África

Una "tormenta perfecta" se cierne sobre la crisis política y humanitaria de Sudán

Temor a que la amenaza yihadista y la migración se disparen en el corto plazo

Children sit and play on the remains of a tank, at the river port in Renk, South Sudan Wednesday, May 17, 2023. Tens of thousands of South Sudanese are flocking home from neighboring Sudan, which erupted in violence last month.
Niños subidos sobre los restos de un tanque en SudánSam MednickAgencia AP

La tercera guerra civil sudanesa comenzó hace tres meses. Pero no se trata de una guerra con buenos y malos, héroes y villanos de fácil descripción. La guerra comenzó después de que el general Mohamed Hamdan Dagalo, conocido bajo el sobrenombre de Hemedti y por ser el líder indiscutible del grupo paramilitar de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), orquestara un golpe de Estado fallido contra el general Abdelfatah al Burhan. Quien a su vez tomó el poder con la ayuda de Hemedti tras un golpe de Estado exitoso en 2021. No hay una escala de grises: se tratan de dos generales que luchan a la desesperada por el poder.

La enorme extensión de Sudán (cuatro veces el tamaño de Suecia) ha obligado a que los combates se reduzcan a dos áreas del país, que serían la capital, Jartum, y la siempre conflictiva región de Darfur, ubicada al oeste y próxima a la frontera chadiana. La capital sudanesa no ha conocido la paz desde el 15 de abril, repitiéndose los ataques a enclaves estratégicos pero también los bombardeos a hospitales e incluso habiéndose producido la destrucción del palacio presidencial tras una furiosa ofensiva del RSF.

El ejército regular, bajo el mando del general al Burhan, cuenta de su lado con la Fuerza Aérea, un repertorio mayor de armamento pesado y una presencia extendida a lo largo de la geografía nacional; las RSF tienen de su lado una amplia experiencia en combate gracias a sus actuaciones en Darfur y en Yemen, igual que un aplastante apoyo de las comunidades árabes al oeste del país. Mientras ambos generales proclaman en sus redes sociales que ellos son los verdaderos libertadores del pueblo sudanés ante los deseos autoritarios del contrario (las RSF también acusan periódicamente a Al Burhan de aliarse con fundamentalistas islámicos), he aquí algunos ejemplos que podrían mostrar los resultados de sus políticas de liberación hasta la fecha:

Al menos 60 niños fallecieron durante las primeras semanas de guerra en un orfanato de Jartum, debido tanto a la falta de medios para tratar sus enfermedades como a los casos de desnutrición. Los últimos informes apuntan que al menos 5.000 personas de etnias negras habrían sido asesinadas por las milicias árabes en colaboración con las RSF en la ciudad de Geneina, capital de la provincia de Darfur Oeste. Más de 3 millones de personas viven como desplazados internos en Sudán o como refugiados en países vecinos.

El director de la OIM en la región, Peter Kioy, lamentaba en una conversación telefónica sostenida durante el mes de junio que “Darfur se encuentra en una situación crítica, especialmente Darfur Oeste y Darfur Central, principalmente debido a la imposibilidad de acceso, incluso con los altos el fuego”. Se han difundido además multitud de vídeos donde aparecen civiles siendo ejecutados, niños soldado participando en los combates y áreas de Jartum y Geneina completamente devastadas por los combates. Así calificó el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, la situación a la que se enfrentaba Sudán en el mes de mayo. La dificultad a la hora de acceder a Geneina y la negativa del Gobierno de al Burhan a la hora de permitir el acceso a periodistas internacionales ha facilitado un desarrollo del horror que nadie parece capaz de detener.

Catástrofe humanitaria

Si bien la guerra en Sudán parece un evento lejano a los acontecimientos en Europa y de una importancia inferior a otros acontecimientos internacionales, la verdad es que los expertos temen que “la tormenta perfecta” estalle en los próximos meses en la región a la que afecta. Los refugiados sudaneses que marchan a Etiopía aterrizan en la región de Tigray, cuya guerra contra el Estado etíope concluyó apenas en el mes de noviembre y donde la ayuda del Programa Mundial de Alimentos y de USAID se ha cancelado debido a los robos de alimentos registrados. Al menos 120.000 refugiados sudsudaneses han regresado a Sudán del Sur desde Sudán, para encontrarse en una delicada situación debido a las dificultades a las que se enfrenta su país de origen a la hora de recibirlos.

Si bien se presupone que los números de migraciones a Europa y los países árabes se disparará en los próximos meses, otra amenaza planea sobre Sudán y los países vecinos: es el terrorismo islámico. Sudán ya se consideraba antes de la guerra como una nación receptora de yihadistas procedentes de Egipto y de Somalia, mientras se teme que una prolongación del conflicto facilitará su completa inmersión en aprovechamiento del caos dominante, como ya ocurrió por causas similares en Mali, Siria o Irak.

Genocidios, violaciones de derechos humanos y una amenaza yihadista son algunas de las características que convierten la guerra en Sudán en un terremoto de difícil solución. Y los intereses enfrentados de las naciones árabes (donde algunas apoyan al RSF y otras al ejército regular) no hacen sino prolongar la guerra en busca del ganador que les permita llevarse el botín de oro que supuran las entrañas del desierto sudanés.