
Estados Unidos
Trump amenaza con destituir a los mandos militares y confirma que entierra la diversidad en el Ejército
En una inusual reunión celebrada en el Museo del Cuerpo de Marines en Quantico (Virginia), el presidente advirtió a cientos de generales y almirantes de que podían ser despedidos “en el acto” si no respaldaban su visión del Ejército

Donald Trump volvió a tensar las costuras de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos con un discurso cargado de advertencias y descalificaciones. En una rara reunión celebrada en el Museo del Cuerpo de Marines en Quantico (Virginia), el presidente advirtió a cientos de generales y almirantes de que podían ser despedidos “en el acto” si no respaldaban su visión del Ejército. A su lado, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, redobló la ofensiva, denunciando la “decadencia woke” del Pentágono y anunciando un paquete de medidas para endurecer la disciplina interna.
La puesta en escena distó de los habituales mítines trumpistas. Frente a los aplausos de sus bases, el presidente se encontró con un público rígido y silencioso: hombres y mujeres uniformados, con semblantes serios, apenas interrumpidos por alguna risa cortés. Trump abrió su intervención con una advertencia que sonó a ultimátum: “Si no les gusta lo que digo, pueden irse de la sala. Claro, ahí se acaba su rango, se acaba su futuro, pero se sentirán muy relajados”.
Según los periodistas presentes, la reacción fue gélida. Algunos oficiales tomaban notas, otros miraban al techo con gesto incómodo. Ni siquiera los ataques a Joe Biden, habituales en su repertorio, arrancaron entusiasmo.
Durante más de una hora, Trump insistió en que su Administración está “reavivando el espíritu guerrero” de las Fuerzas Armadas. Entre menciones a sus negociaciones de paz en Oriente Medio, el Nobel y hasta su amor por los aranceles, el presidente adelantó un compromiso de inversión militar de un billón de dólares en 2026. Evitó, sin embargo, pronunciarse sobre el inminente cierre del Gobierno, que dejaría a los soldados sin paga temporalmente.
El mandatario vinculó su nueva línea militar a su conocida agenda económica: “Así como liberamos a nuestra economía con los aranceles, liberaremos a nuestros guerreros de las ataduras de la corrección política”.
Si Trump encendió las alarmas, Hegseth dinamitó cualquier atisbo de moderación. El ex presentador de Fox News, convertido en jefe del Pentágono, anunció diez directrices inmediatas: estándares físicos más duros, nuevos requisitos de aseo personal y el retorno a “los niveles masculinos más exigentes” para puestos de combate.
El secretario cargó contra los que llamó “líderes tóxicos” responsables de “bajar la vara” y fulminó: “Es completamente inaceptable ver generales y almirantes gordos paseándose por el Pentágono o dirigiendo comandos en el extranjero. Da una pésima imagen”.
Hegseth bautizó su cruzada como la “liberación de los guerreros de América” y no dudó en advertir: “Si lo que digo hoy les hunde el corazón, hagan lo honorable y renuncien”.
La ofensiva de la Casa Blanca no se limita a discursos. En enero, Trump firmó órdenes ejecutivas que liquidan los programas de diversidad, equidad e inclusión en las Fuerzas Armadas, alegando que “desalientan el mérito y discriminan por raza y sexo”. El paquete también obliga a revisar la política sobre tropas transgénero, readmite a quienes fueron dados de baja por negarse a la vacuna del coronavirus y prevé construir un sistema de defensa antimisiles similar al Iron Dome israelí.
Hegseth, alineado con esa agenda, llegó a proponer el regreso simbólico al “Departamento de Guerra”, nombre original del Pentágono, y prometió desatar las manos de los combatientes: “Ya no lucharemos con estúpidas reglas de enfrentamiento. Intimidaremos, desmoralizaremos y mataremos a los enemigos de nuestra nación”.
La cita de Quantico ilustra la creciente politización de las Fuerzas Armadas bajo la presidencia de Trump. Convocados sin explicación previa desde bases de todo el mundo, cientos de mandos militares asistieron a un espectáculo que dejó traslucir la presión directa de la Casa Blanca sobre la jerarquía castrense.
El mensaje fue claro: obediencia total o salida inmediata. Una línea roja que, de cumplirse, podría transformar la relación civil-militar en Estados Unidos y poner a prueba la resistencia institucional de uno de los ejércitos más poderosos del planeta.
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