Siria

Siria se enfrenta a un diálogo imposible

Los ataques contra la población civil impiden el acuerdo entre los opositores y el régimen

Miembros del ejército rebelde, durante una protesta contra Asad
Miembros del ejército rebelde, durante una protesta contra Asadlarazon

La posibilidad de un diálogo entre el régimen de Bachar al Asad y la oposición se desvanece una vez más, mientras la comunidad internacional se muestra cada vez más nerviosa ante un conflicto que se recrudece y que cumplirá dos años este mes de marzo.

La posibilidad de un diálogo entre el régimen de Bachar al Asad y la oposición se desvanece una vez más, mientras la comunidad internacional se muestra cada vez más nerviosa ante un conflicto que se recrudece y que cumplirá dos años este mes de marzo. Rusia ha dejado patente su impaciencia esta semana, coincidiendo con la visita del ministro de Asuntos Exteriores sirio a Moscú. El aliado de Damasco no deja de respaldar al presidente Bachar al Asad, pero pide cada vez más abiertamente un acuerdo político, a pesar de seguir facilitando armas a Siria. El ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, se reunió ayer en Berlín con el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, con el que habló de la situación siria. Lavrov destacó la necesidad de entablar conversaciones y se mostró molesto con «las declaraciones contradictorias procedentes de boca de la oposición», exigiendo que Occidente presione para que ésta acepte negociar con Damasco y nombre a un jefe negociador lo antes posible.

Los denominados «amigos de Siria» se reunirán esta semana en Roma y el Kremlin espera que Estados Unidos, así como los demás aliados de los rebeldes, presionen para que se sienten a la mesa de negociaciones.

La Coalición Nacional Siria (principal grupo que representa a la oposición política en el exterior del país) decidió en una reunión en El Cairo el fin de semana pasado que no hablará directamente con el presidente Bachar al Asad, ni con todos aquellos miembros de su régimen que hayan cometido crímenes contra los civiles. Los opositores piden que el dictador deje el poder y, además, que sea juzgado por las masacres, lo cual dificultaría una hipotética salida negociada a cambio de inmunidad. El líder de la coalición, Muaz Al Jatib, se había mostrado dispuesto a entablar conversaciones directamente con el presidente, pero el resto de miembros del grupo rechazó esta propuesta y endureció la postura, sobre todo después de que el fin de semana se produjeran varios ataques supuestamente con misiles Scud contra la ciudad de Alepo, según denuncian los activistas y la oposición. El grupo Human Rights Watch ha documentado las brutales consecuencias de los ataques, asegurando que en ellos murieron 141 personas, 71 de las cuales niños, y causaron enormes daños materiales. La ONG, que estuvo en el lugar de los hechos, dijo que los ataques tuvieron lugar contra barrios residenciales y no en contra de objetivos militares enemigos, y que por tanto contradicen las leyes de guerra internacionales.

Por su parte, John Kerry, antes de su llegada a Berlín, dijo que es difícil imaginar un diálogo en estas circunstancias, cuando el Gobierno sirio está respondiendo con misiles, aunque el régimen haya negado haber usado este tipo de armamento contra los rebeldes o contra la población civil. Se cree que Damasco sí posee misiles Scud en sus arsenales y los activistas sirios han denunciado reiteradamente el uso de los mismos en los pasados meses, pero nunca se ha podido verificar de forma independiente.

De forma bastante hipócrita, por primera vez desde el comienzo de la guerra, el régimen sirio se declaró dispuesto a dialogar incluso con los rebeldes armados, que son aún más reacios a negociar que la oposición política, ya que son los que están sufriendo al Ejército de Asad sobre el campo de batalla. El ministro de Asuntos Exteriores sirio, Walid Al Mualem, aseguró en Moscú que están abiertos al diálogo, porque «las reformas no pueden venir a través del derramamiento de sangre», pero al mismo tiempo aseguró que seguirán luchando contra los «terroristas», tal y como denominan a los rebeldes armados.

Mientras la guerra fría de declaraciones entre el régimen y la oposición continúa, con la participación de los amigos y aliados, sobre el terreno los combates no cesan. Ayer se recrudecieron en torno a la mezquita de los Omeyas en Alepo, situada en la histórica ciudad amurallada, patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, que ya ha quedado muy dañada por la guerra. Los rebeldes y el Ejército se enfrentan por el control de Alepo y toda la zona desde el verano pasado, sin que ninguno de los dos bandos consiga imponerse sobre el otro de forma significativa. El estancamiento en el plano militar hace aún más urgente la necesidad de una solución política, tanto para los dos bandos en conflicto como para los países vecinos afectados y toda la comunidad internacional, ante la posibilidad de una guerra prolongada que desestabilice toda la región. El conflicto ya ha tenido reververaciones en el inestable Líbano con los combates entre chiíes y suníes en Trípoli, en la frontera con Turquía por la caída de varios misiles y en Israel, que no oculta su preocupación por el futuro del arsenal químico.