Perfil
Quién era Hasán Nasrala, el líder de Hizbulá asesinado por Israel en los bombardeos de Beirut
Tomó las riendas del movimiento chií en 1992 después de que su predecesor, Abbás al Musawi, muriera en el ataque israelí. Vivía escondido desde 2006
Enemigos y acólitos lo describían como un hombre muy inteligente y cauto, también agresivo y radical. Muchos, del bando enemigo, decían que tenía un punto paranoico; desde hacía años el clérigo vivía bajo tierra para evitar morir como efectivamente ocurrió el viernes.
Nacido en los suburbios chiíes de Beirut en 1960, Hasán Nasrala ascendió en las filas de la organización Partido de Dios, Hizbulá, desde combatiente hasta acabar como su secretario general, sus primeras actividades bélicas fueron en la región de Baalbek, la de Becá y luego Beirut. Antes de eso, pasó gran parte de su juventud en la milicia chií Amal durante la guerra civil de Líbano.
Nasrala es parte de una generación de jóvenes chiíes libaneses cuya perspectiva política fue moldeada por la Revolución Islámica de Irán de 1979. En esos años presenció y participó en numerosas batallas contra soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) y orquestó ataques planificados y de precisión, algo poco común en un grupo paramilitar como Hizbulá y más común en ejércitos organizados, que es en lo que se acabó convirtiendo la milicia bajo su liderazgo.
Durante sus años de jefatura también consolidó las alianzas con líderes religiosos chiíes en Irán y grupos terroristas palestinos como Hamás. Así, en 1992, con 32 años, Nasrala se convirtió en el secretario general de la organización fundada por el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán (CGRI) en 1982 para luchar contra Israel. Fue el primer grupo que Irán respaldó y utilizó como una herramienta para exportar su versión del islam político.
Nasrala fue elegido líder de Hizbulá después de que su predecesor, Sayed Abás al Musawi, muriera en un atentado con helicóptero atribuido a Israel. La popularidad del clérigo chií, con turbante negro de sayed o descendiente de Mahoma, creció enormemente cuando Israel retiró a sus tropas de la frontera sur de Líbano en 2006 tras 34 días de guerra. Nasrala declaró entonces la «victoria divina». Desde entonces, sin embargo, ha aparecido en público en contadas ocasiones por razones de seguridad. Su hijo de 18 años, Hadi, un combatiente de la organización, murió junto con otros tres hombres en una emboscada israelí en 1997, una pérdida que le dio legitimidad entre su principal electorado chií en el Líbano.
Animadversión interna
Bajo la dirección de Nasrala, Hizbulá también se enfrentó a sus adversarios libaneses. En 2008, acusó al Gobierno libanés, respaldado en ese momento por Occidente y Arabia Saudí, de declarar la guerra al tomar medidas para prohibir la red de comunicación interna de su grupo. Esto provocó cuatro días de guerra civil que enfrentó a los chiíes de Hizbulá a combatientes suníes y drusos. La milicia de Nasrala acabó tomando la mitad de la capital, Beirut.
Nasrala negó rotundamente cualquier implicación de Hizbulá en el asesinato en 2005 del ex primer ministro libanés Rafiq Hariri, después de que un tribunal respaldado por la ONU acusara a cuatro de sus miembros.
Reconocido en general como un orador carismático, los discursos de Nasrala eran seguidos en Israel por la ciudadanía y el ejército tanto como por sus admiradores en Líbano. Se sentía que no solo los pronunciaba para galvanizar a su audiencia, sino que sus amenazas y advertencias también podrían tener información sobre sus intenciones.
Con los años se fue convirtiendo en una figura cada vez más controvertida en Líbano y el mundo árabe en general a medida que el área de operaciones de Hizbulá se ampliaba a Siria y más allá, lo que reflejaba un conflicto cada vez más intenso entre el Irán chií y las monarquías árabes suníes aliadas de Estados Unidos en el Golfo. La retirada del favor de los países del Golfo contribuyó a la crisis financiera libanesa de 2019, en la que continúa sumida el país de los cedros.
En los años posteriores a la guerra de 2006, Nasrala, según la inteligencia israelí y estadounidense, acumuló decenas de miles de cohetes y misiles iraníes en un tira y afloja con Israel de amenazas y contraamenazas. El uso efectivo de su arsenal comenzó el 8 de octubre, después del ataque de Hamás, como muestra de solidaridad con la causa de los islamistas. Desde entonces, Hizbulá lanza ataques de pequeña y mediana escala.
Se cree que el grupo chií se ha visto gravemente afectado en las últimas semanas tras diferentes ataques, empezando por los buscas y walkie-talkies explosivos atribuidos a Israel y que han dejado fuera de juego a unos 1.500 combatientes según la propia organización. Se cree que en esos dos días de ataques a través de los dispositivos de comunicación también murieron varios altos cargos de Hizbulá.
Tras esos ataques, en su último discurso del 19 de septiembre, Nasrala lo calificó como un «acto de guerra», añadiendo que Israel «cruzaba una línea roja». En los últimos días y semanas, Israel había prometido intensificar gradualmente sus ataques contra la milicia a menos que detuviera el lanzamiento de cohetes y entrara en un proceso diplomático para retirar sus fuerzas más allá del río Litani, es decir, más al norte y no tan cerca de Israel. Nasrala ignoró la amenaza y los ataques de ambos bandos escalaron.
Las FDI comenzaron a pedir a la población civil libanesa que abandonara ciertas áreas donde les constaba que había armamento oculto en residencias. Y atacaron. Este viernes, una hora después del discurso del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ante la Asamblea General de las Naciones Unidas –en el que Netanyahu dijo que el Estado judío «debe derrotar» a Hizbulá–, la fuerza aérea israelí lanzaba bombas sobre un edificio en el barrio de Dahieh, bastión de la milicia en Beirut. Varios edificios se desplomaron. El cuartel general de Nasrala estaba varios metros bajo tierra en un edificio residencial. Se calcula que otras 300 personas murieron.
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