Corea del Norte

La reaparición de Kim Ju-ae, la heredera de la diplomacia de la opaca dictadura norcoreana

Kim Jon-un lleva a su sucesora al desfile militar de China en una clara declaración de intenciones de futuro

El líder norcoreano, Kim Jong Un, saluda al ministro de Exteriores chino, Wang Yi, con su hija, Kim Ju Ae, a sus espaldas. REMITIDA / HANDOUT por KCNA Fotografía remitida a medios de comunicación exclusivamente para ilustrar la noticia a la que hace referencia la imagen, y citando la procedencia de la imagen en la firma 03/09/2025
La presencia de la hija de Kim Jong Un durante su visita a China desata nuevos rumores sobre su sucesiónKCNAEuropa Press

El tren blindado verde oliva, vestigio de un régimen sumido en la paranoia, trasladó a Kim Jong-un a Pekín, y de su sombra emergió su hija de 13 años, Kim Ju-ae, como una pieza renovada en un tablero desgastado. Este viaje fue más que una simple misión diplomática; fue un golpe contundente en el juego opaco norcoreano. Mientras los ecos de un histórico desfile militar resonaban bajo el mando de Xi Jinping, que se codeaba con su "mejor amigo” Vladimir Putin, todos los ojos se centraron en ella, una niña que podría reescribir las normas de un imperio atómico que se nutre de secretos y temor. Su debut internacional, cuidadosamente orquestado, fue más que un guiño a la sucesión, supuso una advertencia de que Pyongyang está moviendo sus piezas hacia un futuro que desafía la lógica.

La capital china, con pompa calculada, recibió al líder norcoreano con honores, pero fue la figura menuda a su espalda la que robó el aliento. En un país donde cada gesto es un código, su presencia en esta colosal parada castrense –rodeada de tanques, misiles y la camaradería tensa de los aliados de Pyongyang– sorprendió. El Reino Ermitaño, ese rompecabezas que frustra a los analistas más curtidos, podría estar catalizando un cambio radical. Y Ju-ae, con sonrisa contenida y aura enigmático, es la carta maestra que nadie esperaba.

Con sus fronteras selladas y su dinastía casi mitológica, Norcorea sigue siendo un laberinto sin salida. Sus líderes, envueltos en un culto que roza lo divino, han perfeccionado el arte de la confusión. La presentación de Ju-ae en un escenario de alto voltaje y cargado de simbolismo, no solo busca legitimarla ante China, el aliado que sostiene el régimen con un hilo de pragmatismo, es un intento de proyectar continuidad dinástica en un sistema donde el poder siempre ha tenido rostro masculino.

La construcción de una figura icónica

El régimen hermético, maestro en el arte de la propaganda, ha manejado la imagen de Kim Ju-ae al milímetro. Según el Servicio Nacional de Inteligencia de Corea del Sur (NIS), es la hija de Kim Jong-un y Ri Sol-ju, una exestrella del espectáculo reconvertida en primera dama, cuya elegancia discreta complementa el aura del siniestro líder. Su existencia salió a la luz en 2013, cuando Dennis Rodman, el extravagante exjugador de la NBA y autoproclamado emisario del régimen, mencionó haber conocido a una bebé llamada Ju-ae durante una de sus visitas a la capital. Aquel comentario, entonces descartado como una excentricidad, hoy parece un presagio.

Desde su debut público en noviembre de 2022, durante el lanzamiento del misil balístico intercontinental Hwasong-17, la nena ha participado en más de 40 eventos oficiales, según cálculos de analistas occidentales. Su presencia se ha concentrado en actos de clara simbología militar: desfiles, pruebas armamentísticas, inspecciones de maniobras y ceremonias navales. En noviembre de 2022, se la vio junto en una fábrica de municiones, observando con esmero mientras el arquitecto de la política nuclear saludaba a los trabajadores. En febrero del año siguiente, apareció entre el jefe del Estado Hermético y Ri Sol-ju durante un banquete por el 75.º aniversario del Ejército Popular de Corea. En julio, acompañó al patriarca en una reunión sobre satélites de reconocimiento militar, y en marzo de 2024, binoculares en mano, participó en una inspección de maniobras militares. Más recientemente, el 25 de abril, conversó con su viejo durante la botadura de un destructor de 5.000 toneladas en la base naval de Nampo.

Cada imagen está cargada de intención. Ju-ae combina atuendos de lujo –gafas de diseño, bolsos de alta gama, joyas discretas pero ostentosas– con chaquetas de cuero que evocan el estilo austero y marcial de sus ancestros. Esta dualidad no es fortuita: proyecta su estatus como heredera de la élite mientras la ancla en la iconografía de la dinastía Kim, un linaje elevado a la categoría de mito. La emisión de sellos conmemorativos con su imagen junto a la del líder supremo refuerza esta narrativa, un gesto que en el Reino Ermitaño equivale a una canonización política.

¿Heredera o símbolo?

La hipótesis de que pueda convertirse en la próxima líder ha ganado terreno desde 2024, cuando el NIS señaló que el protocolo reservado a la joven –comparable al de los más altos cargos del régimen– la posiciona como la candidata más probable para la sucesión. Este escenario marca un giro radical respecto a las expectativas previas, que apuntaban a Kim Yo-jong, la influyente hermana menor del dictador, de 37 años, como heredera natural. Sin embargo, la exposición mediática de Ju-ae y la ausencia de información precisa sobre supuestos hijos varones del dictador –cuya existencia se comenta pero sigue sin confirmarse– han desplazado el foco hacia la menor.

Esta estrategia responde a una lógica de largo plazo. Kim Jong-un, que asumió el poder a los 27 años tras la muerte de su padre, Kim Jong-il, en 2011, conoce las vulnerabilidades de su estructura de poder. Los rumores sobre su salud –hipertensión, diabetes, obesidad– han intensificado el debate sucesorio. A diferencia de Jong-il, que mantuvo en secreto la identidad de su beneficiario hasta un año antes de su fallecimiento, Jong-un parece optar por una transición más transparente, al menos en apariencia. Su juventud al asumir el poder y las lecciones de la historia reciente podrían estar impulsando esta decisión.

El desplazamiento a Pekín, el primero de Ju-ae al extranjero, es un movimiento calculado. En un sistema donde cada detalle está coreografiado, su presencia en un evento diplomático de esta magnitud sugiere que Pyongyang busca legitimarla ante aliados clave como la segunda economía mundial, un socio indispensable para su supervivencia. Sin embargo, la falta de datos oficiales sobre su edad, educación o rol exacto mantiene la ambigüedad. El secretismo aquí es un arma estratégica, y Ju-ae, con su aura enigmática encarna perfectamente esta tradición.

Kim Jong-un: El arquitecto de su legado

Para comprender el contexto de esta posible sucesión, es imprescindible analizar la figura de Kim Jong-un. Según Kenji Fujimoto, chef personal de Kim Jong-il entre 1988 y 2001, el líder nació el 8 de enero de 1983 en Changsong, provincia de Pyongang del Norte. A diferencia de las élites norcoreanas, no se educó en su territorio durante su infancia. Bajo la tutela de su tío, Jang Song-taek, recibió clases particulares antes de ser enviado a Berna, Suiza, entre 1996 y 2001. Allí, bajo una identidad falsa, asistió a la escuela Liebefeld Steinhölzli, donde se destacó como un estudiante «integrado, ambicioso y apasionado por el baloncesto», según reveló la institución en 2009. De regreso, estudió en la Universidad Militar Kim Il-sung, especializándose en estrategia militar. Un documento interno, distribuido en 2009, lo presenta como un genio estratégico, capaz de diseñar cartas militares con datos satelitales y GPS. También se destaca su supuesta destreza como tirador, un detalle que refuerza el culto a su figura. Su formación en el extranjero le otorgó una perspectiva global, pero su compromiso con la política Songun –«primero lo militar»– asegura la continuidad del sistema norcoreano.

Una sucesión sin precedentes

A diferencia de su padre, cuyo legado siguió un camino más tradicional dentro de las élites norcoreanas, tuvo un ascenso menos convencional. Designado heredero a finales de 2006, consolidó su poder tras el accidente cerebrovascular de Kim Jong-il en 2008. Con el respaldo de Jang Song-taek y un círculo de confianza formado por un grupo privilegiado de jóvenes, se estableció como un líder fascinante, combinando modernidad y tradición dinástica.

La posible designación de Kim Ju-ae como sucesora sería un hito histórico. Nunca una mujer ha liderado en un país donde el culto a la personalidad y el patriarcado son fundamentales. Aunque su ascenso al poder en un futuro cercano parece improbable, su proyección pública indica que se está moldeando su imagen como legataria potencial. Se trata de una figura presentada con fanfarria, pero envuelta en un criptograma que solo el tiempo podrá desentrañar.