Reino Unido
Los regalos a Starmer ensombrecen el congreso de los laboristas británicos
El «premier» británico anuncia que ni él ni sus ministros recibirán más prebendas de los donantes como ropa o entradas
Tras poner fin a una era de catorce años con los «tories» en el poder, el nuevo «premier» laborista, Keir Starmer, no esperaba que el tema de conversación fueran los 17.000 euros empleados en sus trajes y gafas de diseño. Después de conseguir la confianza de los empresarios tras los complicados años de liderazgo del radical Jeremy Corbyn, tampoco contaba con que los titulares se centraran en el salario de su asesora principal, que cobra más que el propio jefe de Gobierno.
En definitiva, el congreso anual que el Partido Laborista ha iniciado en Liverpool, donde miles de delegados,parlamentarios y miembros del partido se dan cita hasta el miércoles, tenía que ser motivo de fiesta. No en vano, es el primero que celebran estando en el poder tras más de una década de oscuridad en la oposición. Pero una serie de controversias han manchado la reputación del inquilino de Downing Street, presentado como «Mr. Reglas» en las últimas elecciones de julio.
Starmer anunció ayer que finalmente ya no aceptará más donativos en forma de prebendas como ropa, complementos o entradas de fútbol y conciertos. Ni él, ni los miembros de su Gobierno. Responde así a las críticas cosechadas por los regalos recibidos en los últimos meses por un valor de 120.000 euros, entre ellos, entradas de más de 4.700 euros para el concierto de Taylor Swift, otros 800 euros para el de la banda Coldplay y palco VIP para ver los partidos del Arsenal.
La mayoría de los presentes, sobre todo los de ropa (que también incluyen vestidos de alta gama para la primera dama) vienen de Waheed Alli, ex presidente de la cadena de tiendas de moda online Asos, cuya riqueza está valorada en alrededor de 240 millones de euros, convertido en uno de los principales donantes del Partido Laborista. En su momento, Tony Blair le convirtió en lord. Y bajo el mando de Starmer ha adquirido una influencia que rivaliza con la de la mayoría de los miembros del Gabinete. Las cenas en su casa de Mayfair, donde se mezclan políticos y empresarios, son de lo más comentado.
Ninguno de los regales que el exbanquero ha realizado al primer ministro es ilegal, según las normas de Conducta Ética de la Cámara de los Comunes. Pero eso no ha evitado las acusaciones de «hipocresía» hacia un hombre que se había comprometido a acabar con el «amiguismo».
Tanto la viceprimera ministra, Angela Rayner, como la ministra de Economía, Rachel Reeves, también habían destinado a la compra de ropa miles de euros procedentes de donantes del partido, sin indicarlo en el registro de intereses de la Cámara de los Comunes. La situación está mal vista, sobre todo al coincidir con los recortes, subidas de impuestos y la retirada de ayudas para los pensionistas para la factura de gas y electricidad que ha anunciado el Ejecutivo. Aunque el toque final lo ponen los titulares protagonizados por Sue Grey. La que fuera responsable del funcionariado es ahora la mano derecha del inquilino del Número 10.
Poco importa que los 203.000 euros que cobra al año superen (por 3.500 euros) al salario del propio Starmer. Lo relevante es por qué la cifra se ha filtrado a la BBC como parte de lo que parece una campaña orquestada para desacreditar a la persona que, según dicen, es la mano que mece la cuna del poder.
Con la misión de que las controversias no ensombrezcan el congreso laborista, el premier intenta poner el foco en otros asuntos, justificando que las decisiones tomadas hasta ahora, pese a las críticas, son la única vía para hacer frente al agujero de 24.000 millones de euros heredado del anterior gobierno conservador. La deuda pública roza el cien por cien del Producto interior Bruto.
“En las primeras 11 semanas, hemos hecho más que los conservadores en 11 años”, explicaba en una entrevista concedida a The Guardian. Defiende que si quieren ofrecer en última instancia un mejor crecimiento económico, tienen que “hacer primero las cosas difíciles” para que “en los próximos años, la gente mire atrás y diga: ‘Ese gobierno laborista de 2024 realmente se enfrentó al problema”.
Los desafíos domésticos coinciden con un momento realmente turbulento a nivel geopolítico con la guerra de Ucrania -donde ha recalcado su apoyo incuestionable al presidente Zelenski y presiona para que Occidente permita a Kyiv utilizar los misiles de alto alcance- y el conflicto de Oriente Medio -asunto tremendamente complicado ante la importancia del voto musulmán para los laboristas en Reino Unido-. Y todo con la incertidumbre de las elecciones de noviembre de Estados Unidos, donde un triunfo de Donald Trump puede acarrear tremendas consecuencias.
Aparte de sus visitas a Washington, Starmer ha realizado un viaje a Italia -para abordar la inmigración ilegal-, y otras visitas a Irlanda, Francia y Alemania a fin de resetear la relación con la UE tras los turbulentos años del Brexit.
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