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Trump pide a Londres que no pague a la UE y salga sin acuerdo

El magnate carga contra Bruselas y agita el enrarecido paisaje político británico al defender a Boris Johnson como primer ministro y a Farage como negociador ante los 27

Donald Trump y Meghan Markle
Donald Trump y Meghan Marklelarazon

El magnate carga contra Bruselas y agita el enrarecido paisaje político británico al defender a Boris Johnson como primer ministro y a Farage como negociador ante los 27.

Donald Trump aterriza hoy en Reino Unido con las mejores encuestas en dos años de presidencia y dispuesto a sonrojar a sus aliados de la Europa continental. A pesar de que en Twitter, el mejor diapasón de sus obsesiones, no había mencionado su viaje oficial a Londres en todo el fin de semana, el presidente de EE UU sí concedió ayer una entrevista al periódico «The Times». Una charla a quemarropa, deslenguada, poco complaciente con las convenciones diplomáticas habituales, y con la que se asegura una picante colección de titulares. Al diálogo con Tim Shipman, corresponsal en Washington del diario, no le falta detalle.

Ni los piropos hacia uno de los principales patrones del Brexit, Nigel Farage, ni su convencimiento de que Boris Johnson sería un estupendo primer ministro, ni los desprecios hacia Theresa May, a la que aconseja que incorpore a Farage y Johnson, dos de sus archienemigos, a las negociaciones con Bruselas, ni el énfasis en que Reino Unido debe abandonar la UE sin más concesiones de no alcanzar un pacto satisfactorio y, por supuesto, negarse a pagar lo que le corresponda. Acto seguido ofrece negociar el equivalente a un acuerdo de libre comercio entre los dos países: «Una de las ventajas del Brexit es que ahora puedes negociar con el que es de lejos el país más importante del mundo». Retórica de dinamita, que garantiza el malestar de sus homólogos europeos y complica un poco más el enrarecido y angustioso trámite de unas negociaciones empantanadas por las empalizadas de la realidad, tan alejadas de los eslóganes que vendían los partidarios del Brexit. Y habrá que ver qué tal sientan en el 10 Downing Street estas palabras: «Creo que [Boris Johnson] haría un gran trabajo. Sería excelente. Ha sido muy positivo respecto a mí y nuestro país».

Así, Trump opina que la Unión Europea se ha reservado todas las cartas, todas las salidas y opciones y, de persistir en su actitud, que no deja de ser el puro reconocimiento del marco previamente acordado por las dos partes, fiel a lo dispuesto en los tratados, debería abandonar la mesa. Si no consigues el acuerdo que quieres, si no logras un buen acuerdo, entonces te marchas. Palabras de un empresario otrora acorralado, del que sus enemigos susurran que ya no era capaz de lograr créditos en los bancos de su país, lastrado por la hecatombe financiera de los casinos en Atlantic City; de ahí, añaden maliciosos, sus maniobras orquestales con China y Rusia y su candidatura a la presidencia de EE UU.

No contento con apostar por la quiebra de los protocolos internacionales, Trump insistió en que él no pagaría los 50.000 millones de dólares en los que está tasado un divorcio sin trato previo. «Eso es lo que yo haría. Yo no pagaría esa tremenda cantidad de dinero». Respecto a Farage, al que adora desde que el populista viajase a EE UU en 2016, comentó que «lo conocí cuando apoyó mi campaña y de hecho vino a uno de mis mítines y le vi allí. Creo que es una persona tremenda. De verdad, tremenda». Dicho de otra forma, Trump apuesta todo al Brexit duro, del que siempre se ha mostrado partidario. Riega con parabienes a los rivales de May en su propio bando. Incluso alaba a un Farage que es contemplado por el Partido Conservador como un caballo de Troya, más cerca de las posturas de Steve Bannon que de la tradición del partido que un día abanderó Margaret Thatcher. De paso humilla a Bruselas, celebra la traumática ruptura de la Unión Europea, abandera posiciones que lo acercan a personajes como Marine Le Pen y hace causa por que Reino Unido abandone el barco sin hacer frente a sus compromisos ni cumplir con la palabra dada.

Aunque posiblemente nada haya generado más turbulencias en las islas que el momento en el que Trump tildó de «nasty» (desagradable, asquerosa o repugnante) a Meghan Markle, esposa del príncipe Harry. Claro que también la ha llamado la «princesa americana», pero el presidente no olvida la propensión de Markle en el pasado a calificar algunas de sus actuaciones y declaraciones como misóginas. Por si alguien duda respecto a sus intenciones, el consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, salió a la palestra para explicar que el presidente dice y hace lo que quiere. The Voice of America, la agencia de noticias pública de EE UU, daba cuenta del particular y añadía que el príncipe Carlos, suegro de Markle y futuro monarca, es un «ecologista apasionado» y «no ha ocultado su desaprobación por la retirada de Estados Unidos del acuerdo de París sobre el cambio climático». Se trata, sin duda, de uno de los asuntos que en la actualidad enfrentan con más virulencia a EE UU del socio británico. «El príncipe ha hecho campaña durante más de cuatro décadas», si bien no abordará «el tema a menos que lo haga el presidente de Estados Unidos: eso sería una violación del protocolo, ya que es responsabilidad del jefe de Estado visitante decidir sobre los temas que se discutirán». Son declaraciones de alguien cercano a Carlos de Inglaterra, aperitivo de sus rotundos comentarios sobre la clase política británica, su relación con las élites europeas y sus comentarios respecto a lo que debe hacer y dejar de hacer el país con relación al Brexit.