Estados Unidos

Trump apunta al fiscal especial del Rusiagate

Los demócratas temen por el futuro de Mueller y avisan de que su cese sería letal.

Retrato realizado con monedas por los ucranianos Marchenko y Green
Retrato realizado con monedas por los ucranianos Marchenko y Greenlarazon

Los demócratas temen por el futuro de Mueller y avisan de que su cese sería letal.

La publicación del memorándum elaborado por el Comité de Inteligencia del Senado ha provocado el mayor terremoto político de la era Trump. Al calor de sus supuestas revelaciones arden los cimientos del FBI, cuestionado como nunca en su historia, y del Departamento de Estado. Los republicanos, aunque no todos, denuncian una supuesta caza de brujas contra el presidente. Para sostener una alegación tan rotunda, que cuestiona las motivaciones y métodos de las instituciones, explican que los investigadores actuaron con sospechosa parcialidad. Según se desprende del memorándum, en 2016 pidieron autorización al juez para espiar a un miembro de la campaña electoral de Trump, Carter Page, al tiempo que ocultaban que, al menos en parte, basaban sus sospechas en un informe elaborado por un ex espía británico, Christopher Steele, a sueldo del Comité Nacional Demócrata y la campaña presidencial de Hillary Clinton.

Los demócratas responden que, efectivamente, la caza de brujas existe. Pero el objetivo de la batida son el fiscal general adjunto, Rod Rosenstein y, por supuesto, el fiscal especial a cargo del Rusiagate, Robert Mueller.

Que la publicación del informe dispararía las peticiones para enterrar la investigación resulta evidente. Así, el congresista republicano por Arizona, Andy Biggs, miembro del Comité, ha publicado una declaración en la que acusa a los demócratas de tratar de ocultar a la opinión pública que «los funcionarios federales abusaron de su poder para atacar a un candidato a la presidencia». Para Biggs no hay dudas. El Departamento de Justicia, con Obama de presidente, espió a la oposición gracias a «un dossier no verificado» y, para colmo, «pagado por el Comité Nacional Demócrata y la campaña de Hillary Clinton». Entre los personajes claves a los que culpa figuran tanto el que fuera director del FBI, James Comey, posteriormente cesado por Trump, como el vicefiscal general Rod Rosenstein, que sigue en el cargo. Al congresista le parece una desgracia que algunos de ellos todavía sean empleados del Gobierno y exige «la renuncia de Robert Mueller». Por supuesto, «si no tiene la integridad para renunciar, debe ser despedido». La idea está clara. Rosenstein nombró a Mueller. Mueller se valió de información corrupta. A la calle los dos y, ni que decir tiene, al vertedero de la historia con la investigación.

«Este informe demuestra la propensión de la ex administración a exonerar a los criminales y enjuiciar a los ciudadanos respetuosos de la ley».

El propio Trump, en su cuenta de Twitter, escribe que «este informe vindica totalmente a “Trump” [sí, habla de sí mismo en tercera persona]. Pero la caza de brujas rusa sigue y sigue. No hubo colusión y no hubo obstrucción (la palabra ahora se usa porque, después de un año de buscar interminablemente y no encontrar NADA, la colusión está muerta). ¡Esto es una desgracia estadounidense!»