
Oriente Medio
Rusia e Irán firman un “acuerdo de asociación estratégica”
Moscú y Teherán escenifican plena sintonía y ambiciosos objetivos semanas después del varapalo sufrido con la caída del régimen de Asad en Siria

Rusia e Irán suscribieron ayer en Moscú un nuevo acuerdo bilateral de asociación estratégica con la intención de reforzar la cooperación bilateral en materias como la ciberseguridad, la lucha antiterrorista o la energía nuclear pacífica. En un acto solemne presidido por el jefe del Estado ruso Vladimir Putin y el presidente Masud Pezeshkián, ambos países aseguraron entrar en una nueva etapa en sus relaciones poco más de un mes después del varapalo sufrido con la caída del régimen amigo de Bachar al Asad. Ni la Federación Rusa -como sí ocurriera en 2015- ni la República Islámica estuvieron en condiciones de brindar la ayuda militar necesaria a las fuerzas de la ya extinta dictadura baazista.
“Me alegra mucho que las conversaciones hayan terminado con éxito”, afirmaba el presidente ruso, Vladimir Putin, al término de su encuentro de ayer en Moscú con el presidente iraní Masud Pezeshkián sobre un acuerdo que va a proporcionar “un impulso adicional a casi todas las áreas de cooperación” entre ambos países. A juicio del mandatario ruso, el acuerdo será además un “logro real para crear las condiciones para el desarrollo estable y sostenible de Rusia, Irán y toda la región”.
Concretamente, el acuerdo, que llevaba años bajo negociación, representa las líneas maestras de los próximos veinte años de relaciones bilaterales: 47 artículos que abordan cooperación en tecnología, información y ciberseguridad, colaboración en energía nuclear pacífica, esfuerzos antiterroristas, cooperación regional, cuestiones medioambientales, el mar Caspio y la lucha contra el blanqueo de dinero y el crimen organizado.
Por su parte, el presidente iraní -en el caso de la República Islámica el jefe del Estado tiene competencias limitadas, y la última palabra en los grandes asuntos dependen del líder supremo- también ha felicitado a los negociadores por la firma del acuerdo y recordado que “las relaciones con la Federación Rusa tienen una importancia estratégica”, según recoge el Kremlin en su página web. “Estoy seguro”, añadió el líder iraní, “de que la firma hoy de nuestro amplio acuerdo, dará un gran impulso al desarrollo de las relaciones bilaterales, y se convertirá en una base sólida para seguir avanzando”.
Ambos países han venido intensificando sus intercambios comerciales como respuesta a las sanciones occidentales. En los últimos años Teherán ha vendido a Moscú miles de drones Shahed, empleados por las fuerzas rusas en operaciones nocturnas en la guerra de Ucrania.
Se estima que solo en 2022 Rusia e Irán firmaron un acuerdo por valor de 1.700 millones de dólares por las ventas de drones Shahed. Según recoge la agencia AP, la Inteligencia occidental cree que Irán ha vendido también a Rusia misiles balísticos de corto alcance, aunque la información nunca ha sido confirmada por ninguno de los dos gobiernos.
Rusia construyó la primera planta de energía nuclear de Irán en el puerto de Bushehr, que entró en funcionamiento en 2013. Al año siguiente, Moscú firmó un contrato para construir dos reactores nucleares más. Su evolución, con todo, se ha visto paralizada por diferentes eventos como la firma y posterior disolución del acuerdo de Irán sobre su programa nuclear con la comunidad internacional.
“Espero que la firma de este pacto pueda ultimar nuestros acuerdos en este ámbito”, expresaba por su parte ayer el presidente iraní en un momento que Irán ha vuelto a enriquecer uranio a niveles próximos al de la fabricación de un arma nuclear, si bien Teherán sigue garantizando que no tiene intenciones de hacerlo y culpa de la situación actual a EEUU, concretamente al presidente electo Donald Trump, artífice de la suspensión del acuerdo al retirarse del pacto en 2018, durante su primer mandato.
Lo cierto es que, a pesar de los fuertes vínculos bilaterales que les unen en la actualidad, las relaciones entre Rusia e Irán han estado marcadas por frecuentes desencuentros: son dos países que han librado guerras entre ellos en los siglos XVIII y XIX, y la entonces Unión Soviética invadió parcialmente Irán durante la II Guerra Mundial. Las relaciones bilaterales entraron en una nueva fase con la caída de la URSS, y desde entonces ambos países se han convertido en importantes socios comerciales.
En 2015 Rusia formó parte del acuerdo entre Irán y seis potencias nucleares que permitió un levantamiento parcial de las sanciones a cambio de limitar sus ambiciones nucleares y la transparencia en el proceso. Posteriormente, tras la retirada de Estados Unidos del acuerdo al llegar Donald Trump a la Casa Blanca, Rusia salió en apoyo a su socio iraní.
La invasión y guerra de Ucrania ha reforzado la cooperación política y militar entre ambos países en los dos últimos años y medio. Entretanto, además de con Irán, Rusia ha venido centrando sus esfuerzos diplomáticos en intensificar sus vínculos con China y Corea del Norte.
Para Irán, el año pasado fue especialmente negativo para sus intereses en la región: después de una larga campaña militar de las Fuerzas de Defensa de Israel, su principal fuerza proxy en Oriente Medio, Hizbulá, salió severamente menguada, como dañadas han quedado en su potencial bélico las milicias rebeldes yemeníes y otras fuerzas afiliadas en Siria e Irak. Aunque con vínculos distintos con Teherán, Hamás, otro miembro del ‘eje de la resistencia’ patrocinado por la República Islámica ha salido igualmente malparado. El pasado 8 de diciembre, sin prácticamente oponer resistencia, el ejército del régimen de Bachar al Asad se rendía a una amalgama de fuerzas islamistas lideradas por los yihadistas de Hayat Tahrir al Sham.
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