Cargando...

Corea del Norte

Pyongyang enseña los dientes: armamento avanzado, delfina heredera y presión sobre Moscú

Los lazos entre Pyongyang y Moscú se han estrechado en los últimos años, consolidando así un intercambio de soldados, armas y tecnología militar

Ceremony for KPA’s 80th founding anniversary in Pyongyang KCNAEFE

Con una puesta en escena calculada al milímetro, cargada de propaganda dinástica, músculo militar y un mensaje envenenado dirigido a Moscú, Kim Jong-un reapareció junto a su hija Ju-ae en el 80º aniversario de la Fuerza Aérea Popular de Corea del Norte. Lo que en apariencia fue un desfile aéreo más en la base de Kalma, en Wonsan, terminó convirtiéndose en un ultimátum apenas disimulado: Pyongyang exige tecnología rusa de última generación como pago por su apoyo logístico, industrial e incluso humano en la guerra de Ucrania. Quien quiera munición norcoreana, que pase por caja.

Client Challenge

El cielo gris sobre el mar de Japón sirvió de telón de fondo a un acto de disciplinada coreografía militar. Kim, envuelto en un abrigo negro de cuero, lanzó desde la tribuna la consigna central del día. Según la KCNA, la aviación norcoreana recibirá "nuevos activos estratégicos" y desempeñará una "misión importante" para reforzar el "disuasorio nuclear de guerra". En la jerga del régimen, esa frase implica que el Reino Ermitaño exige modernización, cazas nuevos y acceso a sistemas prohibidos. Mientras él hablaba, MiG-21 y Su-25, reliquias de la Guerra Fría, sobrevolaban la base tratando de aparentar relevancia en un escenario militar que hace décadas les dejó obsoletos.

Dos piezas nuevas en el arsenal

Pero el ruido no estaba en los viejos aviones, sino en lo que llevaban colgado bajo las alas. Las cámaras del Rodong Sinmun captaron por primera vez dos piezas nuevas del arsenal norcoreano: un misil aire-superficie y otro aire-aire, ambos inéditos hasta ahora. La estrella fue un proyectil con la silueta casi idéntica al Taurus KEPD 350, el misil de precisión de largo alcance germano-sueco capaz de penetrar 500 kilómetros y golpear con una ojiva de casi media tonelada. Si el régimen ha logrado replicarlo o, al menos, aproximarse funcionalmente, estaría en posición de atacar bases estadounidenses en Pyeongtaek u Osan, o incluso el centro de Seúl, sin exponer su anticuada flota a las defensas aliadas.

"Esta arma posee un valor estratégico tan elevado que puede clasificarse como un activo estratégico por sí misma", advierte Hong Min, investigador del Instituto Coreano de Unificación Nacional. Sería un salto cualitativo que equilibraría, aunque sea parcialmente, la superioridad surcoreana. Y los indicios apuntan a que no se trata de un desarrollo aislado, ya que presumió hace meses del ensayo de un nuevo misil aire-aire y de un avión de alerta temprana inspirado en el Peace Eye surcoreano. A ello se suman los drones de reconocimiento y combate casi calcados a los MQ-9 Reaper y RQ-4 Global Hawk estadounidenses. "Las huellas de Moscú están por todas partes", concluye Hong.

Los lazos con Rusia se han estrechado hasta extremos impensables hace apenas cinco años. Corea del Norte ha enviado miles de soldados a las líneas rusas en Kursk y millones de proyectiles de artillería de 152 mm que mantienen viva la ofensiva contra Ucrania. A cambio, Kim quiere cazas modernos. Su lista incluye el Su-35 y, en un escenario más ambicioso, el Su-57.

Es la única vía para compensar una aviación envejecida hasta el ridículo, con aparatos de los años 60 y 70 que apenas despegan por falta de repuestos. "Pyongyang ansía asegurar nuevos cazas rusos como compensación", explica Yang Moo-jin, profesor de estudios norcoreanos en Seúl al South China Morning Post. El problema es que Rusia, exhausta y con su industria militar saturada, prioriza sus propias necesidades. Fuentes occidentales creen más probable que Moscú entregue tecnologías parciales o asesoría técnica antes que aviones completos.

Icono adolescente

En paralelo, el desfile certificó el regreso mediático de Ju-ae, convertida ya en icono adolescente de la dinastía Kim. Con su gabardina negra a juego con la de su padre y unas gafas de sol desproporcionadas para su rostro infantil, recorrió el recinto rodeada por pilotos de élite que le rindieron pleitesía como si fuese ya heredera proclamada.

Su presencia a la derecha del líder, posición simbólica reservada al sucesor, reavivó una vez más las especulaciones. Para Yang Moo-jin, se trata del primer acto de una transición milimétricamente diseñada: educación hermética, nominación secreta en el Partido de los Trabajadores y, finalmente, proclamación pública. "Aún está en la fase inicial, sin culto personal visible", matiza el analista. Pero el guion continúa.

La escenificación familiar en Wonsan y las imágenes recientes de Kim fumando junto a su hija en Pekín buscan proyectar continuidad, fortaleza y desprecio por cualquier crítica exterior. Es la estética del poder absoluto, la de un líder armado y una heredera destinada a custodiar el legado nuclear.

El horizonte clave es 2026. El próximo Congreso del Partido presentará un nuevo plan quinquenal de armamento, y la inteligencia surcoreana anticipa un desfile masivo con sistemas estratégicos posiblemente suministrados por el Kremlin. Hasta entonces, Pyongyang acelerará un modelo militar que compensa su nula superioridad aérea con misiles de largo alcance y tecnología importada.