César Vidal

Que todo siga igual

La Razón
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Hoy comienza la discusión relativa al proyecto de nueva Constitución cubana. La reforma es amplia. Sin embargo, el nuevo texto podría calificarse más que como marxista o castrista como lampedusiano. En otras palabras, cambia lo suficiente para que todo, absolutamente todo, como señalaba Lampedusa, en su genial «Gatopardo», siga igual. Así, aunque la palabra «comunismo» desaparece del texto lo cierto es que se mantiene el «carácter socialista del sistema político y social» y, sobre todo, el Partido Comunista sigue siendo no sólo el único legal sino también, en la más pura ortodoxia leninista, la «fuerza dirigente superior». En apariencia, podría concluirse que Cuba estaría copiando el modelo chino y vietnamita al mantener la dictadura del partido y permitir la propiedad privada y buscar la inversión extranjera. De esa manera, no tendría lugar ni lejanamente la liberalización política, pero sí un desarrollo económico. La realidad, sin embargo, no es tan halagüeña. En la actualidad, se calcula que el 13% de la economía tiene que ver con actividad privada y esa situación deriva directamente de las reformas impulsadas por Raúl Castro en 2008. Sin embargo, las trabas para los negocios son considerables y la inversión extranjera es cobrada no pocas veces por la Nomenklatura y no por los trabajadores. Aspirar a reproducir un modelo de éxito como el chino resulta punto menos que imposible.

Teniendo en cuenta estas circunstancias no es difícil comprender que carece de la menor relevancia que la nueva constitución instituya la figura del presidente de la República –hoy es presidente de los Consejos de Estado y de Ministros– y la del primer ministro. De hecho, aunque el mandato presidencial es de cinco años, a diferencia de lo que sucede en la mayoría de Hispanoamérica, es posible la reelección inmediata e indefinida, el sueño de personajes como Maduro o Morales.

En realidad, el único cambio de relevancia del texto es el relativo al artículo 68 que abre las puertas a la introducción de los matrimonios homosexuales. Si la Constitución vigente define el matrimonio «como la unión concertada voluntariamente entre un hombre y una mujer», en el futuro las referencias expresas a hombre y mujer serían sustituidas por el neutro «personas». De hecho, una confirmación de este cambio deriva del hecho de que la diputada Mariela Castro, hija de Raúl, es la gran impulsora de la agenda gay en Cuba.

En conjunto, pues, el sistema constitucional cubano mantendrá incólume la dictadura bajo el férreo control del Partido Comunista; no realizará el menor movimiento hacia el respeto a derechos humanos elementales; pero intentará abrirse más a la inversión extranjera e intentará ganarse una visión positiva de la opinión pública internacional mediante el recurso de abrir la puerta a la ideología de género. Se trata, sin duda, de una maniobra perversa y liberticida, pero que deja de manifiesto que la dictadura cubana no es estúpida. A decir verdad, a cambio de que los homosexuales puedan casarse y algunos inversores extranjeros ganen dinero, la tiranía pretende prolongarse indefinidamente.