Estados Unidos

Todos contra Hillary Clinton

Sólo el rechazo a la candidata demócrata logra unir al Partido Republicano en torno a la polémica figura de Trump. Las deserciones y la falta de fondos complicarán su campaña

Donald Trump se dirige a sus seguidores en la convención republicana de Cleveland (Ohio)
Donald Trump se dirige a sus seguidores en la convención republicana de Cleveland (Ohio)larazon

El partido de Lincoln ha pasado a ser el partido de Donald Trump. El abrasivo magnate que aspira a ganar la Casa Blanca se ha convertido oficialmente en el hombre más poderoso del Partido Republicano, y lo ha hecho muy a pesar de los grandes jerifaltes de la vieja formación política, a los que Trump se ha enfrentado en varias ocasiones, abriendo un cisma que para muchos analistas es casi irreparable.

El rival de Hillary Clinton por la presidencia en las elecciones del 8 de noviembre ha hecho del insulto y del nacionalismo la base de su mensaje electoral, y se ha llevado por delante a todo el que se ha puesto en su camino, incluidos muchos donantes. No es de extrañar que las grandes marcas comerciales hayan huido de la convención republicana estos días por miedo a que se las relacione con un candidato tóxico. Su lema, «Hacer de Estados Unidos un país grande otra vez», ha pasado a un segundo plano, porque lo que verdaderamente une a los delegados del partido es el resentimiento hacia la candidata demócrata, que, según todas las encuestas, gana a Trump por entre dos y seis puntos.

Durante la convención republicana de Cleveland que acaba hoy, el único momento de unidad de ese piano desafinado que es el Partido Republicano llegó a la hora de criticar a Clinton. El neurocirujano Ben Carson, ex candidato republicano a la presidencia durante las elecciones primarias, la llamó «Lucifer». Pero no fue el ataque más brutal. El delegado Al Baldasaro, asesor de Trump, fue más lejos al decir que habría que disparar a la ex secretaria de Estado «por traición».

«A la cárcel»

El gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, azuzó a aquellos que en la convención piden que Clinton vaya a la cárcel. «No podemos tener como comandante en jefe a alguien que ha puesto el país en peligro con su mal juicio», señaló Christie, quien dijo que la demócrata es culpable y debe ir a prisión por el apoyo a la apertura de relaciones con Cuba, su trabajo como secretaria de Estado en Oriente Medio y por poner secretos nacionales en peligro.

Más allá de Clinton, el partido está totalmente fracturado, algo evidenciado no sólo por el hecho de que las grandes figuras no han querido ir a la convención. Durante la votación para ratificar a Trump como candidato, 721 delegados votaron en contra de la nominación. En total, Trump logró el apoyo del 69,8% de los 2.472 delegados. Semejante ola de rechazo a un candidato no se veía en el partido desde 1976, en la convención en la que Gerald Ford se impuso a Ronald Reagan.

Pero el protagonista de la noche evitó cualquier comentario al respecto y, tras ser declarado oficialmente candidato republicano, dijo que su victoria en las primeras internas ha sido «histórica»: «¡Trabajaré duro y nunca os decepcionaré! ¡América primero!».

Camisetas con Hillary Clinton entre rejas y chapas con el famoso muro de Trump son dos de los recuerdos más vendidos en la convención de Ohio, una pasarela de personajes e imágenes de lo más curioso. Los 50.000 invitados del cónclave pueden volver mañana a casa con recuerdos oficiales, los que se venden dentro del recinto del evento, o con los «souvenirs» más gamberros que se venden en improvisados puestos callejeros por el centro de la ciudad. En los pasillos del pabellón Quicken Loans, templo de LeBron James y sus Cavaliers, están las tiendas de la campaña, con camisetas, gorras, tazas, chapas y pegatinas de Donald Trump y su lema «Hagamos a Estados Unidos grande de nuevo».

Ayer siguió coleando la comidilla de la convención, que no es otra cuestión que Melania, la esposa de Trump, acusada de plagiar un discurso de Michelle Obama. La redactora del texto que leyó Melania presentó ayer su dimisión, aunque no fue aceptada, y reconoció que había cometido «un error» copiando algunas partes del discurso; mientras tanto, Trump criticó que los medios de comunicación dediquen más tiempo a analizar el discurso de su esposa que el FBI a investigar los correos electrónicos de Clinton.

Además de Melania, la peor parte de la convención se la han llevado los cerebros del «establishment» republicano. El líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell, fue abucheado cuando subió al escenario, mientras que el portavoz de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, que respaldó a Trump tras numerosas presiones, se dedicó a defender sus posturas conservadores. Menos pasionales que otros intervinientes que han pasado por el pabellón Quicken Loans de Cleveland desde el lunes, los dos altos mandos de la cúpula legislativa republicana se centraron en pedir el voto para mantener la mayoría en ambas cámaras, frenar a Clinton y mantener los valores republicanos más tradicionales. Al cierre de esta edición, se esperaba el discurso de Mike Pence, el candidato dispuesto a aceptar el reto de ser el segundo de Trump, y el del senador Marco Rubio.

Muchos analistas creen que la élite del Partido Republicano ya ha puesto su mirada en las elecciones de 2020. Por ello, el gran rival de Trump, el senador Ted Cruz, no ha hecho otra cosa estos días que verse con grandes donantes y activistas. Pero antes Clinton tiene que derrotar a Trump, ese candidato cómico por el que nadie daba nada cuando se presentó a las primarias en 2015, con su discurso demagógico trufado de insultos y propuestas polémicas, como la construcción de un muro en la frontera con México. Aquel cómico es hoy jefe del Partido de Lincoln.