Oriente Medio
El terremoto acelera la rehabilitación de la dictadura de Asad en Siria
El régimen continúa recabando apoyos en el mundo árabe transcurridos doce años desde el inicio de la guerra
Doce años después del inicio de la revuelta que, en la estela de la Primavera Árabe, acabaría desencadenando una cruenta y larga guerra civil, el régimen liderado por Bachar el Asad parece estar culminando una lenta e inexorable rehabilitación en la comunidad internacional.
El devastador terremoto que, hace justo un mes, sacudió, además del sur de Turquía, el noroeste de Siria y la consiguiente ola de solidaridad que la catástrofe despertó hacia las poblaciones afectadas han puesto en evidencia en las últimas semanas la recuperación de la imagen del régimen. Una dictadura, la de Bachar el Asad –segunda generación del clan, ascenso inopinado a la jefatura del Estado en el verano de 2000 del espigado médico oftalmólogo de 57 años formado en Londres- que ha pasado ya a la historia por la escala de las atrocidades en su haber.
Gracias al apoyo decisivo de la Rusia de Putin y de la República Islámica de Irán –unido al régimen de Damasco por filiación religiosa, puesto que el clan Asad pertenece a la secta alauí, vinculada al islam chií-, la dictadura siria resultó victoriosa en su existencial combate contra el califato del Estado Islámico, la gran amenaza yihadista para la inestabilidad del conjunto de la región, a finales de 2017.
Pero lo cierto es que el régimen sirio continúa aislado internacionalmente y soportando las sanciones occidentales, es incapaz de controlar amplias zonas del territorio –en el norte y el este-, donde combate aún a grupos insurgentes, y su economía y sociedad padecen las consecuencias naturales de más de una década de destrucción y muerte; no en vano, la guerra civil dejó un saldo de 300.000 fallecidos, 13 millones de desplazados internos y más de 6 millones huidos, según Naciones Unidas.
Sin embargo, el terremoto ha dado la oportunidad al dictador de presentarse más conciliador y cercano ante los suyos y el mundo. Asad se mostraba solícito a la demanda de la comunidad internacional de permitir la llegada de ayuda a zonas de Siria que escapan al control del régimen y a abrir dos puestos fronterizos con Turquía para permitir la entrada de los servicios de rescate una semana después del seísmo. Además de aviones de ayuda de los socios más estrechos de Siria como Rusia, Irán o China, hasta el malhadado país de Oriente Medio llegó el 13 de febrero una aeronave procedente de Arabia Saudí –que hasta ahora solo había enviado ayuda y armas a los rebeldes antiAssad-, la primera desde que comenzó la crisis en 2011, con material humanitario para las familias afectadas.
“El terremoto le ofrece una oportunidad al insistir en que o bien todos los esfuerzos se coordinan con Damasco porque es la única autoridad en el conjunto del territorio o no se permitirá que la ayuda llegue al noroeste pasando por las zonas que él controla”, explicaba recientemente el director de la firma especializada en análisis de inteligencia International Interest Sami Hamdi en declaraciones a Deutsche Welle.
El apoyo de Emiratos, decisivo
Si ha habido un apoyo que se ha tornado en decisivo en el proceso de rehabilitación de la dictadura del Partido Baaz, ese ha sido el de Emiratos Árabes Unidos. En diciembre de 2018 la monarquía, adversa como sus vecinos a los movimientos revolucionarios en la región, reabría su embajada en Damasco. El marzo del pasado año Asad fue acogido por las autoridades emiratíes en Abu Dhabi en la primera visita a un país árabe desde el comienzo de la guerra civil en Siria. Durante la actual crisis provocada por el terremoto, más de un centenar de aviones de ayuda procedentes del poderoso Estado del Golfo han aterrizado en suelo sirio, según reconoce el Gobierno de Asad.
También decisivo para la supervivencia del régimen ha sido el reciente acercamiento del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, a la dictadura de Asad, su némesis durante toda una década. No en vano, las fuerzas turcas siguen ocupando zona fronterizas del norte de Siria, desde donde golpean a milicias kurdas enemigas.
Los acontecimientos se han acelerado en las últimas semanas. Los ministros de Exteriores de Egipto, Jordania y Emiratos Árabes Unidos se desplazaron a Damasco, y el dictador visitó oficialmente el sultanato de Omán el pasado día 20 de febrero. Además, seis días más tarde los presidentes de los parlamentos de Irak, Jordania, Palestina, Libia y Emiratos, además de diputados de Omán y Líbano, se desplazaron hasta Siria como parte de una delegación de la Unión Interparlamentaria Árabe.
Este jueves un asesor del portavoz del presidente sirio expresaba la voluntad del dictador de mantener buenas relaciones con “todos los países árabes”. Previsiblemente, con todo, Qatar empleará su poder de veto –también permanecen enfrente Marruecos y Kuwait- para impedir el reingreso del régimen sirio en la Liga Árabe –que expulsó a Siria en 2011- en la próxima cita en Arabia Saudí.
La gran esperanza de los vecinos de Bachar el Asad con la reciente operación diplomática es, en fin, que la operación de rehabilitación del régimen reduzca en alguna medida la dependencia siria del régimen de los ayatolás, convertido en la amenaza común el mundo árabe suní y obsesión compartida por Arabia Saudí, Estados Unidos e Israel, al igual que de Rusia. Asimismo un régimen más sólido es, a juicio de los países de la región, la menos mala de las opciones para garantizar la estabilidad en la región después de años de violencia sectaria y terrorista y desplazamientos masivos de población. Sorpresas de la realpolitik.
En cualquier caso, los movimientos de algunos de sus aliados regionales en favor del régimen no han hecho, por el momento, cambiar de opinión a la Administración Biden, que se mantiene firme en su rechazo a rehabilitar figura de Asad. A pesar de la precaria situación del régimen, la necesidad de las potencias de la región de contrarrestar el poderío iraní y garantizar estabilidad, amén del interés por posicionarse en la reconstrucción de un país central para Oriente Medio, juegan, por ahora, a favor de un dictador sin escrúpulos que se hace cada vez más fuerte y no tiene la menor intención de abandonar la escena.
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