Rusia

Muere en prisión el opositor ruso Alexéi Navalni

Asi lo han confirmado los servicios penitenciarios después de que fuese trasladado en diciembre a una prisión en el Ártico

La historia del opositor ruso Alexei Navalni no debía haber sido la crónica de una muerte anunciada, aunque mucha gente en Rusia opinaba lo contrario. El mal presagio se hizo realidad ayer llevándose la vida del político y con ella las esperanzas de muchos quienes deseaban otra suerte a su país. Aunque ayer a última hora los abogados de Navalni seguían sin tener una confirmación oficial de lo sucedido, los medios de comunicación rusos se hacían eco de una nota enviada por los servicios penitenciarios que afirmaba que el opositor había muerto en la colonia penal IK-3 de Jarp, en la región de Yamal-Nenets, en donde se encontraba privado de libertad, a unos 1.900 kilómetros al noreste de Moscú.

Según el comunicado, Navalni, de 47 años, empezó a encontrarse mal después de una caminata, perdiendo casi inmediatamente el conocimiento. Tras acudir los servicios médicos de la colonia penitenciaria, estos sólo pudieron certificar su muerte tras intentar sin éxito reanimarle durante 30 minutos. Según ese comunicado, «se llevaron a cabo todas las medidas de reanimación necesarias, que no dieron resultados positivos». El texto concluye diciendo que «se están determinando las causas del fallecimiento».

Las reacciones en Rusia no se han hecho esperar, aunque han sido pocas. El Servicio Federal Penitenciario anunció el envío de una comisión investigadora al lugar de los hechos. Desde el Kremlin, su portavoz oficial, Dmitri Peskov, afirmaba, nada más conocerse la noticia, que el Gobierno no disponía de información acerca de las causas de la muerte del opositor, un asunto que aún tenían que aclarar los médicos. El representante del presidente confirmó que Vladimir Putin había sido informado de lo ocurrido, añadiendo que será el Servicio Penitenciario ruso el encargado de llevar a cabo las comprobaciones necesarias en estos casos, lo que no requiere emitir «instrucciones adicionales».

Para muchos, Navalni era el único que podía plantarle cara al todopoderoso Putin tras 24 años en el poder. Este abogado moscovita irrumpió en la política rusa en el año 2013, cuando se presentó a la Alcaldía de Moscú, consiguiendo el 27,24% de los votos, todo un logro para la inamovible administración de la capital, lo cual le otorgó una excelente reputación como político. Dos años antes, había creado la Fundación Anticorrupción, una ONG que se encargaba de dar a conocer cualquier caso de corrupción que llegaba a sus colaboradores. Navalni publicaba artículos de opinión en medios independientes y algunas de sus ideas liberales chocaban contra la nueva ideología conservadora de Putin, como la legalización del matrimonio homosexual.

La suerte de Navalni se truncó el 20 de agosto de 2020, cuando en un vuelo de Tomsk a Moscú empezó a experimentar los síntomas de un envenenamiento que casi acaba con su vida. Trasladado de inmediato a Alemania, pudo recuperarse allí durante los cinco meses siguientes. A pesar de las propuestas del Gobierno alemán para permanecer en ese país, Navalni puso rumbo a Moscú en enero de 2021. Nada más aterrizar en Moscú fue detenido, acusado de haberse saltado una citación para declarar ante el juez que instruía el «caso Yves Rocher», en el que Navalni había sido declarado culpable de fraude, aunque la sentencia había quedado suspendida. A partir de ahí, las condenas a Navalni se fueron encadenando. En 2022, fue condenado a nueve años de prisión por un delito de fraude y desacato. En agosto de 2023, el Tribunal Municipal de Moscú le declaró culpable de extremismo y llamar a la rebelión popular, endosándole una nueva condena, esta vez de 19 años. Los procesos en su contra seguían multiplicándose y, precisamente un día antes de su fallecimiento, Navalni intervenía por videoconferencia en una vista judicial ante el tribunal de Kovrovsky, cuyas imágenes difundió ayer el portal SotaVision.

La muerte de Navalni cierra un período de crítica a Putin, dejando huérfano a un sector de la sociedad rusa que se ha quedado sin líderes. Los colaboradores de Navalni que no se encuentran encarcelados es porque huyeron del país después de que el Gobierno clausurara sus actividades y oficinas. Su viuda, Yulia Navalnaya, que se encontraba ayer en la Conferencia de Seguridad de Múnich, tomó la palabra para hacer un llamamiento a la comunidad internacional a unirse y luchar contra «el régimen horrible» que existe en Rusia. «Putin debe responder personalmente por las atrocidades que ha cometido en el país en los últimos años», afirmó Navalnaya, visiblemente emocionada.

Las reacciones a la muerte de Navalni han llegado desde todos los lugares. El excampeón mundial de ajedrez y opositor Gary Kasparov, exiliado en EE UU, afirmó que «Putin es el asesino de Navalni», después de intentar «sin éxito matar a Navalny rápida y secretamente con veneno, y ahora lo ha asesinado lenta y públicamente en prisión. Fue asesinado por exponer a Putin y su mafia como los delincuentes y ladrones que son». Por su parte, el Nobel de la Paz de 2021, el ruso Dmitri Muratov, manifestó que el opositor «fue torturado y atormentado durante tres años. Como me dijo el doctor de Navalni: el cuerpo no puede soportar esas cosas. El asesinato se sumó a la sentencia». El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel; la presidenta de la Comisión Europea; Ursula von der Leyen, o el alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, han mostrado su pesar por lo ocurrido, señalando directamente a Putin.