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Unión Europea

Reino Unido, dos mundos en un mismo país

El previsible retraso del Brexit tres años después de que Reino Unido votase en contra de la permanencia en la UE dispara la incertidumbre y agrava la fractura social.

Reino Unido, dos mundos en un mismo país
Reino Unido, dos mundos en un mismo paíslarazon

El previsible retraso del Brexit tres años después de que Reino Unido votase en contra de la permanencia en la UE dispara la incertidumbre y agrava la fractura social.

Hastío. Humillación. Consternación. Desorden. Nadie sabe nada. Las portadas de los diarios británicos volvieron a escenificar la incertidumbre en la que se encuentra Reino Unido. Casi tres años después de la celebración del referéndum para la salida del país de la UE, el Brexit sigue sin articularse. Los británicos continúan digiriendo el resultado de una votación que sólo ha traído desengaños y ha polarizado la sociedad entre brexiters (partidarios de la salida) y remainers (defensores de la permanencia en la UE). «Siempre iba a ser algo complicado», explica Ray Douglas, de 43 años, a quien todo este proceso le parece un error. Este profesor y escritor residente en el municipio de Bryn, en el área metropolitana de Manchester, está convencido de que seguir en la UE es la mejor opción para Reino Unido.

Sin embargo, para Amy Hinton, el divorcio es la solución. Comparte el hartazgo por los fallos gubernamentales para lograr un consenso sobre los términos del divorcio. «Ya está bien. Voté en favor de dejar la UE y se está demorando demasiado. La ciudadanía británica tomó una decisión, que ha sido discutida por el margen con el que se ganó, pero el referéndum tuvo un resultado claro», explica esta periodista financiera de 29 años y residente en Slough (Berkshire).

En este tiempo «se ha dejado al descubierto la falta de liderazgo en la política británica actual», comenta Douglas. Una preocupación en la que concuerda con Hinton, que a su parecer, la credibilidad de lo que podría haber sido un movimiento positivo para el país y su relación con la UE y la Commonwealth ha perdido fuerza.

Desde el día de la consulta, aquel 23 de junio de 2016, la polarización del voto se ha trasladado al Parlamento que se desenvuelve en un caos perenne. «Los dos partidos principales han sido destrozados y las batallas internas se han convertido en la norma. Solía haber una izquierda y una derecha, ahora solo hay remainers y brexiteers», dice Douglas.

Hinton discrepa: «La política se ha visto dañada en cierto nivel, pero no creo que sea algo inusual. Cualquier debate a esta escala tendría el mismo efecto».

Con la fecha del divorcio fijada en el calendario, el próximo 29 de marzo, el Gobierno de Theresa May continúa enredado en las negociaciones. Lejos queda su «Brexit means Brexit», pero la primera ministra sigue firme. Mantiene impasible su misión de respetar la «decisión democrática de la gente de Reino Unido», como dijo en la activación del Artículo 50 del Tratado de Lisboa en marzo de 2017.

Los dos años para negociar con Bruselas se han esfumado y ahora, a poco más de una semana para el vencimiento, el Parlamento británico busca una prórroga para pedir una extensión para la salida de la UE. Le toca al Consejo Europeo decidir si concede el periodo suplementario. Los Veintisiete piden al Gobierno británico una hoja de ruta que especifique sus próximos movimientos. De lo contrario la salida caótica de Reino Unido, un escenario que fue rechazado esta semana por los parlamentarios, se precipitaría. Para la brexiteer Hinton, que cuenta con un graduado en Estudios Europeos, una salida a las bravas no sería tan preocupante. «No deberíamos cortar nuestros vínculos con el resto del mundo para atarnos a un bloque de países predominantemente blancos y cristianos que ya no conserva mucho poder. Es una ideología pasada de moda».

Del lado remainer están las preocupaciones económicas, la industria, el abastecimiento de comida y medicamentos. «Este país no está preparado para el desastre que se avecina. Los negocios no están capacitados, el comercio no está listo ni tampoco los derechos de las personas. Tenemos a un ministro de Transportes tratando de realizar contratos con compañías de ferry de sus amigos y no hay embarcaciones. Eso lo dice todo acerca de este Gobierno fallido», indica Douglas.

Tras dos intentos fallidos, May someterá esta semana de nuevo a votación su acuerdo. La primera ministra, siempre tozuda, se aferra a que sus socios norirlandeses del DUP la respalden ahora. También confía en que el ala más eurófoba del Parlamento los conservadores del Grupo de Investigaciones Europeas (ERG, en sus siglas en inglés) ceda ante la posibilidad de que Reino Unido quede en un limbo permanente.

Hinton, sin embargo, mantiene su postura: «Es mejor irse sin acuerdo que estar ligado legalmente a algo que nos perjudica. Nos tiraríamos piedras a nuestro propio tejado si lo aceptamos».

Lo obstinación de la primera ministra es para Douglas una manera de hacer el ridículo. Teme que los diputados más euroescépticos estén cortocircuitando todo el procedimiento para que «uno de los suyos» ocupe el Número 10 de Downing Street. «Lamentablemente, veo que May volverá a bailar, pero no será ABBA sino que lo hará al ritmo del ERG y del DUP».