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Santos y las FARC ya tienen su paz

Quince presidentes asisten a la firma del cuestionado acuerdo entre el Gobierno colombiano y la cúpula de la guerrilla más antigua de América. «Que nadie dude de que vamos hacia la política sin armas», promete «Timochenko» tras pedir perdón a las víctimas por el daño causado

El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos y el jefe de las FARC, Rodrigo Londono, alias Timochenko, se saludan tras la firma del acuerdo de paz
El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos y el jefe de las FARC, Rodrigo Londono, alias Timochenko, se saludan tras la firma del acuerdo de pazlarazon

Quince presidentes asisten a la firma del cuestionado acuerdo entre el Gobierno colombiano y la cúpula de la guerrilla más antigua de América. «Que nadie dude de que vamos hacia la política sin armas», promete «Timochenko» tras pedir perdón a las víctimas por el daño causado

«Todos los sueños con pájaros son de buena salud», narraba el escritor García Márquez en su obra «Crónica de una muerte anunciada». Y esa jornada soñada por los colombianos y por el propio presidente, Juan Manuel Santos, llegó. El día amanecía encapotado, con el cielo amenazando tormenta. Un horno húmedo de calles blindadas por tanquetas, militares y helicópteros que sobrevolaban la ciudad amurallada.

Sin embargo, la firma de la paz no parece inquietar demasiado a los cartageneros, que lo ven más bien como un puro trámite para la foto y la gloria del presidente. Una especie de autohomenaje ante la plana mayor del continente. En realidad, se muestran más preocupados por el plebiscito del 2 de octubre, cuando los colombianos tendrán que refrendar los acuerdos de paz. En el Bar KGB, un curioso antro abierto en el centro histórico por un argentino que vivía en Rusia, se debate acaloradamente. Algunos se ponen gorras de la ex Unión Soviética e incluso mascarillas de gas mientras toman aguardiente antioqueño, desafiando la ley seca que imperaba hasta hoy. «Nadie se atreve a decir que votará por el ‘‘no’’, por eso las encuestas podrían engañar», nos comenta un joven de unos 30 años que se identifica como uribista. «Hay mucho odio. ¿Cree que habrá sectores que permitan que esos señores [guerrilleros] pasen a mejor vida, con sus vestidos de marca en el Congreso? En La Habana ya se acostumbraron al aire acondicionado, pero ¿qué pasará con los otros 7.000? Son muñecos que quedarán sin rumbo, descabezados, perdidos», dice.

«El futuro ya llegó, lo estamos viendo con las Bacrim, las bandas criminales que surgieron tras la desmovilización de los paramilitares», agrega. A juzgar por los panfletos de los taxis, las cargas entre el voto por el «sí» y el «no» parecen equilibradas. Entre los vendedores que desde temprano instalan sus artesanías cerca del casco amurallado, la paz tiene más inquietudes que certezas. Dolores, una mujer negra que se gana la vida vendiendo réplicas de las gordas de Botero, dice que habrá más paro. «El trabajo que tú tengas se lo van a dar a ellos».

A menos de cien metros del lugar donde expone sus pequeñas esculturas, el Museo Naval es el búnker de los más de 1.200 periodistas de Colombia y el mundo que se acreditaron para el acontecimiento. La plazoleta de la Torre del Reloj fue invadida por los camiones y furgonetas de las unidades móviles de las televisiones nacionales e internacionales. «Ya llegaron la plana mayor de las FARC, pero adivine, pidieron alojarse en el mejor hotel, Las Américas», nos comenta un taxista que presume de sabérselas todas. Sin embargo, ni siquiera los medios locales acertaron a averiguar dónde pernoctaba el Secretariado, la cúpula guerrillera.

Por su parte, el ex presidente y líder del Centro Democrático, Álvaro Uribe, asistió a la marcha convocada en el centro por los simpatizantes del «no» al plebiscito: «Estamos aquí para decir no a los terroristas, no a este mal acuerdo, no a esta firma final», afirmó Uribe a la multitud.

Con el sol cayendo sonó el himno nacional interpretado por la Banda Baranoa. En la tarima principal: Santos, «Timochenko» (el jefe de las FARC) y Ban Ki Moon pronunciaron tres discursos cada uno de diez minutos. Para el presidente colombiano, «lo que firmamos es que nos cansamos de la guerra. No más una guerra que nos dejo miles de muertos y desplazados. No más intolerancia. No más violencia, que ha sido un freno al crecimiento de Colombia». Por su parte, el líder de las FARC aseguró que «que nadie duce que vamos hacia la política sin armas, preparémonos todo para desarmar las mentes y corazones. Nosotros vamos a cumplir y esperamos que el Gobierno cumpla». A continuación, aprovechó para pedir perdón a «todas las víctimas del conflicto» y por «todo el daño» que hayan «podido causar en esta guerra».

Abajo en la tribuna, 15 presidentes, muchos de ellos bolivarianos como Nicolás Maduro y Raúl Castro, escuchaban junto al Rey emérito de España, Don Juan Carlos, las intervenciones. También estaba John Kerry, secretario de Estado de EE UU, quien dijo que revisará la salida de las FARC de su lista de grupos terroristas en la medida en que cambien los «hechos» tras la firma del acuerdo. La UE también dijo ayer que suspenderá durante un periodo de seis meses las sanciones que aplica contra las FARC por formar parte de su lista de organizaciones terroristas. Esta decisión no supondría sacar formalmente a la organización de la lista.

La ceremonia del acuerdo de paz estuvo llena de simbologías, metáforas y citas literarias. De hecho, se firmó con un bolígrafo fabricado con proyectiles de fusil. El horario no fue caprichoso. La gran puesta en escena era el atardecer. Por eso todo estuvo meticulosamente preparado para que el acto concluyese a las 6:15 de la tarde, para simbolizar el fin de la guerra y la espera de un nuevo amanecer. En el sitio se congregaron más de 2.000 personas, de las cuales 400 son víctimas. Hubo 120 miembros de las FARC, 32 gobernadores, alcaldes, representantes de gremios, industriales, sindicatos, congresistas y profesores.

La Fuerza Aérea preparó una exhibición aérea, en la que cinco aeronaves de entrenamiento T-90 Calima dibujaron el sublime tricolor nacional sobre el cielo como reconocimiento a los hombres, mujeres y víctimas de la Fuerza Pública que contribuyeron en la consecución de la paz. Aeronaves Kfir rindieron homenaje al pueblo colombiano y 2.700 miembros de las Fuerzas Armadas se encargaron de la seguridad.

El acuerdo de paz ha provocado división en el país, ya que muchos se oponen a que los líderes de las FARC, acusados de haber cometido asesinatos, masacres, secuestros y abusos sexuales, entre otros delitos, tengan la posibilidad de ocupar cargos políticos. Sin embargo, el pacto establece que los jefes guerrilleros deberán confesar todos sus crímenes ante un tribunal especial y tener una pena privativa de libertad de hasta ocho años, antes de poder desempeñar funciones políticas. El acuerdo aún debe ser ratificado en un plebiscito el domingo, pero las encuestas anticipan que será aprobado.

El papel de España en la paz colombiana

España ha acompañado el proceso de paz en Colombia desde organismos como la ONU, la UE y la Organización de Estados Americanos. A nivel económico, España ha destinado 80 millones de euros a la construcción de la paz desde 2006 y ha impulsado un Fondo Fiduciario en la UE para el postconflicto.

En el plano militar, España ha formado a 120 militares colombianos en desminado. En el seno de la ONU, tomó parte de la negociación para la resolución 2261 que establece una Misión Política Especial de Naciones Unidas para Colombia para verificar el alto el fuego. En ella estarán 22 militares españoles, cuatro policías y cuatro guardias civiles, que se desplegarán en octubre.