Francia
Salvini contra el Sea Watch: la nueva guerra de Italia a las ONG
La Fiscalía de Agrigento investiga a la comandante de la embarcación con 40 inmigrantes por fondear frente a las costas de Lampedusa y desafiar las leyes italianas.
La Fiscalía de Agrigento investiga a la comandante de la embarcación con 40 inmigrantes por fondear frente a las costas de Lampedusa y desafiar las leyes italianas.
Italia ha encontrado en el barco de la ONG alemana Sea Watch un nuevo enemigo. Desde el pasado miércoles, la embarcación de bandera holandesa se encuentra frente las costas de Lampedusa, a la espera de poder desembarcar a 40 migrantes que fueron rescatados hace dos semanas y media. La actual legislación italiana, endurecida por el Gobierno del Movimiento 5 Estrellas y la Liga, impide entrar en aguas territoriales a las ONG sin el permiso de las autoridades. Pero en un claro desafío a estas políticas, la capitana del barco, la alemana Carola Rackete, decidió saltarse la prohibición y situarse a pocas millas del puerto italiano. Al cierre de esta edición, el barco permanecía en la misma posición, a la espera de que Italia alcance un acuerdo con otros países para reubicar a los migrantes.
La ONG se expone ahora a una multa de hasta 50.000 euros por desobedecer las órdenes de las autoridades italianas, pero en caso de atracar el barco podría ser incautado y la capitana inculpada por distintos delitos relacionados con la inmigración clandestina. La fiscalía de la ciudad siciliana de Agrigento, que tiene la competencia jurídica sobre Lampedusa y que siempre se ha alineado con la política antiinmigratoria del Gobierno, investiga ya a Rackete, a la que según los medios italianos le podrían acusar de penas que conllevan 16 años de cárcel.
«En estos momentos, la situación en el barco es increíblemente tensa y se está agravando cada vez más. Tengo 40 personas a bordo, más 20 de la tripulación. Es decir, 60 personas de las que encargarme, por lo que estoy ocupada todo el tiempo, día y noche. Que Salvini se ponga a la cola», dijo la marinera, en una conferencia por Skype desde el barco, dirigida a los corresponsales en Italia. La disputa con el ministro del Interior, Matteo Salvini, se prolonga desde los primeros días de esta crisis, aunque la situación alcanzó su punto álgido cuando la ONG desoyó las órdenes del Gobierno. El líder ultraderechista dijo de la capitana, de 31 años, que era una «pija» progresista y que su acción traería consecuencias. Según el ministro del Interior, los migrantes podrían estar esperando para desembarcar «hasta navidades», aunque de nuevo pesará más la política que la propaganda.
Tras un choque dialectico que recuerda al verano pasado, cuando Salvini consiguió disparar su popularidad gracias a la mano dura contra las ONG, la solución parece pasar por la acción diplomática encabezada por el primer ministro, Giuseppe Conte. Francia, Alemania, Luxemburgo y Portugal podrían estar dispuestos a repartirse las 40 personas que hay actualmente en el barco, mientras que Holanda ha rechazado sumarse al acuerdo. España, que hace justo un año actuó de justiciera en el caso del Acquarius, no ha vuelto a ofrecer una salida a estos enfrentamientos.
En el rescate, que se produjo el pasado 12 de junio, se vieron implicados 53 migrantes. Nueve de ellos fueron desembarcados por motivos de salud durante los primeros días, mientras que otras dos personas fueron evacuadas en las últimas horas también debido a razones médicas. Agentes de las fuerzas del orden italianos también han subido en varias ocasiones a la embarcación durante los últimos días para comprobar cómo es la situación, que la capitana califica de «crítica». No hay problemas de comida, pero tras más de dos semanas en el mar la mayoría de los rescatados sufre de mareos y problemas psicológicos. «No les podemos decir qué va a ser de ellos, adonde van a ir y eso añade mucha tensión psicológica. Hay mucha gente con estrés postraumático, gente con historial de suicidios, que amenaza con tirarse por la borda», dijo Rackete durante la citada conferencia. No hay camas para todos, por lo que los migrantes llevan durmiendo todos estos días sobre mantas. La nave cuenta con tres retretes químicos a bordo y personal médico, que pasa consulta de forma periódica para tratar de preservar las condiciones sanitarias. También a cubierta han subido varios diputados de la oposición para elevar la tensión política desde primera línea.
Choque de legitimidades
Las declaraciones y los gestos se repiten como un «deja vu» del verano pasado, en el que ya se vivieron varios de estos episodios. Salvini reitera que su país no puede convertirse en el «puerto de Europa» e incluso amenazó con no identificar a los migrantes y dejar que camparan libremente por Lampedusa en caso de desembarco. Hace unos días, Giorgia Meloni, del partido soberanista de oposición Fratelli d’Italia, elevó todavía más la temperatura al afirmar que el Sea Watch era un «barco pirata» y que, por tanto, deberían «hundirlo».
Mientras tanto, desde la ONG alemana confían en que la justicia italiana priorice la ley del mar, que obliga a rescatar a las personas y trasladarlas a un lugar seguro, antes que la prohibición de entrar en aguas territoriales. Sin embargo, la posición del barco, a sólo unas millas de la costa, indica la preocupación por ser arrestados. El único puerto que les fue señalado fue Trípoli, pero la organización humanitaria se negó a llevar allí a los migrantes.
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