Uruguay
Tabaré Vázquez retoma el poder en Uruguay con Mujica como referente
Un relevo del hombre decente al hombre tranquilo. Así transcurre la política uruguaya en los últimos años. Y los uruguayos lo agradecen, lejos del histrionismo de los países vecinos. En su último acto de Gobierno, José Mujica entregó ayer la banda presidencial a su sucesor, el también izquierdista Tabaré Vázquez. La transmisión del mando se realizó al aire libre, ante una multitud reunida en la Plaza de la Independencia de Montevideo. El ahora ex presidente pidió a sus compatriotas «aguantar» al próximo Ejecutivo. «Al pueblo uruguayo le pido que haga todo lo posible para aguantar a un Gobierno que arranca. Porque si al Gobierno le va bien, va bien al país», manifestó el jefe de Estado saliente cuando se retiraba de la Plaza de Independencia, despedido al grito de «Olé, olé, Pepe, Pepe». «Mi vida refleja que los que no se entregan y no bajan la guardia siempre tienen algún reconocimiento», concluyó Mujica. Después de tomar juramento a su Gabinete, Vázquez –quien fue el primer presidente de izquierdas en la historia de Uruguay entre 2005 y 2010– recibió a los mandatarios que viajaron a Montevideo, entre ellos ellos el Rey Juan Carlos, Dilma Rousseff, Michelle Bachelet, Ollanta Humala, Horacio Cartes y Rafael Correa, entre otros. Argentina estuvo representada por su vicepresidente, Amado Boudou. Entre los invitados también se encontraba el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. Vázquez reivindicó en su discurso de investidura a Mujica como un «referente» de su nuevo Gobierno y apeló a los valores de «libertad, autodeterminación de los pueblos, integración, justicia y solidaridad» que inspiran la figura de José Artigas, considerado el prócer de la nación, como referencia para su Gobierno. El mandatario recordó también los «30 años ininterrumpidos de democracia en Uruguay» y el papel esencial de Julio María Sanguinetti como primer presidente tras la dictadura (1973-1985).
En su libro «El Método Tabaré», la periodista Cecilia Custodio dice que el nuevo presidente nunca se altera, y que sólo le molesta una cosa: que lo acusen de ser un «líder populista».
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