Elecciones

El reformista Masud Pezeshkian gana las presidenciales de Irán al ultraconservador Saeed Jalili

El nuevo mandatario es partidario de relajar las estrictas medidas por no llevar velo y estaría dispuesto a buscar un acercamiento a Occidente

Al lograr más de 16 millones de votos y un porcentaje del 53,66% de los sufragios en segunda vuelta, Masud Pezeshkian, médico de 69 años de padre azerí y madre kurda, se convirtió ayer en nuevo presidente de la República Islámica de Irán. Con la derrota del candidato conservador Said Jalili, el reformismo regresa a la segunda magistratura del Estado nacido de la revolución de 1979 dos décadas después tras la doble vuelta de unas elecciones anticipadas por la muerte en accidente de helicóptero del ultraconservador Ebrahim Raisi en mayo pasado.

La victoria de Pezeshkian, un candidato crítico con la imposición del velo islámico y partidario de acercar posturas con Occidente, no oculta la crisis institucional del régimen. El descontento de los iraníes con la situación económica -las sanciones se han cebado con las clases medias y bajas- y la preocupación por el futuro del país en un contexto de alta tensión regional ha quedado reflejado en una exigua participación electoral: apenas un 40% en primera vuelta y menos de un 50% en la segunda a pesar de las insistentes llamadas del ayatolá Ali Jamenei a acudir a las urnas.

Pezeskhian, que logró pasar el corte del Consejo de los Guardianes como único candidato reformista, se ha mostrado durante la campaña electoral a favor de la libertad en Internet y de la relajación de las estrictas medidas sobre la imposición del velo a las mujeres, una cuestión especialmente delicada desde la muerte bajo custodia policial en septiembre de 2022 de Mahsa Amini, supuestamente por llevar mal puesto el hiyab. El fallecimiento de la joven kurda desencadenó en los últimos meses de 2022 y una parte importante del año siguiente una oleada de manifestaciones que solo la maquinaria represiva del régimen -con centenares de muertos— permitió frenar.

Pezeshkian lleva más de dos décadas en política, a la que entró después de participar en la guerra con Irak (1980-1988) y después de dirigir en los noventa la Universidad de Ciencias Médicas de Tabriz. En el año 2000 se convirtió en viceministro de Sanidad durante la Presidencia, precisamente, del reformista Jatami, quien un año después le nombró titular de la cartera. Posteriormente, entró a formar parte del Parlamento en 2008, institución de la que llegó a ser vicepresidente entre 2016 y 2020.

Tras conocerse la noticia de su victoria, Pezeshkian lanzaba ayer un mensaje conciliador ante las cámaras de la teleivisión iraní: “Todos formamos parte de este país, por lo que tenemos que recurrir a todo el mundo para que este país progrese”, asegurando que su nuevo gobierno “tenderá a todo el mundo la mano de la amistad”.

“Con un candidato como Pezeshkian, el líder supremo y la República Islámica ganan tiempo. Es el mejor candidato para controlar los momentos actuales en la política iraní, pues un extremista hubiera propiciado más descontento y protestas en las calles”, explica a LA RAZÓN el analista especializado en Irán Daniel Bashandeh. “Con Pezeshkian, el régimen trata de desmovilizar cualquier amenaza interna al sistema político y reafirmarlo ante la comunidad internacional”, resume el analista.

Al respecto de la posibilidad de que el cambio en la presidencia implique un nuevo rumbo de Teherán en las grandes cuestiones, Bashandeh es cauto. “Si bien Pezeshkian ha sido crítico con algunas actuaciones y leyes del país, ha dejado claro que la última palabra en las decisiones la tiene el ayatolá Jamenei. Además, la economía está en manos de la Guardia Revolucionaria”.

Con todo, a juicio del analista hispano-iraní, “sobre su política exterior, buscará preparar el camino para facilitar un acercamiento con Occidente”. “El gran reto de Pezeshkian es el de trabajar para integrar a la población que en estas elecciones han dejado claro su descontento con la actual arquitectura institucional. Sin reformas estructurales, sobre todo en materias de derechos, igualdad y oportunidades, la República Islámica continuará representando solo a un sector cada vez más minoritario de la sociedad iraní.