Energía

Lo que se sabe sobre la central nuclear que construirá Rusia en Burkina Faso

La compañía estatal Rosatom firmó el pasado viernes por la construcción de una central nuclear en el país africano

La central nuclear bielorrusa de Astravets, en la región de Grodno
La central nuclear bielorrusa de Astravets, en la región de Grodnolarazon

La junta militar que gobierna en Burkina Faso anunció el pasado viernes haber alcanzado un acuerdo con la compañía estatal rusa Rosatom para construir una central nuclear en el país africano. Fue la agencia de información oficial burkinesa, AIB, la encargada de anunciar que se había suscrito un memorándum de entendimiento en Moscú y que permitirá el uso de la energía atómica con fines pacíficos. Los encargados de su firma fueron el ministro burkinés de Energía y Minas, Simon Boussim, y el director general de Rosatom, Nikolay Spasskiy.

La consolidación de este nuevo acuerdo entre Rusia y Burkina Faso tuvo sus inicios durante la II Cumbre Rusia-África que se celebró este verano en San Petersburgo, momento en que Ibrahim Traoré (capitán de artillería que ejerce actualmente como jefe de Estado de Burkina Faso) y Vladimir Putin sostuvieron una reunión privada y de gran relevancia a la hora de estrechar la relación entre ambos países. Traoré dijo entonces que Burkina Faso tiene “una necesidad crítica de energía” y ya mencionó su deseo de construir una central nuclear en su país, aprovechando encontrarse “en el corazón de África Occidental” y acusando “un déficit energético en la región”. Así, el objetivo de Traoré consiste en llevar electricidad al 95% de las zonas urbanas y al 50% de las zonas rurales para 2050. A sabiendas de que sólo un 19% de la población de Burkina Faso tiene hoy acceso al suministro eléctrico (60% urbano y 3% rural), la tarea que se ha propuesto el capitán no es pequeña.

Hasta ahora, el país produce su electricidad mayoritariamente gracias al uso de biocombustibles (madera o carbón), donde los productos derivados del petróleo implican un tercio del suministro total de energía. Tampoco mejora en este aspecto que Burkina Faso sea uno de los países de la región que obliga a su población a pagar un precio mayor por la electricidad. El interés de Ibrahim Traoré a la hora de mejorar el suministro eléctrico de su país es coherente y lícito. Por ello se ha visto el nuevo memorándum como un motivo de celebración entre la población burkinesa y quienes apoyan a su joven líder de uniforme.

Un continente en auge nuclear

La inclinación de Burkina Faso por contar con su propio programa nuclear se une a los esfuerzos en de Egipto, Kenia y Sudáfrica. El país de los faraones inició un proyecto soñado desde la década de los 50, después de firmar el presidente Abdel Fattah al-Sisi y Vladimir Putin en 2017 un acuerdo de colaboración nuclear, que tendrá su resultado en la central nuclear de Dabaa que lleva en proceso de construcción desde julio de 2022. Una vez concluida, la central, que incluye 4 reactores nucleares para generar electricidad con una capacidad de 1.200 megavatios, con una capacidad total de 4.800 megavatios, dará electricidad a 20 millones de egipcios. El coste aproximado del proyecto es de 20.000 millones de dólares.

Kenia también persigue su propio proyecto nuclear, aunque todavía no ha firmado con ningún socio internacional para habilitar su construcción. Por el momento, apenas se conoce que la construcción de la central tendrá lugar en el condado de Kilifi o el condado de Kwale, ambos próximos a la costa, y que las obras comenzarán en 2027.

La planta nuclear de Koeberg, en Sudáfrica, es la única en funcionamiento en el continente africano. Está ubicada muy cerca de Ciudad del Cabo y se encuentra operativa desde 1984, pese a haber sufrido no pocos incidentes de menor importancia. La planta de Koeberg es el punto de referencia a la hora de valorar la viabilidad de las centrales nucleares en África, donde el derecho a la energía, aplicable a todos los Estados, debe enfrentarse a las dudas que nacen en lo que respecta a su mantenimiento. Son de sobra conocidas las dificultades inherentes a un elevado número de naciones africanas, entre las que se encuentra Burkina Faso, a la hora de mantener su infraestructura: carreteras acribilladas, edificios derruidos y abandonados a lo largo y ancho de su territorio, unido todo ello a las difíciles condiciones climáticas y las fuertes lluvias estacionales que afectan al país, despiertan a las voces críticas contra este proyecto por no considerarlo viable en términos de seguridad y prevención de accidentes.

Aunque se prevé que Rusia se encargue de formar a los burkineses requeridos para el correcto funcionamiento de la central, tal y como ha ocurrido con la central egipcia de Dabaa, que cuenta actualmente con 2.000 técnicos en Rusia con el fin de completar su formación. Igualmente, Rosatom deberá hacerse cargo de los gastos de construcción y de mantenimiento, desde que el precio de una central nuclear como la prevista es equiparable al PIB anual de Burkina Faso y la nación africana no cuenta con los medios necesarios para llevar a cabo el proyecto. Este reparto de gastos tan poco equilibrado despierta sospechas en lo referente a quién será el verdadero dueño de la electricidad que produzca la nueva central burkinesa, y si esta iniciativa anunciada a bombo y platillo por la junta militar significa realmente un paso hacia la independencia energética del país, o una nueva forma de sumisión a los intereses rusos.

Otro punto por considerar sería la situación de Burkina Faso en el campo de la seguridad. El país se encuentra inmerso en una guerra civil que enfrenta a yihadistas y comunidades peul contra el Ejército; es el país del mundo con más escuelas cerradas a causa de la violencia; y se calcula que en torno a un 40% del territorio se encuentra en manos de la insurgencia. Mientras lo ideal sería que la central no esté operativa hasta que se haya erradicado el yihadismo del país, poner fecha de caducidad a un conflicto siempre supone una apuesta arriesgada. ¿Y si los extremistas tomaran la central? ¿Y si se repitieran las escenas de pánico que ya se conocen en las centrales nucleares de Ucrania, donde la guerra las vuelve objetivos del todo volátiles?

Lo legítimo y la realidad chocan cruelmente en Burkina Faso. Pese a todo, todavía quedan muchas incógnitas por responder en lo referente a la construcción de la planta nuclear (que, por cierto, supone el enésimo caso del creciente liderazgo ruso en la región), como pueden ser su localización o la fecha estipulada para iniciar su construcción. Los próximos meses servirán de respuesta.