China
«Safaris» turísticos desde China para ver norcoreanos
Las lanchas recorren la costa a toda velocidad en busca de una foto que justifique la excursión. «¡Mira, allí hay un grupo!», grita entusiasmado uno de los pasajeros que, como el resto, se revuelve incómodo en su chaleco salvavidas mientras enfoca el objetivo de su Canon 500. Cientos de turistas chinos se embarcan cada día en auténticos «safaris» de norcoreanos por el río Yalu, en la frontera entre China y Corea del Norte. El viaje se paga por adelantado: 30euros por cabeza. Tras acomodarse en los asientos de plástico de la embarcación, se recorren varios kilómetros zigzagueando por el río. Enmedio de un paraje yermo y desolado se puede apreciar el nivel de desarrollo de un país cuyos dirigentes pretenden plantar cara a EE UU: casuchas a las que faltan tejas, fábricas sin luz, cuarteles rodeados por verjas de espino, patrulleras herrumbrosas y medio hundidas, campesinos doblados sobre los campos de maíz, niños vestidos con harapos, mujeres lavando en el río... «Éstas son las casas buenas, residencias de generales, están aquí para impresionar», apunta el guía, señalando unas viviendas de paredes desconchadas y vallas de madera en las que cualquier chino de clase media se negaría a pasar la noche. Las lanchas se aproximan hasta casi llegar a la costa y vuelven a salir disparadas cuando los soldados norcoreanos que vigilan la frontera hacen señas y ponen cara de desaprobación. Dos de ellos, descubiertos por los turistas mientras orinaban en un árbol, salen corriendo despavoridos hacia su caseta para vitar ser retratados en una pose tan poco marcial. «Acércate más, acércate más», piden los turistas al «capitán» de la barca, un muchacho de menos de 20 años quesostiene una media sonrisa y un cigarrillo en la boca. «Tenemos un trato con las autoridades de Corea del Norte y los itinerarios están marcados. En un día bueno puedo llevar a más de 300 personas», asegura, negando que los norcoreanos se lleven una comisión, algo que, sin embargo, se da por hecho que ocurre. Como si fuese un zoo, a lo largo de la frontera hay carteles en los que se prohibe «lanzar cosas a los norcoreanos» en mandarín y en inglés. «Lo que pasa es que algunos piden dinero, tabaco o comida y si no se lo das te tiran piedras», aclara el capitán.
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