Primer año de Petro
Petro, de la esperanza al escándalo permanente en Colombia en solo un año
El primer presidente de izquierdas en Colombia cumple un año de mandato marcado por las sospechas de corrupción y la parálisis de su Gobierno
A los presidentes de Estados Unidos se les suele llamar “pato cojo” en su segundo mandato por su limitada capacidad de maniobra política. Al actual presidente de Colombia, Gustavo Petro, parece haberle bastado un año en el poder para llegar a tal condición.
Juramentado hace un año como el primer presidente de izquierdas de la historia de Colombia, el exguerrillero de perfil intelectual, curtido a lo largo de los años en diversos frentes de la política colombiana, entusiasmó a muchos con sus promesas de cambio y justicia social en un país atravesado por décadas de desigualdad y violencia, y el cáncer enquistado del narcotráfico y el crimen organizado.
Petro prometió reformas integrales del sistema de salud y de pensiones para reducir la brecha social, la búsqueda de la “paz total” para terminar con las muertes que siguen siendo habituales en Colombia casi siete años después del histórico acuerdo firmado entre el entonces presidente Juan Manuel Santos y las FARC. La sangría provocada por el narco, grupos guerrilleros y la delincuencia común no ha cesado y 2022 cerró con más de 12.200 homicidios en el país, según los datos del Centro de Análisis de Datos de la Universidad Externado de Colombia.
Petro prometió incluso que con él Colombia se alejaría de los combustibles fósiles y se alinearía con los países que más reducen sus emisiones para frenar el cambio climático. No constan avances significativos en este campo, pero Petro sí cumplió otra de sus grandes promesas, la del restablecimiento de las relaciones diplomáticas con la Venezuela de Nicolás Maduro, quizá su apuesta de campaña más fácil de concretar,. Persisten, no obstante, las dudas de qué gana Colombia con un acercamiento que contribuye a blanquear la imagen internacional del dictador venezolano.
Pero los ambiciosos planes del presidente han quedado enlodados por su incapacidad para sumar los apoyos necesarios para su aprobación en el Congreso y los escándalos que han salpicado su Gobierno casi desde su primera hora. El más lacerante de todos y el que más en cuestión lo ha dejado es el que afecta a su propio hijo Nicolás, acusado por la Fiscalía de apropiarse de fondos recaudados entre destacados cabecillas criminales colombianos para apoyar la campaña electoral de su padre.
Petro intentó en un primer momento desvincularse de las actividades de su hijo. “Que estos sucesos forjen su carácter y pueda reflexionar sobre sus propios errores”, llegó a expresar tras conocer que había sido detenido en la ciudad de Barranquilla. En la Casa de Nariño se aferraron a que el dinero nunca llegó a las arcas de la campaña, pero las cosas dieron un giro dramático, cuando Nicolás Petro Burgos aceptó la semana pasada colaborar con la investigación y, en contra de lo que había declarado inicialmente, reconoció que parte de los fondos del narco acabaron finalmente financiando la candidatura de su padre.
Aunque Petro Burgos sostuvo que su padre no tenía conocimiento de sus actividades ni del destino final de los fondos, la revelación cayó como un obús en la política colombiana y dejó muy maltrecha la estrategia que hasta entonces había adoptado Petro para protegerse del escándalo.
Hasta el punto de que el presidente tuvo que recordar en un acto con simpatizantes el jueves pasado en Sucre que tiene intención de agotar su mandato, que expira en 2026. “Este gobierno se acaba de acuerdo al mandato popular, de nadie más”, proclamó. Sus palabras revelan implícitamente que el escándalo pone seriamente en entredicho la viabilidad de su presidencia y que Petro es consciente de que se encuentra en el punto de mira del fiscal general de la República, Francisco Barbosa, al que desde el entorno petrista acusan de impulsar un “golpe blando” contra el presidente.
Pero no solo su familia ha sido una fuente de escándalos y preocupaciones para Petro; también sus colaboradores más cercanos. Las disputas entre Armando Benedetti, un viejo aliado al que Petro envió como embajador a manejar el delicado acercamiento a Caracas, y Laura Sarabia, la joven funcionaria a la que Petro había promovido a secretaria de su Gabinete. La filtración a los medios de conversaciones telefónicas entre ambos en las que Benedetti amenazaba con revelar que la campaña de Petro recibió donaciones del narco motivó otra investigación de la Fiscalía y obligó al presidente a prescindir de ambos. Otro feo asunto, con escuchas telefónicas de por medio, que dejó bastante tocada la imagen de honestidad y limpieza que Petro había vendido a los colombianos.
Benedetti ha sido un actor clave. Se le atribuye haber sido uno de los muñidores de la candidatura exitosa de Petro y, una vez en la presidencia, este le confió el polémico acercamiento a la Venezuela chavista. Después de años sin relaciones diplomáticas entre ambos países, y de que sus fronteras permaneciesen cerradas durante el mandato de Iván Duque, Benedetti se convirtió en el primer embajador colombiano en Caracas desde 2018.
El giro ha sido total y bien recibido por Maduro, ávido de reconocimiento internacional ahora que su régimen parece superar años de aislamiento y repudio regional total. Petro viajó hasta Caracas para reunirse en el Palacio de Miraflores con Maduro y participó en un acto solemne de de reapertura de la frontera entre ambos países, aunque el propio Petro ha manifestado su frustración porque tanto en el lado venezolano como el colombiano siguen campando a sus anchas grupos criminales que trafican con drogas, combustible y personas.
Tampoco su empeño por alcanzar la “paz total” para Colombia ha dado hasta ahora el resultado esperado, aunque el presidente se aferra a la esperanza y a avances parciales, como el alto el fuego de seis meses alcanzado con el ELN, el grupo guerrillero más importante de los que quedan activos desde la desmovilización de las FARC. Petro confía en lograr un entendimiento similar al que Santos alcanzó con las FARC en 2016. La oferta de diálogo está abierta a todos los grupos armados que operan en Colombia, lo que algunos detractores critican como la dañina homologación del gobierno nacional con cualquiera de las muchas mafias colombianas, pero el presidente está convencido de que hay que alcanzar la paz a toda costa y el diálogo es el único camino.
✕
Accede a tu cuenta para comentar