Las guerras olvidadas

Somalia: infierno de sequías, inundaciones y un conflicto que no cesa

4,3 millones de personas están al borde de la hambruna, mientras la comunidad internacional le ha dado la espalda al conflicto

January 19, 2012 - Mogadishu, Somalia - Ugandan and Somalian soldiers stand on open ground outside of Mogadishu University following an advance to capture the surrounding areas in the Al Qaeda-linked insurgent Al Shabaab territory January 20, 2012 in Mogadishu, Somalia. (Foto de ARCHIVO) 19/01/2012
Imagen de archivo del Ejército de Somalia Europa Press/Contacto/Stuart PriEuropa Press

El sol abrasador que todo lo quema y mata el ganado de los pastores, el agua que ahoga las cosechas de los pocos granjeros, o la guerra que, desde hace décadas, hace volar más balas que pájaros, no solo han convertido a Somalia en el escenario de un conflicto olvidado sino en la punta de lanza de los peores efectos del Cambio Climático en el cuerno de África. Los más de 100 muertos de las inundaciones del mes pasado provocadas por el fenómeno de El Niño (el calentamiento periódico del Océano Pacífico), solo son una gota de agua en la marea de desgracias que vive el país. Una simple mota de polvo en el desierto de soluciones a las que se enfrentan los somalíes.

“Una cuarta parte de la población, sobre unos 4,3 millones de personas, está en grave riesgo de sufrir una hambruna de nivel crítico o algo peor”, según las Naciones Unidas. Organizaciones sin ánimo de lucro como World Vision o Médicos Sin Fronteras llevan años clamando al cielo porque millones de niños están en riesgo de morir de hambre, o se ven obligados a desaparecer lentamente en uno de los campos de refugiados, donde la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios estima que “1,5 millones de menores de 5 años se enfrentarán a la desnutrición aguda entre agosto de 2023 y julio de 2024, incluidos 330.630 que probablemente sufrirán desnutrición grave”. Las alternativas que tienen son emprender un viaje de locura jugándose el todo por el todo por una de las peligrosas y mortales rutas migratorias, unirse a la milicia, las guerrillas islamistas, la policía o Ejército, siempre según el clan al que pertenezcan.

La historia reciente del país revela hacia dónde va su infortunado destino. Siendo concisos: el conflicto actual surge de las disputas tribales tras la caída, en enero de 1991, de la brutal dictadura del presidente Said Barre, la cual había surgido de la Primera Guerra Civil (1988-1991) entre nacionalistas, islamistas y los muchos clanes y señores de la guerra que clamaban su territorio. El vacío político que le siguió fue un baño de sangre que todavía dura. El caos generalizado resultó en la independencia de Somalilandia en 1991. Y, en 1998, la norteña de Puntlandia declaró una autonomía parcial. La fragmentación territorial recrudeció el conflicto y, desde entonces, la ONU calcula que la guerra ha matado a más de un millón de personas, mientras otros tantos se han convertido en refugiados.

En el año 2000, la Declaración de Arta estableció que los cuatro clanes principales (Dorad, Hawiye, Dir y Rahanweym) tendrían igual representación en el Gobierno, mientras que los más pequeños se vieron obligados a compartir las migajas gubernamentales. Pronto, la grave inestabilidad, la violencia indiscriminada, las luchas internas y la corrupción rampante condenó al fracaso a las siguientes Administraciones, algunas de las cuales incluso tuvieron que establecerse en la vecina Kenia.

Desde la creación del Gobierno Federal de Somalia, en 2012, cada Gobierno se ha centrado en establecer un espacio político cohesivo que tenga en cuenta la difícil política de alianzas de los clanes, mientras la amenaza del grupo terrorista Al Shabaab, surgido en 2007, sumada a la posterior creación del Estado Islámico de Somalia, han sumido a todo el territorio en un estado de guerra civil que sigue agravándose con las crisis humanitarias provocadas por los fenómenos meteorológicos extremos derivados del cambio climático.

Desde entonces, todos los esfuerzos de paz regionales e internacionales han fracasado y el país depende de la ayuda militar y humanitaria para sobrevivir en un ambiente político de plata o plomo. La misión internacional (EUTEM-Somalia) sigue entrenando a las fuerzas estatales y combatiendo a los insurgentes, piratas que asolan las costas y reeducando a niños soldado. No obstante, la necesaria ayuda exterior lleva tanto tiempo siendo parte integral del conflicto que ya forma parte de su engranaje.

La situación de Somalia es desesperada. Sin embargo, los líderes internacionales no forman Consejos de urgencia para detener el constante éxodo de su población, o resucitar la vida y las perspectivas de futuro de los millones de personas condenadas a una existencia sumida en la más extrema pobreza. De un pueblo al que el mundo solo recuerda y promete acciones cuando la crisis se convierte en una plaga de mortandad sin parangón, para luego hacer honor a un viejo proverbio local: Beentaada hore runtaada danbay u baas baxdaa (tu mentira anterior daña tu verdad presente).