Política

Brexit

La UE ofrece a May retrasar el Brexit al 31 de octubre

Los Veintisiete evitan con este compromiso la presencia británica en la nueva Comisión Europea.. Macron presionó para evitar que Londres sabotee las instituciones comunitarias estos meses.

La primera ministra Theresa May a su llegada a Bruselas, hoy
La primera ministra Theresa May a su llegada a Bruselas, hoylarazon

Los Veintisiete evitan con este compromiso la presencia británica en la nueva Comisión Europea. Macron presionó para evitar que Londres sabotee las instituciones comunitarias estos meses.

Más por resignación que por convicción. Los Veintisiete decidieron conjurar ayer la posibilidad de un Brexit caótico y, como mal menor, optaron por negociar una prórroga con Reino Unido al borde del abismo del 12 de abril. La iniciativa del presidente del Consejo, Donald Tusk, de una extensión flexible cosechó el apoyo de la mayoría de las cancillerías, pero la presión francesa obligó a retrasar el año inicial a seis meses. Los Veintisiete ofrecieron a Theresa May retrasar el Brexit hasta el 31 de octubre, cuando expira el mandato de la actual Comisión Europea. Previamente, en junio, los líderes europeos revisarán la prórroga en función de los acontecimientos en Reino Unido. «Los Veintisiete han acordado una extensión del artículo 50. Ahora me reuniré con la primera ministra Theresa May para el acuerdo del Gobierno [británico», escribió el presidente del Consejo Europeo en Twitter.

En estas últimas semanas, se han resquebrajado algunos de los dogmas que han guiado las negociaciones del Brexit en los últimos dos años: el precipicio del 29 de marzo que parecía inamovible hasta que se produjo la mini prórroga hasta el 12 de abril; el ultimátum que no ha sido tal, que supeditaba la extensión al «sí» previo de la Cámara de los Comunes sobre el acuerdo del divorcio e incluso la participación de Reino Unido en las próximas elecciones europeas que hasta hace relativamente poco parecía una hipótesis desesperada. Pero aún queda un dogma que no ha sido puesto en cuestión: la necesidad de que los Veintisiete permanezcan unidos en las dificultades.

Por eso, ayer las cancillerías intentaron ponerse de acuerdo en una solución con los suficientes matices para contentar a todos, sin vencedores ni vencidos. Como gran protagonista de la jornada, el presidente francés, Emmanuel Macron, líder natural del ala dura. París siempre ha defendido una estricta condicionalidad a la hora de conceder una prórroga de larga extensión sujeta a un vuelco en el tablero en forma de convocatoria de elecciones generales, un segundo referéndum o un acuerdo entre laboristas y conservadores que dinamite las «líneas rojas» británicas en pos de la unión aduanera como relación futura.

De estas tres posibles condiciones, ninguna se ha cumplido. Como únicos cambios por parte de Reino Unido, el compromiso de participar en las próximas elecciones europeas si no existe más remedio y los tímidos intentos de Theresa May de llegar a un acuerdo con Jeremy Corbyn. Unos esfuerzos que, de momento, no se han traducido en ningún resultado tangible, más allá de una cierta buena voluntad. La «premier» británica informó ayer a sus colegas europeos sobre los avances en su diálogo con los laboristas durante una hora y seis minutos. Antes de esta alocución, algunos líderes no ocultaron que no esperaban grandes resultados. Algunos incluso con humor. «Como ya dije hace algunas semanas, estoy todavía esperando a Godot», aseguró el «premier» luxemburgués, Xavier Bettel. «La última vez no estaba, creo que esta vez será de definitiva, pero no está ahí. Nos acostumbramos poco a poco», continuó.

Como salida al laberinto, Macron decidió acudir a la cumbre europea con el propósito de que la prórroga no pueda ser interpretada como un cheque en blanco. Por eso, el presidente francés se afanó en conseguir que la presencia de Reino Unido en el «club» comunitario no pueda ser utilizada como un caballo de Troya, tal y como amenazan los «brexiters» duros. «La viabilidad y la unidad del proyecto europeo está todavía en la encrucijada y es indispensable que no suceda nada que comprometa este proyecto europeo en los próximos meses. Tenemos un renacimiento europeo que conducir, creo profundamente que nada relacionado con el Brexit debería apartarnos de este camino», aseguró a su entrada al encuentro. «Debemos preguntarnos cuál es el interés de la buena cooperación y cuál es nuestro interés. Y esto es un Brexit ordenado y la unidad de los Veintisiete», aseguró mucho más pragmática, la canciller alemana, Angela Merkel.

En la capital comunitaria existen diferentes opiniones sobre la capacidad real de Reino Unido de boicotear desde dentro decisiones de calado como la elección del próximo presidente de la Comisión Europea o el nuevo marco financiero (2021-2017). En el primer caso, la elección se realiza por mayoría cualificada y un solo país no puede bloquear ningún nombramiento. De hecho, la elección de Jean Claude Juncker fue realizada con el veto de Reino Unido y Donald Tusk fue reelegido en su puesto con la oposición contumaz de Polonia, su país de origen. En el capítulo del marco financiero, sí que se requiere la unanimidad de las capitales aunque se desconoce si Londres utilizará este arma en el momento de la verdad. Pero Francia no quiere incertidumbre. Por eso, ayer sobrevolaban diferentes posibilidades: un código de conducta voluntario asumido por Reino Unido, la posibilidad de que el país renuncie al voto e incluso a tener un comisario dentro del Ejecutivo europeo o un sistema parecido al del Eurogrupo en que los Veintisiete se reúnen por su cuenta e informen a Reino Unido de las decisiones tomadas sin que éste pueda influir en la toma de decisiones.

El gran problema de cualquiera de estas opciones, es que carecen de un anclaje jurídico lo suficientemente sólido, ya que el artículo 50 asegura que, mientras dure el proceso de divorcio, los deberes y derechos de un Estado miembro permanecen inalterables. El propio Tusk ya advirtió en su carta dirigida a los líderes europeos de los peligros de «humillar» a Londres.