Guerra en Siria
¿Qué es lo que buscan los inspectores de la ONU?
Por desgracia, parece evidente que las sobrecogedoras imágenes que nos llegaron la semana pasada de las cercanías de Damasco reflejaban una triste realidad: aquellos niños, hombres y mujeres ahogándose entre convulsiones habían sido víctimas de un ataque con armas químicas. Medio mundo ha puesto sus ojos en un puñado de expertos, científicos en su mayoría, que forman parte del grupo de inspectores de la ONU destinados sobre el terreno para certificar la utilización de agentes neurotóxicos contra la población civil. Pero, ¿en qué consiste su trabajo? ¿Qué ha de hacer un forense para determinar que se ha lanzado gas sarín?
La determinación del empleo de armamento químico es un proceso complejo que empieza con el estudio de los relatos llegados desde la zona afectada y podría terminar con la realización de autopsias a cadáveres recogidos in situ y el análisis en laboratorio de restos físicos del armamento utilizado. Pero en muchas ocasiones cerrar el círculo probatorio es una tarea casi imposible y las investigaciones han de terminar sin llegar a dar alguno de los pasos necesarios. Las primeras opiniones de los expertos al ver los vídeos distribuidos horas después del ataque pueden ser utilizadas como indicios forenses de importancia relativa. Se trata de pruebas visuales de que una gran cantidad de gente ha sido afectada por algo y que los síntomas aparentes son compatibles con los que se padecen al entrar en contacto con gases como el sarín. Las sustancias químicas ricas en toxinas como los organofosfatos pueden producir rigor muscular, sialorrea (exceso de salivación) y convulsiones. Pero ningún médico se atrevería a dar un diagnóstico fiable sólo a través de la contemplación de un vídeo. Algunos síntomas, como la contracción de las pupilas pueden ser equívocos. Una persona aterrada tiende a dilatar sus pupilas , y compensar así el efecto constrictor del gas neurotóxico. Un diagnóstico clínico exige el examen directo sobre el paciente. Por eso es imprescindible desplazar personal a la zona.
Lo primero que habrán tratado de hacer es recabar información directa de los médicos que atendieron a los heridos. Algunas organizaciones como Médicos sin Fronteras tienen redes de contacto suficientemente extendidas como para realizar esta tarea antes incluso de que lleguen los inspectores de la ONU. Esos informes clínicos a pie de calle tienen gran valor como indicio pero, por desgracia, en muchas ocasiones tienen poco peso probatorio. Suele ocurrir que los servicios médicos se sienten desbordados en primera instancia, que la atención es deficitaria, que las víctimas se desperdigan por diferentes centros sanitarios, que el registro de la actividad se vuelve casi imposible ante la emergencia. El tercer cuerpo de evidencia necesario es, por ello, el más importante y el más difícil de recabar: las pruebas físicas sobre el terreno. De momento ha pasado más de una semana desde los ataques hasta que la ONU ha podido llegar a la zona afectada, no sin antes haber sufrido una agresión por parte de francotiradores al convoy que visitaba la zona, y que provocó ayer el aplazamiento hasta hoy de una segunda visita a la zona afectada. Dependiendo de la temperatura ambiente, los restos de sustancias arrojadas sobre un terreno pueden durar sólo unos días. Con suficiente calor, el gas sarín se evapora al mismo ritmo que el agua. Es improbable que queden trazas en el suelo sobre el que hayan impactado los cohetes.
Pero dentro del cuerpo humano estos agentes químicos se metabolizan y generan subproductos que permanecen en la sangre muchos más días, incluso semanas. Un análisis de sangre como el que sabemos que se ha realizado ya a algunos heridos puede detectar esas huellas fácilmente. Pero en algunos casos, cuanto más tiempo pasa desde la exposición, menor es la expectativa de encontrar rastros en la sangre.
Laboratorios en todo el mundo
Varios laboratorios de todo el mundo se preparan para recibir posibles muestras de zonas de conflicto. Velan sus armas y afinan sus instrumentos de medición. De hecho han de pasar duros exámenes de certificación para formar parte de la red de centros de referencia. Con suerte, varios de ellos recibirán alguna muestra de sangre de víctimas de Damasco. Se utilizarán técnicas como la cromatografía de gases o la espectrometría de masa en busca de moléculas que se generan en el organismo al descomponerse el gas sarín. Una de ellas es el ácido isopropil metilfosfónico, un marcador único que no deja duda alguna: si aparece en la sangre, es que ha habido contacto con sarín. Otras sustancias también son indicios de intoxicación por neurotóxicos, pero pueden indicar también otro tipo de patologías. Su presencia ha de ser detectada en análisis forenses de cadáveres o en muestras de sangre extraídas poco después de la intoxicación. Los inspectores tendrán también la tarea de indagar si en algún hospital se tomaron esas muestras.
Por último, cabría la posibilidad de hallar restos físicos de los propios cohetes lanzados. Sin duda, llevarán aún trazas de la presencia de agentes químicos en su interior, aunque el tiempo puede haber provocado su evaporación. En algunos casos, además, estas trazas químicas pueden confundirse con artefactos que hayan impactado en edificios civiles (como fábricas de abonos, fábricas de pinturas...) y que hayan generado moléculas resultantes engañosas. El trabajo no es fácil y, políticamente, no es concluyente. Los científicos sólo pueden certificar que se han utilizado armas químicas y de qué tipo.
Quién las ha lanzado no es una pregunta que les corresponda a ellos responder.
✕
Accede a tu cuenta para comentar