Reino Unido

Starmer centra su discurso estrella en criticar al populismo en auge de extrema derecha

En lugar de hablar como un primer ministro con mayoría absoluta se mostró más bien como un postulante luchando por arrebatar el Gobierno a Farage, quien con apenas cuatro diputados en la Cámara de los Comunes es quien verdaderamente lleva la batuta

Britain's Prime Minister Keir Starmer and his wife Victoria wave to the delegates and audience after he gave his keynote speech at the annual Labour Party conference in Liverpool, England, Tuesday, Sept. 30, 2025. (AP Photo/Jon Super)
Starmer, en la conferencia laboristaASSOCIATED PRESSAgencia AP

Cuando uno nombra constantemente a su rival no logra marcar distancias sino hacerlo más fuerte. Y este es el gran error que el premier Keir Starmer cometió ayer en su esperado discurso ante la conferencia del Partido Laborista.

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Tras un mes complicado marcado por críticas internas, desplomes en las encuestas y, ante todo, el auge del populismo de extrema derecha de Nigel Farage, al frente de Reform UK, el inquilino de Downing Street subía al estrado con una misión evidente: reafirmarse como líder fuerte, trazar diferencias claras y recuperar narrativa. Sin embargo, sus constantes referencias a Farage -al que llamó directamente por su nombre en varias ocasiones- tan sólo dieron más protagonismo a un hombre cuyo discurso xenófobo tiene cada vez más fieles.

Desde sus primeras frases, Starmer buscó elevar el discurso hacia lo existencial: “El Reino Unido se enfrenta a una decisión decisiva entre un Partido Laborista patriótico que promete renovación nacional o división y decadencia bajo el encantador de serpientes”, declaró. Pero radicalizando su postura migratoria, animando a ondear las banderas británicas que se repartieron por el auditorio de Liverpool y recalcando que los políticos del establishment habían “confiado demasiado en la globalización”, no sólo ubicó a Farage como la verdadera oposición en Westminster sino que le perfiló como un serio candidato a primer ministro advirtiendo, una y otra vez, de los riesgos que entraña su llegada al poder.

En definitiva, en lugar de hablar como un primer ministro con mayoría absoluta, parecía más bien un postulante luchando por arrebatar el Gobierno a Farage, quien con apenas cuatro diputados en la Cámara de los Comunes es quien verdaderamente lleva la batuta. ¿Es posible que tras conseguir el triunfo del Brexit el `enfant terrible´ de la política británica tenga ahora posibilidades para llegar a Downing Street? Es algo que los analistas meten ya en la ecuación.

En definitiva, con apenas catorce meses al frente del Ejecutivo, Starmer tiene un verdadero problema de popularidad. Las encuestas le otorgan el peor índice de aprobación personal de un primer ministro desde al menos 1977 y sugieren además que Farage no solo vencería, sino que aplastaría al Partido Laborista, en caso de celebrarse ahora unas elecciones. Quedan aún cuatro años para los comicios generales. Pero las elecciones locales, galesas y escocesas de mayo están a la vuelta de la esquina y son ya muchas las voces que hablan de una moción de confianza al liderazgo de Starmer si no logra para entonces mejorar la situación.

Su apuesta ayer fue insistir en la “seriedad frente a circo”. El problema es que el sentido común no siempre vence en las urnas. Las bases piden ilusión y los barones regionales encuestas más favorables. El discurso de ayer se presentaba como un examen final: o convencía ahora o la sombra de un relevo interno se haría insoportable. Aunque ganó algo de oxígeno, no llegó a convencer del todo. Focalizándose continuamente en lo que no es, Starmer sigue sin explicar cuál es su verdadero proyecto para el país. Y esto es precisamente lo que le achacan tanto desde fuera como dentro de sus filas.

En un intento por unir a su base dividida, argumentó que los votantes tenían preocupaciones "razonables" sobre la inmigración ilegal, pero que existía una "línea moral" que Farage y otros habían cruzado.

Atacó a los "vendedores de humo " de derecha e izquierda que intentaban convencer al electorado que había una "solución rápida" a los problemas, citando peticiones de recortes de impuestos sin financiación, "un impuesto sobre el patrimonio que, de alguna manera, resuelva todo" y las promesas de la campaña del Brexit de que salir de la UE aportaría 350 millones de libras adicionales semanales al NHS. Fue la primera vez en muchísimo tiempo que nombró la palabra Brexit, ante el veto que se había impuesto en el gabinete por miedo a perder a los votantes laboristas que votaron por salir de la UE.

Por otra parte, Starmer enumeró los logros de su gobierno hasta la fecha, incluyendo la nacionalización de British Steel, la eliminación de los contratos de cero horas y la reconstrucción de las escuelas. Anunció que eliminaría el objetivo del Nuevo Laborismo de que el 50% de los jóvenes vayan a la universidad y lo reemplazaría por el objetivo de que dos tercios realicen una licenciatura o un programa de aprendizaje de referencia.

Afirmó que Reino Unido necesitaba un Estado más sólido, libre de trámites burocráticos innecesarios, así como inversiones fuera de Londres y el sureste, más fondos para los servicios públicos y el fortalecimiento de los derechos de los trabajadores. Sin embargo, en declaraciones previas a la presentación de los presupuestos generales de finales de noviembre, advirtió a los miembros del partido que estar en el gobierno "requiere decisiones que no son gratuitas ni fáciles, decisiones que no siempre son cómodas para nuestro partido". Todo indica que tendrá que romper su promesa y subir impuestos, lo que no ayudará a su popularidad.