Elecciones en Brasil
Rousseff acusa a su vicepresidente de líder golpista
El número dos del Gobierno da por descontado que la presidenta, cada vez más acorralada por el «impeachment», será destituida
El número dos del Gobierno da por descontado que la presidenta, cada vez más acorralada por el «impeachment», será destituida
La fractura política en Brasil alcanzó ayer cotas hasta ahora inéditas con el señalamiento público por parte de la presidenta Dilma Rousseff del vicepresidente Michel Temer como principal instigador del «golpe» en curso. En un duro discurso, Rousseff dijo que el actual «impeachment» (destitución) es el «mayor fraude político y jurídico de la Historia de Brasil».
Tras recibir el apoyo de entidades educativas públicas y privadas en el Palacio del Planalto, la sede de la presidencia brasileña convertida en trinchera política en los últimos meses, Rousseff pronunció su discurso más incisivo desde que estalló la actual crisis política en la mayor economía de Iberoamérica. Vestida de blanco y con el gesto serio, la ex guerrillera acusó directamente a su «número dos» –quien acompaña a la mandataria en la jefatura del Estado desde el 1 de enero de 2011– de urdir un golpe de Estado para alcanzar el poder sin pasar por las urnas.
«Ahora conspira abiertamente, a la luz del día, para desestabilizar a una presidenta legítimamente electa», lanzó Rousseff, en referencia a la filtración el lunes de un discurso del vicepresidente Temer en el que ensaya un mensaje a la nación, que sería publicado tras la victoria de la oposición en la votación de la Cámara Baja del proceso de «impeachment», prevista para el domingo.
El entorno de Temer –un discreto abogado experto en maniobrar en la sombra– aseguró que la filtración se produjo tras enviar por error el audio a un grupo de Whatsapp equivocado, pero Rousseff y su Ejecutivo rechazan la tesis del descuido y lo consideran una maniobra más de «la conspiración».
«Vivimos tiempos extraños y preocupantes. Tiempos de golpe, de farsa y de traición», dijo la mandataria. «Ayer quedó claro que hay dos jefes del golpe que actúan en conjunto y de forma premeditada. La filtración premeditada es una desfachatez», aseveró Rousseff, en referencia a Temer y al presidente del Congreso, Eduardo Cunha, acusado de corrupción en la Operación Lava Jato y principal promotor del juicio político contra la mandataria en el Legislativo.
«Antes siquiera de la votación del ‘‘impeachment’’ [en el Congreso, previsto para el 17 de abril], uno de los jefes de la conspiración asume como jefe de la República. Es un desprecio por el Estado de derecho y por la Constitución. Una traición a mí y a la democracia que señala que el jefe conspirador no tiene compromisos con el pueblo», acusó la mandataria, que alertó de que Temer cortará programas sociales y acometerá políticas económicas restrictivas. Todo ello sin el apoyo de las urnas. «Pretenden derrumbar a una presidenta electa con 54 millones de electores», señaló. «¿Con qué legitimidad hará eso?», se preguntó, mientras decenas de asistentes aplaudían y coreaban a la presidenta al grito de «¡Fuera Temer!» y «¡No va a haber golpe, habrá lucha!».
Paradojas del sistema presidencialista brasileño, la Constitución no prevé que el jefe del Estado pueda sustituir a su vicepresidente, ya que ambos son elegidos en las elecciones como un binomio. Sólo se admite la dimisión o la deposición por «impeachment», un proceso que ya promueve el Gobierno por medio de un recurso al Supremo Tribunal que obliga a abrir el proceso en el Congreso. «Rousseff va a tener que seguir durmiendo con su enemigo», explica a LA RAZÓN la jurista Eloísa Machado de Almeida, especializada en Derecho Constitucional. «Jurídicamente él ha sido tan elegido en las urnas como ella».
La ruptura entre Rousseff y Temer es patente desde hace meses. En diciembre publicó una polémica carta en la que se decía «menospreciado» por la presidenta y, desde entonces, las diferencias entre ambos sólo se han ampliado. Temer, que ayer prometió «unión del país» y reformas económicas que podrían implicar «sacrificios» si alcanza la jefatura de Estado tras la hipotética impugnación a Rousseff, lleva semanas apartado de los focos mediáticos y ya expresó su rechazo a las decisiones del Ejecutivo que, paradójicamente, él mismo integra. Su formación, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), hasta hace semanas el principal partido aliado de Rousseff, decidió abandonar en bloque la coalición para apoyar el «impeachment», pero él se mantiene en el cargo. Su estrategia es pescar en río revuelto, ya que la Constitución prevé que asuma el poder hasta los próximos comicios presidenciales de 2018 en caso de que prospere el juicio político a la presidenta y ésta sea definitivamente apartada del cargo. No es la primera vez que un vicepresidente asume las riendas del país sin pasar por las urnas, como fue el caso de Itamar Franco tras el «impeachment» del presidente Fernando Collor por corrupción en 1992.
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