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Test a la Gran Coalición en Baviera

Los sondeos otorgan un retroceso al partido hermano de la canciller en el Land que podría alterar los equilibrios de poder en Berlín. Los radicales de AfD entrarían por primera vez en el Parlamento regional y superarían a los socialdemócratas.

En solitario La canciller abandona una reunión del Consejo Nacional de Control Regulatorio (NRK) en la cancillería, ayer en Berlín
En solitario La canciller abandona una reunión del Consejo Nacional de Control Regulatorio (NRK) en la cancillería, ayer en Berlínlarazon

Los sondeos otorgan un retroceso al partido hermano de la canciller en el Land que podría alterar los equilibrios de poder en Berlín. Los radicales de AfD entrarían por primera vez en el Parlamento regional y superarían a los socialdemócratas.

Un año después de las elecciones federales, los comicios regionales del domingo en Baviera suponen la primera prueba de fuego para testar el estado actual de la política alemana. Todo el país mira al sur, mientras Berlín contiene la respiración lastrado por doce meses en los que a la dificultad para formar gobierno se sucedió un sinfín de crisis internas acuaciadas por los últimos incidentes xenófobos.

Nueve millones y medio de bávaros están llamados a las urnas, de los que 600.000 lo harán por primera vez. Todos ellos conscientes de que su voto será una señal, con su relativo efecto, para el Gobierno federal y a sabiendas de que la cita electoral llega pocos días antes de que el Estado de Baviera cumpla cien años inmerso en un profundo cambio que podría confundir las condiciones políticas y sociales de un Land que hace de su bandera el orgullo de portar la idiosincracia del pueblo germano.

Todo será diferente a partir del domingo. La Unión Socialcristiana (CSU), el hermano bávaro de la CDU de Angela Merkel, será el primer damnificado a tenor de unas encuestas que le amenazan con una feroz derrota electoral. La última, publicada ayer por el semanario «Der Spiegel», sitúa al partido en un 32,9% de los votos lo que, dicho de otra forma, sería el peor dato para la CSU desde principios de los años cincuenta y su caída, por primera vez en su historia, por debajo del umbral del 40%. El declive del partido se ha producido coincidiendo con un auge de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), a la que el sondeo coloca en tercera posición con el 12,8% en un estado muy impactado por la crisis de refugiados, mientras que los Verdes se situarían en el segundo puesto con el 18,5% de los votos. Por su parte, el Partido Socialdemócrata (SPD), socio de coalición de Merkel a nivel nacional, queda relegado a la cuarta plaza, con el 11% de la intención de voto.

Consultada por la prensa alemana, la directora de la Academia de Educación Política de Tutzing, Ursula Münch, acusa este quebranto de electores socialcristianos a la pérdida de credibilidad, tras las concesiones otorgadas a la CDU, pero sobre todo a que una gran parte del electorado apoya la política restrictiva de refugiados a la que está recurriendo el partido xenófobo AfD. Pero hay más. Ya nadie duda de que, a pesar de la particularidad de este estado, ha surgido una nueva oleada de votantes más liberales o que el primer ministro bávaro y principal candidato de la CSU, Markus Söder, genera ciertas desavenecias entre los partidarios. Motivos que han beneficiado a partidos como Los Verdes o AfD.

La polémica está servida. Sin conocer siquiera el escrutinio, ya se da por hecho de que la CSU buscará a los culpables de su pobre resultado electoral en el Gobierno federal. Y en el punto de mira, ya muchos colocan a una canciller que, según todas las quinielas, tendrá que salir el lunes para dar la cara por sus socios bávaros mientras auspicia las regionales que se celebrarán a finales de mes en el estado de Hesse y en las que su partido no está mucho mejor en las encuestas. De confirmarse los resultados de los sondeos, la formación de gobiernos regionales estables se presenta complicada, y el bando conservador retomará probablemente el debate sobre la sucesión de la canciller, que dirige el país desde 2005 y cuyo mandato termina en 2021. Un tema que ha dejado de ser un asunto tabú hasta el punto que los más ambiciosos reclaman un repliegue a la derecha.

Los electores del bando CDU-CSU ya dieron un primer aviso al elegir a un nuevo jefe de grupo parlamentario frente al candidato saliente, un fiel de Merkel y la propia canciller deberá someterse pronto a una votación de los militantes para conservar la presidencia de su partido. La situación es especialmente complicada para ella ya que, además de lidiar con las disputas internas, comparte gobierno con un Partido Socialdemócrata (SPD) en horas bajas. Desde el inicio de la legislatura, los socialistas, cuya popularidad no para de caer en cada encuesta, duda de la conveniencia de seguir en el poder. Y los comicios en Baviera y en Hesse se presentan como un nuevo desastre para el partido más antiguo del país. En esas condiciones, ni siquiera Wolfgang Schäuble, presidente de la Cámara de Diputados y veterano de la CDU, descarta la posibilidad de que los socialdemócratas abandonen la coalición, obligando a los conservadores a gobernar en minoría.