UE

El PPE duda entre pactar o aislar a la ultraderecha

Los buenos resultados de los partidos populistas en Portugal

y Países Bajos reabren el debate antes de las elecciones europeas

TAndre Ventura, el líder de Chega, el partido ultra portugués
TAndre Ventura, el líder de Chega, el partido ultra portuguésAgencia EFE

Los partidos de extrema derecha han dejado de ser un fenómeno coyuntural y está claro que han llegado al panorama europeo para quedarse. Como última muestra, los resultados electorales en Portugal y el ascenso imparable del partido Chega, que ha sabido canalizar el descontento de nuestros vecinos con los partidos tradicionales. Esta formación ha pasado en apenas cinco años de ser una fuerza marginal y tener tan solo un único diputado a convertirse en el tercer partido del país y ser la llave de la gobernabilidad.

Ahora, el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, debe iniciar los contactos y todo indica que no va a ser fácil. Luís Montenegro, el líder del centro derecha, cuyo partido pertenece al Partido Popular Europeo (PPE), ya ha asegurado que no pactará con Chega, siguiendo el ejemplo de la CDU de Angela Merkel, que siempre se negó a cualquier acuerdo con la ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD) y estableció un férreo cordón sanitario.

Pero no todas las formaciones de centro derecha europea han optado por aislar a partidos considerados populistas, sino que otros no han dudado en pactar con ellos como, por ejemplo, en Finlandia, donde el partido ultra Verdaderos Finlandeses ha entrado en el Gobierno con siete carteras. En Suecia, el líder del Partido Moderado, Ulf Kristersson, también consiguió el poder en el 2022 gracias al apoyo de los Demócratas Suecos (considerado de ultraderecha), aunque sin formar parte del Gobierno. En Italia, el partido Forza Italia, fundado por Silvio Berlusconi y perteneciente al PPE, también ocupa importantes carteras dentro del Gobierno de la primera ministra Giorgia Meloni, cuyo partido era hace poco demonizado en la capital comunitaria.

En vísperas de las elecciones europeas, no parece existir una fórmula clara dentro del Partido Popular Europeo sobre cómo actuar. Todas las miradas están puestas en la presidenta de la Comisión Europea, la conservadora alemana Ursula von der Leyen.

Nadie duda de que el PPE volverá a ser el más votado, ya que lidera de manera cómoda las encuestas, pero los sondeos también vaticinan un giro hacía la derecha tras las elecciones del 6-9 de junio, ya que los partidos euroescépticos pueden acabar ganando bastante terreno. Esto obligará a Von der Leyen a conseguir no sólo el apoyo de socialistas, verdes y liberales (quienes la han sostenido durante su primer mandato), sino también granjearse las simpatías del grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR por sus siglas en inglés), fuerza política en la que se encuadran partidos como Ley y Justicia polaco, Vox o Hermanos de Italia de Meloni. Fuerzas con unas posiciones más moderadas que los postulados de partidos eurófobos como los de Marine Le Pen, Alternativa para Alemania y Geert Wilders, pero con tintes euroescépticos y soberanistas.

Von der Leyen aprovechó su intervención durante el congreso del Partido Popular Europeo en Bucarest (Rumanía), donde fue elegida como candidata a un segundo mandato, para arremeter contra los «amigos de Putin» y «populistas, nacionalistas y demagogos», cuyo objetivo reside en «destruir» la Unión. «No debe haber dudas de lo que está en juego en estas elecciones. Nuestra Europa en paz y unida está en riesgo como nunca antes», aseguró ante la plana mayor de su partido.

Unas palabras que hacen difícil que pueda pactar en la Eurocámara con el húngaro Viktor Orban (quien abandonó el PPE poco antes de ser expulsado) o el Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen, conocidos por sus posiciones prorrusas, pero que deja margen de entendimiento con el partido de Meloni, que previsiblemente va a arrasar en las próximas elecciones europeas.

En todo caso, la política alemana está obligada a hacer piruetas de equilibrista. Un giro demasiado brusco de Von der Leyen a la derecha le puede acabar costando caro, ya que le abocaría a perder los apoyos de socialistas, verdes y liberales, cuyos votos va a seguir necesitando. Para seguir ocupando la planta noble del edificio Berlaymont en la capital comunitaria, necesita contar con el aval de las capitales europeas y también de la Eurocámara. En el año 2019, consiguió la luz verde del hemiciclo con tan solo nueve votos y cuando era prácticamente una desconocida en la esfera europea.

Sobre la dificultad de pactar con fuerzas eurófobas, el mejor ejemplo es lo sucedido en Países Bajos. Después de que Wilders se convirtiera en el candidato más votado, se ha visto obligado renunciar a convertirse en primer ministro, pese a que su partido se impuso en los comicios con un 23,5% de los sufragios, en un Parlamento tan fragmentado como el holandés. No ha conseguido el apoyo de los otros tres partidos con los que ha estado cuatro meses intentado formar una coalición. Esto significa que prosiguen las negociaciones para formar Gobierno en un clima de incertidumbre e incluso se abre la puerta a la formación de un gabinete extraparlamentario con figuras no procedentes del mundo político.