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Ni Nueva York ni Shanghái: esta es la ciudad con más récord mundiales por su arquitectura
En un rincón poco transitado de Asia Central se alza la ciudad que más veces aparece en el Libro Guinness gracias a su ambición arquitectónica desmesurada

Quien llega por primera vez a Ashgabat, capital de Turkmenistán, tiene la sensación de haber aterrizado en una maqueta monumental construida a escala real. El orden geométrico, el mármol blanco que recubre gran parte de sus edificios y avenidas desiertas que parecen diseñadas para un futuro aún por estrenar conforman un paisaje urbano sin comparaciones en el mundo. La ciudad, levantada entre las montañas Kopet Dag y el desierto Karakum, combina un clima extremo con una planificación que busca reflejar poder, identidad nacional y modernidad.
Con unos 1,1 millones de habitantes, es el centro político y económico del país, pero también un escaparate urbano construido para transmitir poder y estabilidad. Y en esa misión, la ciudad acumula más récords Guinness arquitectónicos que cualquier otra urbe del planeta.
La ciudad con más mármol blanco del planeta
El registro más célebre de Ashgabat es también el que define su iconografía: la mayor concentración de edificios revestidos de mármol blanco del mundo. Según Guinness World Records, más de 500 construcciones están cubiertas con este material, que transforma la ciudad en un inmenso escenario luminoso donde la luz del desierto multiplica su destello.
Este uso masivo del mármol no solo busca una estética monumental; también funciona como símbolo político y cultural de un país que desea proyectar modernidad a través de la grandilocuencia arquitectónica.
La ambición urbanística de la capital turkmena se manifiesta en otros récords que rozan lo insólito:
- La noria cubierta más alta del mundo, instalada dentro de un complejo de ocio futurista.
- El Museo Nacional de la Alfombra de Turkmenistán, considerado el mayor dedicado a esta artesanía y hogar de la alfombra tejida a mano más grande jamás creada, con cientos de metros cuadrados.
- La torre de televisión, que, además de ser el edificio más alto del país, sostiene la estructura arquitectónica en forma de estrella más grande del planeta.
La excentricidad de una dictadura
Pero Ashgabat es también una ciudad de contrastes. Su monumentalidad convive con una sociedad sometida a un estricto control político. Las restricciones al acceso a Internet con plataformas como Facebook, Instagram, WhatsApp o YouTube bloqueadas, la vigilancia del espacio público y las normativas que llegan incluso a limitar el aspecto personal o el color permitido para los automóviles forman parte de la vida diaria, favoreciendo el blanco como parte de la estética oficial de la ciudad. Todo ello en un contexto donde la disidencia es perseguida y donde criticar públicamente al Gobierno puede acarrear represalias severas.
Turkmenistán aparece regularmente entre los países con menor libertad de prensa y acceso a información externa, según informes de organizaciones internacionales y el CIA World Factbook. El gobierno ha impulsado aplicaciones locales como Bizbarde o Belet Video para sustituir los servicios digitales prohibidos, reforzando un ecosistema tecnológico totalmente controlado por el Estado.
Una metrópolis singular en un país de paisajes extremos
A las afueras, el contraste vuelve a intensificarse. A unos cientos de kilómetros se encuentra el célebre cráter de Darvaza, conocido como la Puerta del Infierno, un pozo ardiente que lleva décadas en combustión y que se ha convertido en uno de los grandes fenómenos naturales de Asia Central.

Ashgabat combina una colección incomparable de récords arquitectónicos con una realidad social marcada por el control estatal y una identidad nacional que se expresa a través de la monumentalidad. En un mundo donde las grandes ciudades compiten por levantar los rascacielos más altos o los museos más espectaculares, la capital de Turkmenistán lo hace a su manera: con mármol, geometría y una voluntad férrea de destacar.
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