en 1990 para forzar a Israel a negociar con la OLP en la conferencia de Madrid, proceso que culminó en los Acuerdos de Oslo en 1993 y la creación de la Autoridad Palestina. Promover una estructura de cooperación militar y económica regional es el arma más potente contra Irán.