
Opinión
El terremoto Trump- Musk y la réplica en el Partido Republicano
Una relación forjada en la ambición y el pragmatismo se ha desmoronado en una confrontación pública de proporciones colosales. El multimillonario sudafricano amaga con usar sus recursos para impulsar nuevos liderazgos y fragmentar a los republicanos

En el escenario de la política estadounidense, pocas alianzas han sido tan improbables y volátiles como la que unió a Donald Trump y Elon Musk durante la campaña presidencial de 2024. Sin embargo, como si de una tragedia griega se tratara, esta relación, forjada en la ambición y el pragmatismo, se ha desmoronado en una confrontación pública de proporciones colosales.
Un choque de superegos
La colisión entre Trump y Musk, lejos de ser una sorpresa, era un desenlace previsible. Dos personalidades de ambiciones cósmicas (en el caso de Musk literalmente hablando), con egos proporcionales a las mismas, estaban destinadas a chocar en un corral donde solo un gallo puede reinar. Trump, un líder que exige lealtad absoluta, y Musk, un visionario incapaz de tolerar lo que percibe como irracionalidad, ilógica o mediocridad intelectual, encontraron su punto de ruptura definitiva en la «gran y hermosa ley», el proyecto fiscal de Trump que Musk calificó de «abominación repugnante». Esta legislación, que combina recortes de impuestos con un aumento del gasto público, desafía la lógica fiscal que Musk defendió como jefe del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE). Para un hombre de su calibre intelectual, permanecer en silencio ante lo que considera un disparate económico era sencillamente inconcebible.
La génesis de la ruptura: el DOGE y la reforma fiscal
La relación entre Trump y Musk floreció durante la campaña de 2024, cuando el empresario invirtió cerca de 300 millones de dólares en apoyo a la campaña de Trump erigiéndose como principal contribuyente financiero individual al triunfo electoral de Trump. Como jefe del DOGE Musk tuvo un acceso sin precedentes a la burocracia federal, recortando 175.000 millones de dólares de gasto público «superfluo y/o corrupto». La «gran y hermosa ley» que amplía los recortes fiscales de 2017 y aumenta exponencialmente el gasto público (siendo defensa y control de la inmigración las más favorecidas), añadiría 3,8 billones de dólares al déficit federal hasta 2034, según la Oficina Presupuestaria del Congreso. Musk, aliado con senadores fiscalmente conservadores como Rand Paul, denunció esta legislación como un desastre económico, comparándola con el fiasco de la efímera primera ministra británica Liz Truss y su aún más fugaz Canciller del Exchequer (ministro de Hacienda) Kwasi Kwarteng. Nadie duda que la eliminación de créditos fiscales de hasta 7.500 dólares para vehículos eléctricos, esenciales para Tesla, indignó a Musk, sin embargo, se mostró dispuesto a aceptar este recorte si se eliminaban también los subsidios al petróleo. Musk tachó el resto del proyecto de ley como una «montaña de gastos repugnantes» iniciando así una guerra sin cuartel.
Impacto en las empresas de Musk: Tesla, SpaceX y Starlink bajo presión
El conflicto tuvo un efecto devastador en Tesla, la joya de la corona de Musk. El 5 de junio de 2025, las acciones de la compañía cayeron un 14.3%, perdiendo 152.000 millones de dólares en valor de mercado en un solo día. El precio por acción se desplomó de 332.05 dólares a 284.683 dólares, un golpe desencadenado por las amenazas de Trump de cancelar contratos gubernamentales y subsidios para las empresas de Musk. Esta caída, la mayor en la historia de Tesla, se sumó a una pérdida acumulada del 50% en 2025, con las acciones lejos de su máximo de 488.54 dólares en 2024. La polarización política, alimentada por la asociación de Musk con Trump, alienó a los consumidores demócratas, según un estudio de Northeastern University. Las protestas del movimiento «Tesla Takedown», dañaron la imagen de la marca, mientras que los aranceles globales de Trump y la eliminación de los créditos fiscales redujeron sus márgenes en un mercado muy competitivo. SpaceX y su filial Starlink, pilares del imperio de Musk, también se enfrentan a graves turbulencias. SpaceX, principal contratista de la NASA y el Departamento de Defensa, con contratos valorados en 14.000 millones de dólares para misiones como el programa Artemis y el lanzamiento de satélites militares, según Bloomberg, se ve amenazada por las declaraciones de Trump de cancelar acuerdos gubernamentales. Starlink, que proporciona internet satelital crucial para operaciones militares en Ucrania y otros conflictos, podría perder contratos estratégicos con el Pentágono, estimados en 1.800 millones de dólares anuales. La incertidumbre generada por estas amenazas ha erosionado la confianza de socios e inversores, afectando la valoración privada de SpaceX, que ronda los 200.000 millones de dólares, y 7se enfrentan a serios riesgos si el gobierno estadounidense, su mayor cliente, reduce su apoyo. Aunque SpaceX y Starlink no cotizan en bolsa, su dependencia de contratos federales podría afectarles seriamente.
La ofensiva de Musk: financiación a díscolos y desafío político
Musk no se limitó a criticar a Trump; lanzó una ofensiva política sin precedentes anunciando en X su intención de financiar a candidatos republicanos que se opongan al proyecto fiscal de Trump en las primarias de 2026. Con un historial de gasto político de 300 millones de dólares en 2024, incluyendo 20 millones a través de su super PAC, America PAC, Musk tiene los recursos para alterar el equilibrio de poder en el Partido Republicano. Sus comentarios amplificaron las críticas de senadores como Rand Paul y Mike Lee, complicando la aprobación de la reforma fiscal en el Senado, donde la mayoría republicana de 53 escaños es exigua. Musk escaló su desafío al insinuar la creación de un nuevo partido político que represente al «80% en el centro», una amenaza implícita de fragmentar el voto republicano.
El llamamiento al «impeachment»
El momento más explosivo de la disputa cuando Musk respaldó en X un llamamiento al «impeachment» de Trump, proponiendo su reemplazo por el vicepresidente JD Vance. Este gesto, acompañado de acusaciones de que Trump estaba en los «archivos de Epstein» y que sus aranceles causarían una recesión, marcó un punto de no retorno. Si Musk dice que el presidente Trump está en los papeles de Epstein, parece evidente que conocía este extremo desde hace tiempo, por lo que hay que preguntarse por qué apoyo a Trump si conocía esa información que por otra parte está ya amortizada en la opinión pública. El entorno de Trump lo ha considerado un golpe bajo imperdonable.
La guerra digital: insultos en X y Truth Social
La disputa se convirtió en un espectáculo público en las redes sociales, con X y Truth Social como campos de batalla. Musk acusó a Trump de mentir sobre el proyecto fiscal, afirmando que «nunca se le mostró» su contenido, y lo responsabilizó por la opacidad legislativa. En un golpe personal, insinuó que Trump protegía los «archivos de Epstein» para ocultarse, una acusación sin pruebas que alimentó la desinformación. También atacó al asesor comercial de Trump, Peter Navarro, llamándolo «imbécil» y «más tonto que un saco de ladrillos». Trump, por su parte, expresó su decepción en una conferencia de prensa, sugiriendo que Musk «se volvió loco» tras su salida de DOGE y que su oposición era motivada por la pérdida de subsidios para Tesla. En Truth Social, amenazó con cancelar los contratos de Musk, afirmando que ahorraría «miles de millones de dólares». La intensidad de esta guerra digital, con Musk respondiendo en tiempo real a Trump. Como siempre los «influncers» MAGA acudieron como moscas a la miel de la polémica y personajes como Kanye West y Laura Loomer acabaron convirtiendo el conflicto en un circo mediático.
Implicaciones: un país fracturado, un mundo en alerta
El divorcio entre Trump y Musk tiene consecuencias que trascienden sus egos. Para Tesla, SpaceX y Starlink, la caída de la cotización, la incertidumbre contractual y los riesgos estratégicos limitan su capacidad de maniobra en mercados competitivos. Para el Partido Republicano, las amenazas de Musk de financiar a opositores de Trump y su insinuación de un nuevo partido político agravan las divisiones internas, debilitando la agenda legislativa de la administración. A nivel político, la guerra de insultos y las acusaciones sin fundamento, como la referencia a Epstein, contribuyen a la desinformación y la polarización, un caldo de cultivo para la inestabilidad política tóxica para los mercados. A nivel global, la disputa refleja los riesgos de un liderazgo personalista en un mundo volátil. Las políticas de Trump, como los aranceles que Musk critica, han generado tensiones con aliados y adversarios.
Conclusión: el fin de una era
El divorcio entre Donald Trump y Elon Musk no es solo el fin de una alianza; es un síntoma de las tensiones que definen la política contemporánea. La caída del 14.3% de Tesla, las amenazas de Musk de financiar a opositores de Trump, su respaldo al «impeachment» y la guerra de insultos en redes sociales han transformado un desacuerdo político en una crisis esperpéntica de proporciones épicas.
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