
Geopolítica
Rusia impulsa su poder nuclear en África con nuevos acuerdos con Etiopía
Níger, Burkina Faso y Malí ya firmaron recientemente acuerdos similares con Moscú

El Gobierno de Etiopía y la compañía rusa Rosatom firmaron este jueves un documento para “planificar y construir” la primera central nuclear etíope. El acuerdo fue anunciado en Moscú y luego confirmado por diversas agencias internacionales, y coloca a Etiopía en la lista de países que cortejan al átomo ruso como palanca del desarrollo y de la soberanía energética.
La decisión de los etíopes no es ninguna novedad en África. Níger firmó en julio un memorando de entendimiento con Rosatom; Burkina Faso selló en junio un acuerdo de cooperación para desarrollar infraestructura, regular la seguridad radiológica y formar especialistas (tras firmas previas en 2023 y 2024); y Malí discute desde 2024 una planta “de baja potencia” de diseño ruso, en paralelo a una relación política y militar cada vez más estrecha con Moscú. La dinámica es inequívoca y Moscú ofrece en ella financiación, ingeniería, combustible, etc., a gobiernos necesitados de electricidad fiable y deseosos de diversificar alianzas. En el Sahel, además, el giro antioccidental ha dejado a Rosatom con pista libre frente a otros posibles competidores.
Sin embargo, el romance nuclear ruso trae consigo varias dudas. Hoy sólo hay un proyecto nuclear con tecnología rusa en construcción efectiva en el continente, en la costa mediterránea de Egipto. Allí se vertió el primer hormigón del reactor 1 en 2022; el de la unidad 2 llegó a finales de ese año; la unidad 3 comenzó las obras en mayo de 2023 y la 4 en enero de 2024. El objetivo oficial consiste en tener las cuatro unidades operativas alrededor de 2031. El contraste entre los distintos proyectos es evidente: mientras Egipto avanza, el resto de los países acumulan memorandos, hojas de ruta y promesas todavía por cumplir.
Levantar una central nuclear de un tamaño respetable exige decenas de miles de millones y plazos que rara vez bajan de los siete años entre permisos, obras civiles, licencias y entrenamientos exhaustivos. Además, los informes de IRENA muestran que en 2024 las renovables siguieron siendo, de media, la opción más barata. La fotovoltaica se situó alrededor de un 40% por debajo de la alternativa fósil más barata y la eólica, aún más; y, sobre todo, los parques solares y eólicos se construyen en un plazo de uno a tres años. En sistemas frágiles como los que sobreviven en el Sahel, la variable tiempo pesa casi tanto como la del dinero.
La Agencia Internacional de Energía Atómica establece además una ruta establecida en tres fases y que un país debe cumplir antes de encargar el hormigón necesario para las centrales. Eso incluye un regulador independiente, una normativa de seguridad nuclear y física, planes para residuos, cultura de seguridad, una red eléctrica capaz de integrar grandes bloques de potencia.... Buena parte de los aspirantes africanos está aún en la fase cero.
La seguridad en los territorios implicados también es un condicionante a valorar. El Sahel combina insurgencias armadas, golpes de Estado y fronteras porosas. En este contexto tan complejo, expertos africanos como Yarik Turianskyi (SAIIA) han advertido de la vulnerabilidad de los materiales radiactivos “en todas sus etapas de vida” si no hay salvaguardias robustas y una transparencia adecuada.
Desde el ecosistema del World Nuclear Industry Status Report la crítica es aún más directa: desplegar pequeñas flotas de SMR (reactores nucleares pequeños) en zonas de seguridad inestable amplía en consecuencia la superficie del riesgo. Es decir, que construir un perímetro de seguridad es condición previa, y no derivada, de la energía nuclear.
Es evidente que detrás del empuje ruso no hay sólo un proyecto de ingeniería. Existe una geopolítica del largo plazo. Rosatom vende un producto de 360 grados (EPC, combustible, mantenimiento, gestión del combustible usado, repuestos, formación, etc.) que ancla la relación con el Estado receptor durante décadas. El contrato crea, en definitiva, la dependencia tecnológica que los gobiernos locales dicen evitar. En un continente con déficit crónico de inversión y cuyos gobiernos recelan de los agentes occidentales, el paquete ruso ofrece una narrativa de soberanía acompaña de la seguridad y la minería. Etiopía hoy, Níger ayer, Burkina y Malí siguen la fila. Cada firma es también un gesto diplomático.
¿Hay camino intermedio entre la ambición nuclear y la prudencia?
Muchos analistas ven una secuencia más realista. Consiste en establecer redes estables de energías renovables, acompañadas de un sistema de almacenamiento energético sostenible. Y luego, quizás, la nuclear. Con solares y eólicas (y baterías mucho más baratas que hace una década), varios países podrían ganar megavatios con las combinaciones adecuadas. Esta comparación no es ideológica, sino que se debe considerar como una alternativa lógica dentro de la contabilidad y la logística de las naciones involucradas.
Claro que esto no significa que la energía nuclear no tenga cabida en África. Egipto es un ejemplo contundente. Sudáfrica, con décadas de experiencia en la central nuclear de Koeberg, se encuentra ahora mismo valorando una ampliación. También hay quien defiende que un reactor bien operado puede estabilizar sistemas eléctricos que dependen en demasía de las renovables, a la vez que sustituyen el elevado costo del gas importado.
La respuesta a la soberanía energética no será igual en Addis Abeba, Niamey o Uagadugú, pero todas comparten una certeza: sin regulaciones claras y medios de seguridad sostenibles, el uso del átomo seguirá siendo más un movimiento geopolítico que de ingeniería.
Moscú seguirá ofreciendo su menú completo. Porque la energía nuclear en África es también una historia de contratos que duran más que los gobiernos que los firmaron. Y el reto es doble para los países que firman. La promesa de soberanía no debe convertirse en un nuevo tipo de dependencia irreversible y el anhelo legítimo de desarrollo no debe estrellarse contra detalles como el calendario, el presupuesto y la realidad de un continente donde, hoy por hoy, los megavatios más rápidos y baratos no los trae el uranio.
✕
Accede a tu cuenta para comentar