Tensión militar

Pakistán pronuncia la palabra maldita y amenaza a India con represalias nucleares

El ministro paquistaní Hanif Abbasi recuerda a India que tiene 130 cabezas nucleares apuntando a su vecino

Kashmiri villagers inspect the debris of the blown-up family home of Ahsan Ul Haq Shiekh, a militant who officials say is involved in the deadly attack on tourists in Pahalgam, seen through the window of partially damaged house of a neighbor at Murran village in Pulwama, south of Srinagar, Indian controlled Kashmir, Saturday, April 26, 2025. (AP Photo/Dar Yasin)
Ataque terrorista en CachemiraASSOCIATED PRESSAgencia AP

El ministro de Ferrocarriles de Pakistán, Muhammad Hanif Abbasi, no se contuvo al afirmar este domingo que su país mantiene 130 cabezas nucleares apuntando directamente a India, en un contexto de creciente resentimiento tras el brutal atentado contra turistas en Pahalgam, Jammu y Cachemira. Estas declaraciones surgen como respuesta a la decisión de India de suspender el Tratado de las Aguas del Indo, una controvertida maniobra diplomática que refleja la hostilidad de Nueva Delhi hacia Islamabad tras el ataque terrorista.

"Si nos cortan el suministro de agua, deben estar listos para una guerra. Nuestros misiles no están para ser exhibidos. Nadie sabe dónde hemos escondido nuestras armas nucleares en todo el país. Lo repito: estos misiles balísticos están todos dirigidos contra vosotros", advirtió Abbasi, según India Today.

En otra escalada retórica, el político Bilawal Bhutto-Zardari también lanzó un desafío directo al primer ministro indio, Narendra Modi, afirmando que el río Indo seguirá siendo parte de Pakistán. "Por él correrá nuestra agua o su sangre", enfatizó. "Dondequiera que vaya Modi, afirma que India es la heredera de la civilización del valle del Indo, que tiene más de mil años de historia. Pero la verdad es que nosotros somos los herederos de esa civilización, y no dudaremos en defenderla a toda costa", concluyó Bhutto-Zardari, dejando claro que están preparados para cualquier desafío.

Por su parte, Modi canalizó la indignación nacional y buscó encender un fervor patriótico en medio de la crisis al proclamar el domingo en su programa radiofónico "¡puedo sentir que la sangre de cada indio hierve después de ver las imágenes del ataque terrorista. El asalto, según Modi, revela la desesperación de los patrocinadores del terrorismo y su cobardía. En un momento en que la región comenzaba a experimentar una incipiente paz, con vitalidad en las escuelas y colegios, un auge sin precedentes en la construcción, y un flujo récord de turistas, la situación se ha visto devastada.

Afirmó que "los terroristas y sus patrocinadores quieren que Cachemira vuelva a ser destruida", denunciando así la conspiración detrás del ataque. En un tono firme, prometió que las víctimas obtendrán justicia, dejando claro que su respuesta no será solo retórica, se traducirá en acciones contundentes.

India ha intensificado sus medidas punitivas diplomáticas. La Oficina de Inteligencia entregó a la policía una lista de unos 5.000 ciudadanos paquistaníes residentes en Delhi. A la mayoría de los listados se les ha revocado el visado, con la excepción de aquellos que poseen visados de larga duración, particularmente los ciudadanos hindúes paquistaníes, quienes quedan exentos de esta medida. El Ministerio del Interior confirmó que la revocación de visas entró en vigor el domingo, excluyendo únicamente las categorías médica y diplomática.

Por otra parte, Modi incluyó la suspensión, por primera vez, del Tratado de las Aguas del Indo de 1960 que garantiza agua para el 80% de las granjas pakistaníes, afirmando que duraría hasta que «renuncien de forma creíble e irrevocable a su apoyo al terrorismo transfronterizo». El jefe de Estado ha prometido contundentes represalias y una persecución global a los terroristas.

Las fuerzas de seguridad han intensificado su respuesta, con cientos de detenidos y con la demolición de las casas de diez extremistas en todo Jammu y Cachemira. Entre las propiedades destruidas se encuentra la vivienda en Anantnag de Adil Hussain Thokar, identificado como uno de los atacantes que abrieron fuego en el prado de Baisaran.

Altos funcionarios indios confirmaron que se están evaluando opciones militares, como ataques en territorio indio utilizando armamento modernizado y drones de ataque. No obstante, el Ministerio de Información y Radiodifusión ha ordenado a todos los medios que se abstengan de cubrir las operaciones de defensa y los movimientos de tropas, alegando motivos de seguridad nacional.

Para numerosos cachemires, el miedo es un déjà vu aterrador. Tras el atentado suicida de Pulwama en 2019, que dejó 40 soldados paramilitares muertos, una ola de violencia arrasó el país, dejando a los habitantes desolados, humillados y obligados a huir, muchos de ellos sin posibilidad de regresar. Ahora, seis años después, la ruleta del odio vuelve a girar, trayendo consigo un ominoso presagio de sufrimiento.

En medio de este sombrío panorama, desde la noche del jueves se han desatado intensos enfrentamientos entre las tropas pakistaníes e hindúes en el sur del valle de Samahni y al norte de la región de Neelum, en la disputada línea de separación de Cachemira. Las dos naciones han reforzado su presencia militar, enviando contingentes masivos de soldados y armamento,

El grupo terrorista Lashkar-e-Taiba (LeT) y su frente asociado, el Frente de Resistencia (TRF), emitieron el sábado una tajante negación de su implicación en el ataque de Pahalgam asegurando que “cualquier atribución de este acto a la LFR es falsa, precipitada y forma parte de una campaña orquestada para difamar a la resistencia cachemir".

El terrible atentado perpetrado por militantes en Cachemira, en el que fallecieron al menos 25 turistas indios y un ciudadano nepalí, y que causó heridas a otros tantos, presenta todas las características del terrorismo. Fue perpetrado por pistoleros que identificaron a los hombres hindúes exigiéndoles que recitaran versículos del Corán antes de asesinarlos, al tiempo que perdonaban la vida a mujeres y niños.

La coincidencia de los atentados con la visita a India del vicepresidente estadounidense, J.D. Vance, puso de manifiesto que el objetivo era lograr el máximo impacto. El ataque se produjo al comienzo de la temporada alta de turismo, justo antes de la peregrinación anual hindú Amarnath Yatra, que atrae a miles de personas cada año. Además, se produjo poco después de las provocadoras declaraciones del jefe militar de Pakistán, Asim Munir, quien aseguró que «ninguna potencia del mundo puede separar Cachemira de Pakistán. Cachemira es la yugular de Pakistán».

Cachemira es escenario de múltiples reivindicaciones, conflictos enquistados e intensa militarización. La disputa política se ha utilizado además para dividir a sus ciudadanos por motivos religiosos, lo que ha dado lugar a un discurso de victimismo contrapuesto entre musulmanes e hindúes. En un contexto de islamofobia ya normalizada en India, un suceso de este tipo crea mayores perspectivas de represión y violencia contra los musulmanes.

En medio de la escalada de sentimientos antimusulmanes de la Hindutva (nacionalista hindú) en el país, algunas personas tomaron las redes sociales para exigir la anexión de la Cachemira administrada por Pakistán (conocida como «PoK»). Al parecer, los musulmanes cachemires de India se enfrentan ahora a grupos hindúes que amenazan con atacarlos.

Esta oleada de indignación refleja la histórica y turbulenta relación entre ambos países, marcada por un ciclo interminable de represalias y venganza. Con una espiral de violencia que se alimenta del odio y la desconfianza, la posibilidad de una distensión se desdibuja cada día más. La amenaza de un error de cálculo entre estos vecinos, ambos poseedores de armamento nuclear, es cada vez más real. En un contexto donde la retórica bélica crece, la razón parece perder terreno, dejando a la región al borde de un desastre inminente.