Guerra en Europa

Las relaciones entre Ucrania y Polonia empiezan a resquebrajarse

El Gobierno polaco asegura que detendrán las ayudas a los refugiados ucranianos en 2024. La crisis del grano hace peligrar la relación entre ambos países y es un nuevo escollo para la entrada de Ucrania en la Unión Europea

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El primer ministro polaco Mateusz Morawiecki con Zelenski en una foto de archivoLa RazónLa Razón

El inicio de la invasión rusa de Ucrania, en febrero de 2022, provocó el mayor y más rápido éxodo migratorio de refugiados en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Hoy por hoy, se calcula que el 20% de la población ha abandonado el país para dirigirse, en gran parte, hacia los estados vecinos y, sobre todo, Polonia. Desde entonces, esta ha acogido a 1,5 millones de refugiados ucranianos. Sin embargo, a medida que las hostilidades se alargan la tensión económica y comercial entre ambos países ha ido en aumento hasta el punto de que el Gobierno polaco ha anunciado que, próximamente, cancelará el apoyo financiero a los que huyeron de la agresión del Kremlin y se han asentado en sus fronteras.

«El apoyo a los refugiados ucranianos, incluida la exención de los requisitos de permiso de residencia y trabajo, el acceso gratuito a las escuelas, la atención médica y las prestaciones familiares, no se ampliará en 2024», explicó el portavoz del Gobierno polaco, Piotr Müller, en una entrevista con el canal de televisión Polsat, haciendo así caso omiso al reciente ofrecimiento por parte de la Comisión Europea (CE) para ampliar la protección temporal de los refugiados del 4 de marzo de 2024 al 3 de marzo de 2025.

La propuesta, que todavía no ha sido aprobada por el Consejo de la Unión Europea, se basa en el hecho de que el conflicto está lejos de terminar y, por lo tanto, persisten los motivos para continuar con la costosa protección temporal. Entre marzo de 2022 y junio de 2023 el gasto polaco para amparar a los desahuciados superó los 15.000 millones de euros. Algo que, sin duda, ha constreñido a la novena economía más fuerte de Europa, que, hasta la llegada de la pandemia de la Covid-19 y el conflicto con Rusia, creció «a un ritmo constante del 4,5% anual desde 1990», según cifras del Banco Mundial.

Por otro lado, diversos analistas políticos han indicado que el anuncio del recorte de las ayudas podría ser una nueva táctica del partido gobernante, el PiS (Ley y Justicia), que lleva tres legislaturas en el poder y ha destacado por sus políticas ultraderechistas, para ganar votos en las elecciones generales del próximo 15 de octubre, en las que también se celebrará un controvertido referéndum aprobado por el Parlamento polaco, el Sjem, sobre la inmigración en el país, con una pregunta marcadamente racista: «¿Apoya la admisión de miles de inmigrantes ilegales de Medio Oriente y África bajo el mecanismo de reubicación forzada impuesto por Bruselas?».

La crisis del grano, otro agravante

El anuncio, el pasado 15 de septiembre, de que la CE no ampliará las restricciones a las importaciones de productos agrícolas de Ucrania se dio de bruces con la firme oposición de Polonia, Hungría y Eslovaquia, los cuales han vuelto a desafiar a la UE anunciando la introducción de restricciones unilaterales, las cuales han llevado al Gobierno de Kyiv a presentar una demanda ante la Organización Mundial del Comercio.

La conocida como «crisis del embargo del grano» representa el primer conflicto abierto entre Ucrania y sus vecinos, hasta el punto de que el Gobierno de Volodimir Zelenski está dispuesto, en plena guerra, a imponer una prohibición a las importaciones de ciertos productos de Polonia, Eslovaquia y Hungría. Esto podría significar un nuevo escollo para su posible integración en la UE.

«La agricultura ucraniana puede tener acceso a los mercados europeos, pero no de forma que amenace a los agricultores polacos», declaró el ministro polaco para asuntos de la UE, Szymon Szynkowski. Además, añadió que el país vecino cuenta con «un sector agrícola altamente desarrollado y, por ello, debe comprender que se enfrenta a una serie de condiciones específicas para poder integrarse».

Asimismo, Szynokowski sacó a relucir una amenaza velada. «Las acciones de Ucrania no nos impresionan, pero sí causan impresión en la opinión pública polaca», explicó, para luego hacer hincapié en que «la falta de apoyo ciudadano significaría que la asistencia tendría que reducirse. Nos gustaría seguir ayudando, pero debemos contar con el apoyo del pueblo polaco en este asunto para que eso sea posible».

Más aún, el Gobierno del PiS está dispuesto a ampliar la lista de importaciones prohibidas a Polonia si Kyiv «intensifica el conflicto», según indicó el primer ministro, Mateusz Morawiecki, en una entrevista con Polsat News. «Nuestro país ha hecho mucho por Ucrania», dijo, esperando así que «nuestros intereses sean comprendidos. Tratamos todos los problemas del lado ucraniano con respeto, pero para nosotros los intereses de nuestros agricultores son lo primero», concluyó.

Por su parte, el embrollo económico entre los aliados europeos hace que Rusia se frote las manos, tal y como indicó el propio Zelenski durante su comparecencia ante la Asamblea General de la ONU del pasado martes: «Algunos de nuestros amigos en Europa han convertido los suministros de cereales en un thriller, ayudando de hecho a establecer el escenario para un actor moscovita». Y, como ejemplo del incipiente resquebrajamiento de las relaciones entre ambos países, la reunión programada en Nueva York entre el líder ucraniano y su homólogo polaco, el presidente Andrzej Duda, no llegó a producirse.