Catástrofe

“El olor a muerte es omnipresente”: las víctimas se disparan a 20.000 en Turquía y Siria

Desesperación en el epicentro del terremoto. Comienzan los funerales, que se celebran en hileras de diez en diez cadáveres

En Turquía, los operarios nacionales e internacionales seguían buscando desesperadamente entre las ruinas de edificios algún superviviente con vida. En Siria, donde la población local trata de localizar a sus seres queridos con sus propias manos, las esperanzas se van desvaneciendo. Pasados cuatro días del terremoto de 7,8 grados en la escala de Richter –cuya devastación no tiene precedentes desde 1939-, la cifra de víctimas mortales entre ambos países asciende ya a más de 20.000. Además, se cuentan ya por lo menos 65.000 heridos de distinta gravedad.

Más de cuatro días después del desastre natural que sacudió la región, los equipos de emergencia apuran las horas para seguir obrando milagros. En Antakya, con calles enteras derruidas que parecen sacadas de un film de ciencia ficción, los operarios encontraron viva a la pequeña Hazal Guner. Dos horas después, dieron con su padre, Soner. Cuando ya estaba montado en la ambulancia, se notificó al hombre que su hija también fue localizada, y que se dirigían al mismo hospital. “¡Os quiero mucho a todos!”, exclamó a los sanitarios que le brindaban primeros auxilios.

En territorio sirio, donde retumbaba el clamor para exigir el ingreso inmediato de ayuda internacional, finalmente llegó una tímida respuesta. Las primeras ayudas enviadas por la ONU cruzaron ayer al norte de Siria desde Turquía. Seis camiones cargados de mercancías llegaron a la localidad de Bab al Hawa, el único cruce fronterizo autorizado por el Consejo de Seguridad de la ONU para la entrega de ayudas. Dadas las sanciones internacionales impuestas sobre el régimen de Bachar al Asad por las atrocidades cometidas durante doce años de guerra civil, así como la existencia de los últimos bastiones controlados por facciones rebeldes al norte del país, la respuesta de la comunidad internacional fue mucho más lenta de lo requerido.

Resul Serdar, enviado especial de Al Jazeera en Kahramanmaras, contó que unos 1.000 edificios colapsaron en la ciudad y cientos de personas murieron. Junto al reportero, familiares seguían apurando esfuerzos para intentar localizar a alguien. Desafortunadamente, todos los que fueron encontrados la noche anterior ya habían fallecido. Además, entre las montañas ruinas también ardían grandes llamaradas, lo que dificultaba todavía más las tareas de rescate. Bajo los restos de un gran hotel de la ciudad se estima que hay enterrados más de 60 cuerpos.

En el directo televisivo apareció una familia siria, que huyó de los bombardeos en Alepo en 2014. Ahora, vagan con paquetes y mantas por las calles, tras haber perdido a cinco familiares por el terremoto. El Ejército turco montó un puesto de cocina para alimentar a los miles de sin techo, pero el gran temor es que las temperaturas extremas de la noche sean inaguantables.

“Las primeras 72 horas son críticas. Las posibilidades de sobrevivir en las primeras 24 es de un 74%, tras 72 horas un 22%, y en el quinto día solamente un 6%”, precisó Steven Godby, experto en catástrofes naturales de la Universidad Nottingham Trent de Inglaterra.

En Gaziantep, el epicentro del desastre, un superviviente contó que “pensé que había caído una bomba atómica en la ciudad. Perdimos nuestras casas, perdimos a los vecinos. Es muy difícil esto”, afirmó Nihat. Los centros de refugio de la ciudad están colapsados de familias con niños, y la gente apenas duerme por la tristeza y la angustia que genera la incertidumbre sobre el paradero de sus seres queridos.

Entre el criticismo desatado por la lenta respuesta de las autoridades, Recep Tayyip Erdogan se dirigió ayer a Osmaniye, Kilis y Gaziantep. El presidente turco prometió una rápida construcción de las infraestructuras damnificadas, pero mientras tanto los supervivientes malviven sin agua o calefacción en zonas cubiertas por la nieve.

El propio Erdogan dijo que hasta 13 millones de turcos podrían haber sido damnificados por la hecatombe. Por ahora, el líder turco prometió ayudas de 10.000 liras (unos 500 euros) a las familias afectadas.

Comienzan los funerales

En el cementerio de Gaziantep, los funerales se celebran en hileras de por lo menos 10 féretros. El alcalde de la localidad, Fatma Sahin, hizo un llamamiento para que más imanes acudan al recinto para dar el último adiós a los fallecidos. Por ahora, el único líder religioso presente dio un sermón ante cientos de lugareños, que formaron filas frente a los ataúdes verdes de las víctimas.

Turkish earthquake victims remains brought to Elbistan state mortuary
Turkish earthquake victims remains brought to Elbistan state mortuarySEDAT SUNAAgencia EFE

Hatice, una mujer de la región, lloraba desconsolada. Su hija Ruveyda, que fue encontrada con vida, acabó sucumbiendo por las heridas en sus órganos vitales. Su hijo mayor, Serhat, continúa desaparecido. Antes del funeral masivo, la madre rechazó ver el cuerpo sin vida de Ruveyda: “No puedo verla así”. El cementerio, dividido en dos secciones de hombres y mujeres, no dejaba de recibir ataúdes. En la mezquita de la parte masculina, los congregados se congregaron ante una nueva hilera de diez víctimas. En el exterior, las sirenas de las ambulancias seguían avisando de nuevas llegadas.