Argentina

Odebrecht, el coloso brasileño que sobornó a un continente

El milagro económico de Brasil floreció en paralelo con la expansión de esta constructora, convertida hoy en el epicentro de una gran trama de corrupción en 12 países que puede hundir a varios presidentes latinoamericanos

Trabajadores protestan en Panamá contra la corrupción promovida por Odebrecht
Trabajadores protestan en Panamá contra la corrupción promovida por Odebrechtlarazon

El milagro económico de Brasil floreció en paralelo con la expansión de esta constructora, convertida hoy en el epicentro de una gran trama de corrupción en 12 países que puede hundir a varios presidentes latinoamericanos

Una criatura de ladrillo capaz de devorar conciencias de medio mundo. Odebrecht, la mayor constructora de América Latina, nació en Brasil y fue creciendo en la última década gracias a la ayuda del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien alimentó a la multinacional en plena burbuja financiera. Eran tiempos de caipiriña, samba y alegría, algo que muchos denominaron «el milagro brasilero». Pero la burbuja estalló, vino la crisis y los indignados salieron a las calles. Como escenario de fondo, grandes acontecimientos mundiales que llegaron en plena tormenta. Luego «la basura» empezó a reflotar, toneladas de trapos sucios imposibles de ocultar. Marcelo Odebrecht, el jefe de la compañía, conocido como «el dueño de Brasil», se vio acorralado y empezó a confesar, acusando a políticos de haberse dejado sobornar.

La compañía, que también participa en la manufactura de productos químicos y petroquímicos, fue fundada por el ingeniero Norberto Odebrecht en 1944, en Salvador de Bahía. Su historia de sobornos comienza a finales de los años 80, cuando la constructora creó una caja B llamada «Sector de relaciones estratégicas» destinada a cohechos. Dictadores y mandatarios de la época entraron en nómina. Pero la chispa saltó cuando Paulo Roberto Costa, el principal delator del «caso Petrobras» –otro escándalo de corrupción en Brasil dentro de la «operación Lava Jato»–, declaró haber recibido pagos por parte de Odebrecht. El presidente de la constructora, Marcelo, y otros directivos fueron detenidos y condenados en 2015.

Finalmente, el 21 de diciembre pasado, una investigación del Departamento de Justicia de Estados Unidos detalló que la empresa habría realizado sobornos por valor de 788 millones de dólares a funcionarios públicos de doce países (Angola, Mozambique, Colombia, México, Panamá, Guatemala, República Dominicana, Perú, Argentina, Venezuela, Ecuador, Estados Unidos y Brasil) durante los últimos quince años para obtener beneficios en cien contrataciones públicas. Fue Marcelo Odebrecht, un financiero de «nervios de acero» y un imparable deseo de crecimiento, quien llevó a este conglomerado de ingeniería y construcción a lugares a los que pocas compañías se han atrevido a ir, como Libia y Cuba. Una especie de «conquistador de mercados» cuya codicia se descontrolaba. Marcelo convirtió el «holding» en el mayor empleador privado de Brasil –con 125.000 trabajadores en más de una veintena de países– y uno de los cinco grupos privados más grandes del país. El alza del grupo coincidió con los mandatos del ex presidente Lula da Silva, quien tuvo como meta transformar Brasil en una potencia mundial a través de la promoción de multinacionales locales. Supo continuar con el pragmatismo económico de su antecesor Cardoso e implementar medidas sociales. Una ecuación simple que dio rápidos resultados. Llegó la ayuda para los más pobres y la brecha se acortó. La clase media también mejoró aumentando el consumo interno, principal motor del país. Todos se frotaban las manos, incluidas las empresas que empezaron a mover ficha para llevarse las «obras faraónicas» de la era Lula. «La relación entre el sector empresarial y la política son explosivas», asegura Adriano Oliveira, profesor de Ciencias Políticas, a LA RAZÓN, quien niega que a pesar de los sucesivos escándalos Brasil sea el país más corrupto.

Odebrecht ha sido un firme partidario de Lula y de su sucesora, Dilma Rousseff. Durante su mandato, el presidente Lula abrió los grifos del Banco estatal de desarrollo de Brasil para la constructora. Por ejemplo, el puerto de Cuba fue financiado con créditos de esta entidad. Una vez que Lula dejó el cargo, pasó a convertirse en embajador de «la marca». Todo mientras Rousseff gobernaba un país a la deriva. En junio del 2015, la Policía brasileña arrestaba a Marcelo y acusaba a su compañía de participar de un esquema de sobornos por 2.100 millones de dólares en la petrolera estatal Petrobras. La colisión fue imparable y Rousseff tuvo que abandonar la presidencia. «Podría ocurrir algo así en otros países», explica el profesor Oliveira, después de saberse que la campaña del presidente Juan Manuel Santos estuvo financiada presuntamente con dinero de Odebrecht. También ha afectado al ex presidente peruano Alejandro Toledo, que está en busca y captura, acusado de haber recibido 20 millones de dólares de la constructora. Asimismo el escándalo ha salpicado al Gobierno argentino de Mauricio Macri, cuyo amigo y jefe del servicio de inteligencia Gustavo Arribas recibió una transferencia de 600.000 dólares de la misma cuenta que utilizaba un intermediario de Odebrecht para pagar sobornos. El presidente de Panamá también fue acusado en las últimas horas de recibir «donaciones» de Odebrecht. Así lo afirmó el que fuera su ministro consejero y fundador del bufete Mossack Fonseca, Ramón Fonseca Mora, conocido por los papeles de Panamá.

El problema es que el caso Odebrecht sólo acaba de comenzar. El escándalo está abierto con investigaciones judiciales paralelas en Estados Unidos y Brasil que, según avanzan, activan nuevas causas en terceros países. Muchos, la mayoría de los líderes de América Latina, tienen motivos para preocuparse.

Venezuela, «un paraíso capitalista»

Odebrecht ha realizado en Venezuela más de 40 obras desde que desembarcó en el país de la mano de Hugo Chávez. Según el diario «El Nuevo Herald», encontró allí «un paraíso para capitalistas en un país socialista». Según la confesión de varios directivos de la empresa, funcionarios del Gobierno chavista se llevaron hasta 98 millones de dólares en sobornos durante todos estos años. Al menos hay ocho obras de esta empresa brasileña que están paradas y su futuro parece incierto. La fiscal Luisa Ortega Díaz ya ha anunciado que las autoridades van a investigar a los funcionarios citados como receptores de esos pagos.