
Historia
La otra ruta de la seda: cuando España conectó Asia y Europa mucho antes que Marco Polo
Un documental revelador reconstruye los lazos invisibles entre la Península Ibérica y China desde hace más de 2.000 años, y reivindica a Filipinas como el puente olvidado del primer mundo global
Ni Marco Polo ni Colón fueron los primeros. Un nuevo reportaje documental, dirigido por la periodista Lorena Galdón, desvela los vínculos que unieron Oriente y Occidente a través de la antigua Filipinas y el Imperio Español. En el Día de la Amistad Filipinas–España, La Razón estrena en exclusiva esta pieza que reescribe los mapas de la historia.
La obra se estrena hoy, 30 de junio, con motivo del Día de la Amistad Filipinas–España, conmemoración que recuerda el gesto del presidente Aguinaldo en 1899, al perdonar a los últimos soldados españoles del Sitio de Baler como un acto de reconciliación histórica. Una fecha para recordar que Oriente y Occidente no sólo se encontraron en los mapas, sino en la sangre, en la lengua y en la visión del mundo.
Durante siglos, nos contaron que Asia y Europa eran mundos separados, islas culturales divididas por océanos y murallas. Pero los vientos de la historia soplan en otra dirección. En De Oriente a Occidente, un documental escrito y dirigido por Lorena Galdón, las piezas perdidas del rompecabezas global comienzan a encajar: rutas comerciales milenarias, monedas universales, cartas imperiales y nombres olvidados que tejieron la primera red mundial… y no desde Londres, sino desde Manila.
“España pone en contacto a dos continentes, como son Asia y Europa, a través de América, nada menos”, afirma Susana García, directora de investigación del Museo Naval, una de las voces que guían este relato coral junto al Capitán de Navío José Ramón Vallespín, María Dolores Elizalde (profesora de investigación del CSIC), David Sevillano (profesor de Estudios de Asia Oriental y Filología China en la Universidad Complutense de Madrid), y Emilio de Miguel, exembajador para el Indo-Pacífico y actual director de Casa Asia.
El viaje parte del pasado remoto —cuando las crónicas chinas ya hablaban de metales procedentes de Huelva— y desemboca en el corazón de Manila, capital filipina trazada en piedra por el Virreinato de Nueva España. Allí se fundó la primera universidad de Asia, florecieron las primeras redes multiculturales del Pacífico y se imprimió una moneda —el Real de a Ocho— que acabaría dando forma al dólar estadounidense y a la economía global.
Filipinas no fue una colonia: fue el puente
Un punto de confluencia donde lo español, lo chino, lo indígena y lo mestizo crearon una civilización inédita. Hoy, ese legado sigue latiendo en los apellidos y las palabras, en la danza —como la jota—, en la mesa comiendo paella— y en las leyes que aún conservan huellas del derecho romano.
Pero sobre todo, perdura en la forma en que dos mundos, tan lejanos en apariencia, aprendieron a reconocerse, mezclarse y transformarse. Porque entre Oriente y Occidente no hubo una frontera: hubo un encuentro.
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