Crimen organizado
¿Quién teme a «El Chapo Guzmán»?
Diez días después de la caza del narcotraficante más poderoso del mundo, México se resiste a extraditarlo a EE UU, aunque mantiene el diálogo. El cártel de Sinaloa lleva décadas corrompiendo al Estado.
Diez días después de la captura de Joaquín Guzmán, «El Chapo», todavía no hay claridad sobre su extradición. Estados Unidos la reclama ante la amenaza de una tercera fuga, pero México le da largas con pretextos burocráticos. Lo más peligroso para algunos políticos y empresarios mexicanos del narcotraficante más poderoso del mundo no es que haya sido el responsable último de más de 30.000 asesinatos o que haya escapado espectacularmente de dos de las tres cárceles de máxima seguridad del país, sino que sabe demasiado.
El cártel de Sinaloa domina el mapa delictivo mexicano desde hace 25 años. Mientras el resto de organizaciones criminales crecen, se pelean, se desmiembran, son abatidas, menguan o cambian, los del Pacífico se han consolidado gobierno tras gobierno. La clave: su enorme poder corruptor. «Ése es el poder de la cara de un Guzmán», escribió el actor Sean Penn respecto a su encuentro con «El Chapo» que tanto revuelo causó esta semana, al retratar cómo en un retén militar, los soldados los dejan pasar al reconocer al hijo del capo, Alfredo Guzmán. La cadena de corrupción del cártel de Sinaloa va desde los soldados rasos hasta las grandes estructuras políticas que les brindan protección y que se han mantenido intactas pese a las capturas de Guzmán.
Aún esta semana, pese a la humillación a la que ha sido sometido «el capo» al revelar detalles íntimos de su vida sexual, la Procuraduría General de la República no ha hecho ninguna mención a la incautación de sus bienes o cuentas. Durante el año y medio que estuvo preso entre febrero de 2014 y julio de 2015, su organización siguió creciendo, según reconoció el Gobierno de Peña Nieto y no hubo golpes al resto de estructuras del cártel. Y es que Guzmán gozó de beneficios exclusivos. Tanto los otros reclusos –tan sanguinarios como Miguel Ángel Treviño Morales, líder del cártel de Los Zetas o el capo de «La Familia», Servando Gómez, alias «La Tuta»– como los custodios que lo vigilaban, le llamaban «Señor». Nadie lo hostigaba, y tenía privilegios ilegales, como la posesión de una tableta con la cual puso la música que opacó los últimos martillazos. Los mismos custodios que le llamaban «Señor» ni siquiera le afeitaban el cabello periódicamente, como al resto de los reclusos. Ahora, se filtró que él suplicó que no lo volvieran a hacer, pero ya difundieron sus nuevas fotos sin cabello ni bigote. Además, tenía una vida carcelaria entretenida. Entre el 22 de enero de 2014 y el 11 de julio de 2015 recibió 386 visitas: 272 de sus abogados, 68 familiares y 46 conyugales. Un promedio de 19 visitas al mes a través de las cuales pudo seguir manejando el cártel incluso desde la prisión.
Ahora las autoridades mexicanas han cambiado las condiciones de seguridad, pero el periodista especializado en narcotráfico y autor de dos libros sobre el cártel de Sinaloa, José Reveles asegura que «tener a ‘‘el Chapo’’ en una prisión mexicana es una bomba de tiempo». ¿Por qué entonces México no acelera su extradición? Alejandro Hope, analista en seguridad y asesor del anterior Gobierno conservador, explica que «si se convierte en informante de la DEA (Agencia antinarcóticos de los EEUU), podría hacer revelaciones un poco incómodas que podrían ser utilizadas por ésta para presionar al Gobierno mexicano». El diputado sinaloense Manuel Clouthier, que ganó con una candidatura independiente, lo tiene claro: «El crimen está infiltrado en lo más alto». «Ahora ya no sufrimos el crimen organizado, sino la narcopolítica y eso le da otra dimensión ‘‘El Chapo’’ es la cara visible, pero el negocio está en manos de los que menos ruido hacen», apunta Clouthier.
Si «El Chapo» se ve acorralado puede revelar estas conexiones. «Las declaraciones de ‘‘El Chapo’’ salpicarían a elementos del aparato de seguridad federal, probablemente a políticos del PRI y del PAN, a políticos estatales de Sinaloa, Durango y Chihuahua independientemente del partido. ¿Hasta dónde? Quien sabe. Dependerá del arreglo que le ofrezca EEUU, pero seguro que su fiscalía también busca la ruta del dinero, nexos con empresas donde se lava el dinero, cuentas de bancos...», explica Hope. Cuando EEUU extraditó al hijo del socio de «El Chapo», Ismael Zambada, «El Vicentillo», Vicente Zambada Niebla, dio algunas pistas que llevó a saber que el cártel de Sinaloa ingresó billones de dólares al banco Wachovia, el actual Wells Fargo. El departamento del Tesoro de EE UU señala desde hace un año, a 50 empresas mexicanas que tendrían vínculos con el cártel y México no ha tomado acciones contra ella.
«El narcotráfico es un negocio enorme, es una empresa global, piramidal y que enriquece a tantos que seguirá siendo protegido políticamente», subraya Reveles. En cambio, en Sinaloa parecen hacer oídos sordos. Esta semana el gobernador, Mario López Valdés –conocido como Malova–, se atrevió incluso a negar que supiera que Guzmán estaba en su estado, aún y cuando en octubre las autoridades mexicanas confirmaron que habían estado a punto de capturarlo en su territorio. “En cincuenta años que vivo en Sinaloa nunca escuché un rumor, un señalamiento, de que estuviera por aquí. Ni de visita esporádica”, dijo en rueda de prensa esta semana. Ya en 2014 lo capturaron también en Mazatlán, la segunda ciudad de Sinaloa, a dos horas de Culiacán donde el gobernador se atrevía a decir eso. La respuesta le vino en forma de pancarta frente a las oficinas de un diario de corte gubernamental: “Malova, decías que no y ya ves que agarraron al Chapo Guzmán frente a la casa de tu mamá y vecino de Vargas Landeros”, en referencia a que el viernes fue capturado a dos manzanas de la casa de la madre del gobernador, y muy cerca del secretario general de gobierno del Estado.
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