Reino Unido
Sunak escapa a una rebelión «tory» por el Plan Ruanda
El ala dura de los conservadores se abstiene en la primera votación sobre su ley de repatriaciones
Rishi Sunak sobrevivió ayer a la votación más importante de su mandato con su polémico plan para mandar a Ruanda a los solicitantes de asilo llegados por vías irregulares. Pero el oxígeno no está garantizado por mucho tiempo. Para principios del próximo año, la bomba de aire podría recargarse o vaciarse por completo acabando con la carrera política del inquilino de Downing Street. Todo es posible en un Partido Conservador que actúa a la desesperada ante los comicios previstos para el próximo año, donde todos los sondeos vaticinan el fin de una era tras trece años en el poder.
Tras días de máxima tensión y serias amenazas de rebelión, Sunak consiguió anoche mantener vivo su controvertido proyecto de ley migratorio, pese a la abstención del núcleo duro de la formación. La Cámara de los Comunes aprobó por 313 votos a favor frente a 269 en contra la segunda fase de tramitación del proyecto de ley. Una diferencia de apenas 44 votos. La votación se había convertido en la práctica en una moción de confianza sobre la gestión del primer ministro como jefe del Gobierno ante una de las cuestiones que más preocupa al electorado. De momento, Sunak sigue como líder «tory». Pero queda mucho recorrido aún en Westminster para aprobar la normativa y el núcleo duro amenaza con actuar si no se incluyen enmiendas para endurecer una de las medidas más controvertidas de la era pos Brexit.
Después de que el Tribunal Supremo considerara «ilegal» el plan para mandar al país africano a los inmigrantes ilegales –la pieza central de la actual legislatura– Sunak ha cerrado un nuevo pacto con Kigali con modificaciones para asegurar que «las personas desplazadas a Ruanda no correrán el riesgo de ser devueltas a un país donde su vida o su libertad se vean amenazadas». Espera así tener la aprobación de la Justicia, tanto la británica, como la internacional, ya que el tribunal Europeo de Derechos Humanos también se opuso al polémico plan.
Pero el ala dura del partido quiere ir más allá. Reclaman que sacar a Reino Unido de la Convención Europea de Derechos Humanos es la única vía de evitar que la política de deportaciones vuelva a ser obstaculizada por los jueces. Este es el argumento que avaló Robert Jenrick –ex secretario de Estado de Inmigración– al presentar el miércoles su dimisión aumentando así la presión sobre Sunak, que debe encontrar el balance adecuado para contentar al ala moderada y al ala dura de sus filas para garantizar su supervivencia.
El proyecto de ley deja abierta la oportunidad para que los inmigrantes presenten impugnaciones legales contra su deportación basándose en circunstancias individuales. Sin embargo, el Gobierno confía en poder evitar que los tribunales nacionales adopten medidas cautelares que arruinen los vuelos, ya que se establece un listón muy alto para que una reclamación tenga éxito. Interior cree que el 99,5% de las impugnaciones legales individuales no saldrán adelante.
Con todo, la amenaza de medidas cautelares desde Estrasburgo llevó al propio equipo de asesoramiento legal del Gobierno a advertir que sólo hay un «50% en el mejor de los casos» de posibilidades de permitir que los vuelos puedan efectuarse. Sunak quiere que el primer avión salga con destino a Ruanda en abril, antes de las elecciones generales. Sería un símbolo de haber «recuperado el control» de la fronteras –gran promesa del Brexit–, pero nada está garantizado.
Los planes podrían ser cancelados en las próximas semanas por la Justicia o por los propios rebeldes «tories». ¿Es posible que la formación se esté planteando cambiar nuevamente de líder? «A priori», podría parecer descabellado teniendo en cuenta que queda sólo un año para las elecciones generales, o incluso menos, porque se podrían adelantar a mayo de 2024. Con todo, teniendo en cuenta el «modus operandi» de los conservadores, no se puede descartar ningún escenario.
Al igual que pasó con David Cameron y Theresa May, Sunak podría pasar a ser una víctima más de su propio partido. Desesperado por encontrar una medida que una a las distintas tribus «tories» que sólo tenía en común el Brexit, se ha aferrado ahora a una controvertida política que no puede implementar y que ha mancillado lo único que tenía a su favor: la afirmación de que era mejor, más constitucionalmente correcto y menos imprudente que los dos primeros ministros que le precedieron.
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